DEPARTAMENTO DE PASO, LA FRIA, ERNESTO..























Una mujer que se llama Emilia me entregó las llaves de un departamento  que tiene para las personas que van llegando. Y como yo soy uno de ellos pues me las dió.

Le digo a Emilia que solamente voy de paso. Mi  intención es irme a Quebec.  Emilia me miró y me dijo con trsiteza : ¿ Piensas dejarme?. Algo hay de eso le respondí.


La verdad no es que no quiera a Emilia, con ella viví lo que nunca . Todo funcionó de maravilla. Ella siempre recordaba cuando le dije que siempre  me hiciera el amor como sí fuera esa la ultima noche que pasaba yo en la tierra. Ella se trepaba en mí y se movía como ninguna mujer lo ha hecho..

Pero todo tiene su principio y su fin. Emilia no me iba a detener en mis aspiraciones. Una mujer siempre es un yugo. Ellas al conseguirte parece que te ponen un aro en la nariz y que serás su vaca o su buey en el mejor de los casos.


De ante mano sabía que en cuanto estuviera en Quebec me conseguría con quién copular, no habrá de faltar algún coño solitario.

Traté de cambiar el tema y le dije a Emilia que estaría en su departamento sólo unos días. Me acerqué a ella y le dí un beso suave  en la mejilla.


El departamento estaba bien arreglado, era confortable. Cada una de las habitaciones tenía un estilo particular. Donde me quedaría a dormir le pertenecia a un actor.

El actor colocó cuadros de unos que no conozco. Adornos delicados. Con que no me salga que este es puto. Bueno.


Arrojé mi maleta sobre un camastro y me dormí…

Por la mañana un hombre flaco me miraba. Me dijo que se llamaba Octavio, me extendió la mano y lo dejé de esa manera. No me gusta saludar a pervertidos.

Me levanté pensando en las lágrimas de Emilia. Por momentos pensaba arrepentirme. Pero en otros me entraba la fuerza de voluntad y me decía : Sí no dejo a esta mujer toda la vida o lo que me resta de ella viviré atado con sus cuerdas.

Emilia tenía dos hijas. Que eran producto del pendejo con quién se caso mucho antes de conocerme. Había algunas cosas que no me gustaban de ella era su afición a la borrachera, le encantaba el desmadre, las fiestas de barriada; la vulgaridad pués...


A mí la verdad este tipo de mujeres me causan algunos resquemores. Siempre terminan de putas.. De putas infelices.

El actor me dijo que estaba arreglando su cuarto. Que le estaba colocando maderas en las esquinas para darle un toque de elegacia. Pensé para mis adentros que a mí qué me importa, que le ponga lo que quiera..
Pasaron  dos noches con sus días. En este tiempo de espera le escribí una larga carta a Emilia para hacerle saber las razones por las que me iba. Y los argumentos que no me gustaban de ella. Posiblemente fui muy duro pero era la verdad. 


Para ser sinceros quería provocarle un enojo monumental para que se olvidara de plano de mi persona. Quien sabe.


La ultima noche que pasé en el departamento de Emilia me pasó lo siguiente.

A las once de la noche tocaron a la puerta. Dije con mi voz varonil: ¿Quién es?

Yo fue la respuesta.

De inmediato reconocí la voz de la fría.

Bueno pues esta hija de puta me sigue a todas partes que voy. Se mete en mis sueños, en mi vida personal, bueno ni cagar a gusto puedo porque ya está tocándo la puerta del baño.

Haciendo un esfuerzo por contenerme de mandárla a chingar a su madre le dije: Adelante…

La fría entro.  Se acercó efusivamente. Comenzó a besarme, me dijo que andaba eriza y que hace siete meses nadie se la coge.

Se subió a mis piernas, se sacó un pecho y me dio de mamar.

Acto seguido entró un hombre negro. Me dijo en inglés que ya tenía planchado mi traje. Le dije  a medios labios que lo dejara colgado en un perchero. Seguí mamándo.

Despúes pensé. ¿Oye fría y sí nadie te la ha metido últimamente porque no le dices al negro?.
La fría respondió que no les gustan las gentes de ese color.


A mí me gustan güeros finos como tú.¿ Finos dices? ni que fuera perro.

Yo seguí chupándo…




Son las doce de la tarde. O las doce del medio día mejor dicho. Estoy caminando a paso de hombre por la Avenida Juárez de la ciudad de México. Adelante y solo a unos metros camina Ernesto. Viste un saco de tela café aproximándose al mamey.

No quiero que me vea. No me place  tener que encontrarme con un muerto. Y que me quiera platicar la historia de su vida.

En un balcón hay un gringo anciano. Me mira, me llama. Me dice el men que  sí quiero dinero.

¿ Y porqué me quieres dar dinero tú? ¿ Y a cambio de qué?.

A cambio de nada . El viejo se sonríe. Acto seguido me arroja billetes de cien dólares. Me grita que los levante que son míos..

Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra
Nec spe, nec metu.
17 de junio de 2013

Estados Unidos Mexicanos.






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