MI CARLOS CANO



Mi Carlos Cano,



por Antonio Burgos


Por el río te fuiste, te fuiste por la sombra a la Caleta inmensa del color de la muerte, que se ha vuelto de plata de los duros antiguos. Llevadme a la Caleta, muchas veces dijiste. Y a estas piedras te traigo, memoria de mi pueblo, garganta de sus voces, corazón de sus hambres, ilusión de sus ojos, espejo de sus cielos, estribillo del alma, Carlos Cano Fernández, andaluz de una copla donde cabe la vida, donde cabe la muerte que proclama este viento de amores de utopía, donde cantan tu fado de raya portuguesa las marías viñeras del tango de la plaza y en el aire ya vemos aquella blanca y verde que nos quitó las penas, a duras penas siempre.
Me han dicho tus gaviotas de Alameda y de faro que el alba de este día tan triste de diciembre alumbró en los aguajes la alegría más triste, tiriritrán decían por Granada las nieves, tiritando de penas de estación de emigrante, la maleta que atabas con cuerdas de guitarra y el nombre que llevabas escrito en la libreta, Dusseldorf, Salustiano, el sol sólo nos queda, la luz que nos recuerda que La Habana está cerca, que el Malecón se llama como lo bautizaste, negritos con salero y son negras las teclas de un piano en Sevilla donde novias antiguas le escriben a embarcados las cartas que no llegan, que el bergantín naufraga con la luz de este día.
Mira, Carlos, las piedras, tus piedras caleteras. Sus nombres te sabías traspasando esta puerta, donde los marineros, en recacha del viento, a este azul hoy tan triste le llaman el celaje. Las piedras caleteras donde ahora te traigo me recuerdan tu vida, tu ilusión, tus poemas. Llegaste aquella tarde, autobús de La Alsina, la guitarra en la funda de cuadros escoceses, tu voz de libertades diciendo que a la calle, a proclamar la honra de sentir esta tierra y aventar abejorros, qué horror de clase media. Y las placas antiguas que tu madre escuchaba en radios de cretona, tricolor Chiclanera, y buscar las raíces en donde nada engaña, en la vida, que es pozo que llena muchos versos. Y La Habana tan cerca, no salsa, zarzamora. De allí llega este barco cargado de habaneras y Pericón tomando café de pucherete y un coro ya en la plaza proclamando la vida, no es canción, que es la copla, pues te sale del alma.
María es portuguesa, su dolor es de todos. Mari Cruz, maravilla, ha callado la fuente. Rocío no florece capullitos de patios. La dignidad que tienen para siempre las coplas se la dio con su temple de hombre de Granada este andaluz entero, corazón de su tiempo, el de pelos rizados, de camisa y guitarra, de escenario y proclama, de niño saharaui, de cubanito nuevo, del hijo al que enseñabas a andar por estas calles de cierros y azoteas, a ver venir los barcos en estos miradores, capitán imposible de goletas de sueños. Hoy Cádiz más que nunca se llama Carlos Cano.
Fuente : Lanillo .com destacados.
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