PAJAROS VOLANDO EN ESPIRAL




PAJAROS VOLANDO EN ESPIRAL



Aún faltan muchas cosas por hacer y sin embargo al no respetar las reglas para que la convivencia se pueda dar entre este mar de pensamientos , en donde uno es capaz de bajarse de su panel y luego discutir porque el otro le dio un cerrón y luego busca su arma y se siente con los huevos muy grandes. Luego forcejean y con su misma arma es privado de la vida.


También hay otros que sin pizca de orgullo se suben al sistema de transporte y arrastrados como si de animales se tratara buscan tus zapatos y con un trapito intentan limpiártelos. No hay dignidad en las gentes. Así otros en la impunidad de vivir en el país en donde todo ocurre deciden en su albedrío rentar bodegas amplias. Luego se instalan, y excavan túneles que los llevan a los tubos de gasolina y con en cinismo y las risas de quién sabe robar, llenan pipas.


Luego venden el producto en los mercados del hampa. Y solo hasta que los descubren, ponen sus caras de yo no fui señor. Se lo juro por mi madre.
Otra dice que está arrepentida de haber participado en un secuestro y que cuando supo que agarraron a otra en su lugar estuvo a punto de buscarla para pedirle perdón.

En aquella cárcel quienes están obligados a cuidar a las presas, las llevan a otros penales para convertirlas en putas, son la mercancía de la carne, la impunidad en las acciones, en los mismos rostros de quienes se dicen servir a la sociedad.


También hay una mujer francesa que dice que la acusaron injustamente, que todas las pruebas en su contra son pura mentira, incluso explica que el poder que tiene la va a usar. Hasta El presidente galo ha tomado como suyo el asunto.

Y no quedando más te dicen los medios en color, que por las mañana nacional un grupo de individuos viajando en sendas camionetas y armados con altos poderes, se apropian del pueblo y Creel es sometido.

Algunos de los matones bajan y buscan en unas casas, luego se puede ver en blanco y negro las ráfagas del fuego, caen dos mujeres y secuestran a otros más.
No hay tranquilidad, luego enciendes un cigarro y piensas luego de mirar la fotografía de un viejo poeta de bastón y canas que ya ha llegado la hora de también dejar tu legado a la humanidad.


Ahí está, acompañado de Cristina parados de lado de la puerta de la bóveda en el corazón de Madrid . El hombre deja papeles que después de cien años a nadie le importarán.


Lo que debería de dejar este poeta que se siente distinto porque tiene un mundo aparte más allá de las estrellas . Debería dejar lo que dijo alguna vez Yupanqui : vete a mirar los mineros los hombres en el trigal y cántales a los que luchan por un pedazo de pan.
Porque acudir al apapacho del poder del rey Juan solo sirve para adular el ego del interesado. Pá que mas.

Así que sin ir más lejos, ni cruzar el océano Atlántico , dejaré pá todos, las acciones de mi voz, un saludo al hombre sincero , una sonrisa amable.
Si puede usted déjele un plato con sopa o regale unos tacos. Pero no deje papeles que con suerte buena o mala nada valen.

Me dice que se encuentra en aquella casa contigua donde vivía Eloísa. En la habitación del fondo hay una ventana, también algunos muebles que aún recuerda, incluso no ha olvidado los tonos de pintura, ni que en el cielo raso alguien colocara cuatro agujeros para que respirara la manta. Por allá casi enfrente de usted se revuelcan dos pinacates, hay cochinillas y algunos gatos.

De momento entra Eduardo con sus manos de literato y sus lentes de pasta.
El tiene una mirada de ojos cafés, cabeza semi calva , ojos discretos pero inteligentes.

No llevan ningún papel en las manos. Entra y le dice asustado que deben de limpiar los muebles, quitarles el polvo y las telarañas. Usted pretende no hacerle caso, pero este insiste. Luego con una camisa, quiere y le exige y la toma de una manga, hace pases que por momentos parecen mágicos, absurdos pero mágicos. Eduardo me dice que en ese lugar hay muchos demonios o diablos de la chingada . Intenta explicarle que no hay ninguno por ahí. Que en esa casa solamente vivian él, Eduardo , y le dice que está muerto.

Pero insiste y sin hacerle caso continua con sus movimientos. Gira la camisa de aquí para allá y de allá para acá. En esas anda cuando sin explicación el trapo con botones comienza a incendiarse. Hay un fuego que provoca pestilencia. Luego arroja la bola incendiada y gira para verle. Le dice que tiene razón, pero que este hecho no terminará ahí.

De momento por la ventana, o más bien por el hoyo que hay en un vidrio penetran dos pájaros negros, no sabe usted si son cuervos o chachalacas. Los animales comienzan a dar vueltas en espiral, suben al norte para posteriormente desplazarse al sur del suelo. Se acercan a los pies de ustedes dos, pero Lalo es etéreo. Para confirmar su dicho intenta tocarlo por el hombro pero su mano lo traspasa.

Los pájaros, comienzan a despedazar la camisa que por esos momentos ya está convertida en una maza negruzca. Comen ese hollín, luego dando saltitos, se acercan a un recipiente que Don Herman dispuso para que los gatos tomaran agua.

En esa escena se encuentran cuando entra el señor Cline llevando con él dos bolsas. Una de ellas contiene abarrotes, la otra dos litros de leche. Coloca uno de los litros y con su dedo pulgar oprime el sello rojo que protege al lácteo. Alza su mano con vello rubio y la ingiere hasta terminarlo.

Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra.
Para elpueblodeletras.
Nec spe, nec metu
Estados Unidos Mexicanos.
23 de abril de 2010.

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