Los días de gloria de dos cantantes ya se fueron, mujer que lava dos portones, mujer seductora que se convierte en víbora.

Los días de gloria de dos cantantes ya se fueron, mujer que lava dos portones, mujer seductora que se convierte en víbora.































Ya casi da la tercera llamada. Estoy recargado en una de las puertas negras sí las puertas negras que están a los lados del escenario. Las puertas negras tienen en lo alto dos máscaras blancas.

En las maderas de la escena hay una mesa larga, un mantel verde verde. Y encima un toca discos portátil. Un tocadiscos de los antiguos, dos vasos con agua fresca un libro y unas flores.

El público espera impaciente. Una voz anuncia la presencia de los artistas.

Los artistas salen.

Agradecen jalan las sillas y se sientan.

Uno de ellos, el más popular, el más reconocido, arregla los cables del tocadiscos. Luego acerca la cara con el propósito de encender el aparato.

El otro artista, de nariz prominente como sí de un judío se tratara, tiene en sus manos un LP. El tocadisco ejece su función y comienza a girar en 33 revoluciones por minuto. El judío coloca el disco atropelladamente. El otro, pone lo más cerca que puede un micrófono. El sonido se esparce de modo ambiental.

Todos escuchan, aplausos, canciones viejas que antes fueron éxitos. Los artistas solo escuchan. Ya ni cantar pueden de tan viejos que son, son artistas pasados de moda, descontinuados pués.

En los cinco minutos que lleva el disco dándo vueltas se escucha que alguien quiere hablar. El primer artista intenta apagar su celular pero no puede hacerlo.

Se escucha una voz: Tío, tío que leches ¡ porque coños no me contestas? La gente ríe, piensa que es parte de la función. El primer artista me arroja el teléfono, yo hablo: Bueno sí?.

Quien coños habla?

Habla Alfredo!

Dile que se ponga ¡

Lo que sucede señor es que yo traigo su teléfono porque me lo acaba de arrojar, pero digame usted que se le ofrece? En cuanto yo pueda hacerlo le doy su recado.

Está bien. Dile que deben de estar en Buenos Aires el día trece.

Sí señor yo les aviso. Gracias.
Salgo del teatro.



Una mujer se encuentra lavándo dos portones. Ella con un cepillo los talla, luego con una manguera les arroja agua.

Sin decirle nada entro al segundo portón. Ella me detiene mientras cierra la llave.

A dónde va usted?

Quiero entrar a esa casa.

Uh y qué caso tiene.

Las mujeres se volvieron aguadas, ninguna quiere ya bailar.

No le hace yo quiero entrar.

Como quiera.

Y me deja pasar.

Entro a un patio.

En medio de este sitio hay una mujer voluptuosa, sensual.

Ella está desnuda, y abierta de piernas y brazos.

Además está atada de los cuatro miembros.

De inmediato pienso en Tupac Amaru.

La mujer me dice con voz de miel.

Ven Alfredo, ven!.

Le digo que no puedo hacerlo porque debo de librar el círculo de veladoras.

Eso es fácil Alfredo pega un salto. Ven ven ¡

Me hago para atrás, tomo impulso y salto! Allá voy ¡

No es el salto perfecto. Al caer tiro una de las veladoras encendidas.

Me subo en la mujer. Ella hace un esfuerzo y revienta los lazos, de piernas y brazos. Luego me abraza, me abraza con fuerza, me besa y como yo no tengo otra cosa mejor pués también la beso.

La mujer se gira y se monta encima de mí como si yo fuera un caballo.

Acerca su cara. Pero mi suerte cambia cuando descubro que de su boca sale una gran lengua. La palpo y la mujer ya no es mujer. Es una víbora pesada, parece una anaconda.

Insisto que se quite pero no obedece. Me aprieta y me aprieta.

Como puedo logro zafarme, la mujer víbora se incorpora, se ríe. Luego cambia su modo de hablar, pone los ojos rojos y me dice: Nunca podrás huir de mí, nunca nunca ya te inoculé mi veneno,y mi veneno es poderoso. ¡




Original de Alfredo Arreta
Para elpueblodetierra
Nec spe, nec metu
6 de diciembre de 2014.
Estados Unidos Méxicanos.




Comentarios

Jo ha dicho que…
Que loco tio! ¡Que leches! ;)

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