MANOEL




























 Es tiempo de que me siente. El calor de la tarde  es intolerante. Quizá lo es más que yo.

En este mundo no hay más serpiente que mi propia persona.


Todos a mi paso  se atemorizan. Mi andar  es insolente, siempre derecho, mirándo a todos grosero, despreciándo, a cada uno de ellos.

Una mañana que  azotaban a los esclavos  noté que uno intento escapar de los azotes merecidos. Lo sujeté del cuello y le dije que no escapara los azotes eran por su bien. El negro   asustado comprendió que debía soportar el castigo. Era su destino..


El dueño de estas personas que en este tiempo se les llaman animales esclavos o nada me miró con cierta admiración. Se acicaló el bigote y en dijo que en la plantación de caña necesitaba a un hombre como yo. Duro, implacable. Le gustaba mi estilo al hijo de puta.


Pasaron los días hasta que me mandó llamar. Me dijo que sí había pensado en ser su capataz. Acepté. Con dos palabras . Yo comunico las cosas con la mirada y mis actos de furia. Soy intenso. Nadie se atreve  a meterse conmigo..


Luego de las faenas los esclavos se metían a los galpones. Yo intentaba quitarme los calores.

Las hijas del hacendado doncellas de  quince años,  me escudriñaban, luego se burlaban  en mí presencia. Hasta que una tarde ya casi de noche seguí a una de ellas, la que se dice era la más cabrona. La agarré detrás de unos matorrales. Ella intento sacudirse pero no pudo hacerlo. Me la cogí y me la cogí lo que quise. Para eso soy una animal….

Así entre el trabajo, las faenas, el azotar a los esclavos y preñar a las hijas del hacendado pasaron los meses.
El hacendado notó que las barrigas de sus tres hijas fueron creciendo. Por supuesto que enfureció. Cosa que no me importó para esos soy la cobra. Este fue y le contó el chisme a los demás hacendados. Pensaron en sacrificarme pero me tenían miedo. Así que me  propusieron que me fuera a Africa a comprar esclavos. En la plantación brasileña faltan muchos. Siempre morían.



Acepté y me fui a Africa. Ahí me tuve que enfrentar a los que mandaban en esa regiones.
Ellos  siempre han pensado que los hombres blancos son el diablo y con justa razón. Les impactaba el tono azul de mis ojos y la furia que despedían.


Me encontré con  que había un  príncipe loco.  Un rey déspota y mucha carne que servían para mis propósitos.

Me ofrecieron derrocar al rey. Cosa que acepte. Esto me daría poder.

Tuve que aleccionar a una manada de mujeres que según decían eran más valientes que los hombres.

De las mujeres me gustaba su valor y  sus pechos que mostraban sin pena alguna.

Cuando decidimos combatir y nos encaminamos al palacio real resulta que  el rey como si fuera una mujer al saber de su derrota dijo: Esta bien me voy a dormir…

Pensé que le deberíamos de cortar la cabeza por lo menos pero las mujeres me detuvieron para decirme que sus putas lo estrangularían.

Después tuve un cargo importante con el nuevo rey o el rey loco. Todo iba bien hasta que me desconoció…
Me tomaron preso y como un animal  que ha sido cazado me llevaron en andas. Me trataron como perro y ni agua me daban..

Unos partidarios míos me rescataron.

Volví a tomar  fuerza y control de las cosas.

Luego llegó por mar unos de los brasileños que me había enviado a este lugar. Me dijo que necesitaban más esclavos pués con los trescientos que le enviaba periódicamente no eran suficiente. Me dijo que las  tres hijas del hacendado ya habían parido.  Entonces hice cuentas de  que con estos tres hijos más los que había tenido con las africanas hacían una suma de  setenta y seis.


He sido un hombre prolífico. Con decirles que en lo que escribo estas líneas me estoy acordando de una  africana   que tengo guardada especialmente para cuando ando temperamental.

Debo de dejar de escribir. Ahora regreso.



Voy al agujero en donde están las esclavas que mandaré al Brasil.


Me asomo y busco entre cientos de mujeres a la especial. La descubro. Le hago una seña, ella ya sabe. La mujer sube por la rustica escalera. Puedo ver sus senos erectos, es una mujer joven. Le digo que me siga, la llevo a un cuarto que mira al mar. Le pido que se ponga en cuatro patas y como animal que soy le doy y le doy hasta quedar exausto..

Regreso a la escritura.

Decido escapar, ya es tiempo de ajustar cuentas con los hacendados brasileños.

Camino por las orillas de la playa. Busco una barcaza que pueda aguantar. La miro, la barca es enorme. Intento aventárla al mar pero   tiene gran peso. La jalo con un lazo y no puedo. El agua me azota y me lleno de arena. Parece que estoy derrotado. Un contrahecho me mira. Pero no hace nada para ayudarme. ¿ Qué puede hacer un contra hecho por mí?..


Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra.
Nec spe nec metu
Estados Unidos Mexicanos.
29 de abril de 2013.








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