CLAUDIO ARCINIEGA # 5, MIXCOAC.

CLAUDIO ARCINIEGA # 5, MIXCOAC.







Llevaba ya varios meses que no tenia pensamiento alguno encaminado a los tiempos jóvenes en que yo llegué aventado por el destino a buscar la ayuda que nadie me brindaba y en la que pude darme cuenta que son contadas las personas que apoyen a alguien.

La casa de mi abuela la conocí en varias etapas. Primero a través de los relatos de Camerina. Ella me decía como fue que la comenzaron a construirla allá por los finales de los años 30.

Me decía que compró los terrenos un General conocido de mi abuelo el otro General.Luego se dividieron e hicieron dos casa iguales, que se encontraban entre sí.



Yo como les digo la conocí en 1960, años en que era un chiquitín. Recuerdo como me escondía bajo las camas cuando llegaba Don Poncho a meterme una inyección. O miraba los patios con plantas y flores y su árbol de Pirul.

Mi abuela era la encargada de darle vida a esa casa. Por las mañanas se levantaba para poner frijoles y luego yo para salir del fastido lavaba los patios, regaba las macetas, incluso algunas veces subía a la azotea para darle su barrida. También hacía reparaciones,tapaba los hoyos de las paredes con cemento y arena, o bien quitaba las duelas podridas y colocaba las nuevas. Era una linda casa.

Cuando Camerina murió, la casa también lo hizo. Una vez me fui a Guanajuato y al regreso la pude ver en ruinas. Nada del esplendor, todo se había terminado, ni siquiera agua había en la llave, los cuartos en abandono completo, cubiertos de polvo. Solo quedaban vestigios de que alguna vez alguien estuvo.

Como el espejo en donde se veía y se aliñaba los bigotes mi tío Lalo, o la estufa olvidada donde tantas veces cociné. Ahora no había nada…..

Tal vez apoyado por los recuerdos de su infancia mi papá decidió reconstruírla. Trajo materiales de cantera verde de Guanajuato. Mandó remodelar los cuartos, quitó los pisos destruídos y les puso piso de cemento. También quitó las puertas de vidrios pintados y puso nuevas puertas y ventanas. El comedor espectador de nuestras platicas de sobre mesa también cambió su aspecto.

Ninguno de los familiares cercanos quiso vivir en el nuevo lugar. Decían que espantaban. Ni modo que mi abuelita apareciera con los pelos mojados recién bañada y jodiendo a las almas vivas.


La casa quedó en manos de un homosexual al que se le rentó, y luego debido a los arreglos que hacen la gente, el marica la remodeló a su gusto y ahí vive sin tener escrituras del inmueble.

Anoche casualmente, llegue a mi casa. La miré nuevamente abandonada. Incluso revisé los pisos. Le dije a mi hijo el mayor que me llevara un martillo y un cincel y comencé a quitar lo inservible. Me percaté de que a mi padre se le olvidó cambiar un piso y mandé traer arena y cemento para arreglarlo.

En esas andaba cuando llegó un señor de barbas que me pregunto si en este lugar no se le había permitido vivir a un cadáver. Le expliqué que el cadáver era mi hermano Antonio y que como Arrieta tenía derecho a habitar la casa, aunque no hubiera vivido propiamente en el sitio. Antonio murió hace seis meses.


Así que terminé los arreglos de la casa familiar, pinté la puerta de entrada a su color original y también reparé los pilares y compré una cadena nueva y un candado. La casa debe quedar intacta. Tal vez las piedras no interesen a nadie pero es parte de aquel origen del que nadie de nosotros debió desprenderse.



Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra.
Nec spe, nec metu.
12 de agosto de 2011.
Estados Unidosd Mexicanos.


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