PALITOS




PALITOS



Es una tarde del mes de enero y descubro que en la calle de Plan de San Luis un joven muchacho vestido con una chamarra que intenta ocultar su cara, presenta un lenguaje corporal de pleno desagrado. Y parece ser que no le fue suficiente los kilos de mierda que tuvo que soportar para terminar el año y comenzar de igual manera.


Dicen los santeros yorubas que en los próximos meses sucederán cosas que harán cimbrar las conciencias de las personas. Desde la muerte de pendejos importantes hasta tragedias grandotas. Yo no sé si estos señores tienen la capacidad de saber que el mundo vale madre, o si son en verdad pitonisos que saben de antemano lo que va a suceder.


A mi me hubiera gustado tener un poder en donde pudiera decidir sobre quién vive y quién muere. Por ejemplo si descubriera a una escoria de inmediato aplicaría mi pensamiento y este individuo se destruiría a medida que yo lo deseara. Así les juro acabaría con tanto hijo de puta que pulula por el mundo haciendo daño, apoderándose de todo y sometiendo políticamente a los demás, aplicándoles imposiciones que sus puros huevos determinaron y pasándose por el arco del triunfo las leyes , los derechos humanos y el estado de derecho , las buenas costumbres, la moral.


Bueno pues el caso que hoy te comento es que son las doce de la noche y caigo en sueño profundo , ayer no pude recordar nada de nada. Pero ahora rescato unas ideas que pasaron por mi testa.


Me encuentro en una carpintería esperando que me entreguen unas maderas que alguien me encargó. Una señora que tiene bigotes y una barriga prominente me señala un altero de varas que son las que me debo de llevar. Amarro las varas y me las echo a la espalda, luego salgo a las calles y de momento me acuerdo que soy como esas mulas que se paseaban por los barrios llevando a los lados dos vigas enormes. Estas se vendían para servir de soporte a los techos de las casas.


Entonces ahí voy y llego con un señor que conocí cuando tenía trece años. Era un carpintero rubio; debio de ser michoacano. Llegaba en su bicicleta y según lo tengo presente hacía unas puertas muy acabadas, sacaba su garlopa y las pulía y las pulía, después les daba los acabados finales. Era un artesano muy bueno en su trabajo. Entonces llegué con él y le entregué las varas. Me dijo que las fuera colocando de tres en tres.


Como eran unos palitos muy delicados primero pensé que se me podían romper si los manipulaba de mal forma. El carpintero me enseñó como hacerlo sin que sufrieran daño alguno. Las ordenó y posteriormente las puso sobre un aparato y las varas por medio de una banda que se movía con electricidad fueron desapareciendo. En un recodo de esta misma máquina pude ver como las maderas se fueron transformando en unos pequeños zapatitos de color café. El carpintero güero tomó un par y me los regaló. Me senté sobre un taburete que todavía no acababa y comencé a atar las agujetas.


Con mis zapatitos nuevos elaborado con la materia prima de los palitos salí a la calle a mostrárselos a las personas. Lo malo es que siempre van mirándo para otras partes y nunca se percatan de las pequeñas ilusiones.


Así que llegué a una iglesia. Y esos que yo no soy una persona que recurre a santiguarse cada vez que la calamidad hace estragos en mi persona. Descubrí un aparador dentro de la misma iglesia , metí la mano y saqué un aparatito de seis botones amarillos. Fue entonces que se me acercó el hombre que cuida las limosnas y me dijo que ese aparato se le podía colocar a la guitarra y sacarle hermosos sonidos. Me dijo que si yo le ponía este artefacto a aquella guitarra que alguna vez me compró mi papá el mismo Paco de Lucía se pondría rojo de coraje a ver los lindos acordes y sonidos que yo haría.


Así lo hice. De momento, sentado como dos metros más adelante se encontraba un cantante de música pop al que le decían de chico el bola. Emanuel se me acercó para preguntarme si no me interesaba en comprar un bajo eléctrico. Lo buscó en una bolsa y me lo mostró. Le dije que no contaba con suficiente dinero para adquirirlo. Luego, hurgó en uno de sus bolsillos y sacó un tabaco de picadura negra. Miró el aparato que yo había conseguido para mi guitarra. Lo tomó y salió del lugar después de hacer la señal de la cruz…

Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra
Nec spe, nec metu
Estados Unidos Mexicanos.
03 de enero de 2010.

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