PANTALLA QUE EXPLICA TODO, TOROS MONEDAS DE CINCO PESOS

PANTALLA QUE EXPLICA TODO, TOROS MONEDAS DE CINCO PESOS.






Usted descubre de momento que llegó a la Gran Bretaña. Eso lo sabe porque se detuvo en puesto de revistas y un diario decía sobre una noticia que acababa de ocurrir en Londres.

Es una sala de confort medio. Algunas personas se disponen a presenciar algo que no saben. Decide sentarse, mira para atrás y tres filas allá descubre la cara de Rubén Olivares, le falta un diente. De su boca salen toda clase de ocurrencias que solo usted entiende, los demás no entienden ni jota.

Se apaga la luz y de inmediato una pantalla de resolución se enciende. Múltiples imágenes y una voz en off dice que este adelanto tecnológico es capaz de decirle todo . La verdad en una pantalla.

Sin que se enteren decide recuperar los rostros, todos son máquinas, ya no hay corazón en las personas. Una voz sonora le pide diga que quiere saber o recordar. Usted le dice al aparato si puede envíarle ese recuerdo cuando andaba sin zapatos, jalando uan lata vacía de sardinas en donde le colocaba un cordel y este era su carro.



De inmediato sin saber cómo carajos le hacían, la máquina desplazó su pequeño cuerpo, incluso le mostró la cicatriz diminuta que recién se había hecho. Usted llevaba una camisa con figuras de alacrán e incluso el copetito cuadrado que le dejaba el peluquero en el coco a rape.

Esa sí era felicidad, su rostro denostaba lo que es la infancia, sus altibajos, pero lo que sí no se puede negar es que aunque la pobreza siempre andaba en chinga nunca perdió la solidaridad para con los demás.

Media hora más tarde llegó la fría. Hace rato que no se entrometía en el sueño, pero esta ocasión sí le valió. Se sentó en sus piernas , le tomo con sus manos la cara y comenzó a besarle. De inmediato se le coloreó el rostro, la fría entró en más y espaciadamente se daba de sentones con el propósito de sentir su bulto.

Más tarde caminaba por un empedrado. Un señor con el porte de Jaliciense, llevaba un toro pequeño. Le picaba con un punzón, el animal alzaba la cabeza y no le quedaba más remedio que seguir calle abajo.
De lado usted viene caminando, por la espada viene otro toro de la misma raza. Este al sentir que es su enemigo, se le deja venir. Si no lo hubiera esquivado este le mete el cuerno en la parte cercana al hígado. Le dice al ranchero y este se limita a voltear para otra parte como sí no hubiera escuchado nada.

Ese tipo de actitudes le molestan , así que le dijo que quitara ese toro porque le causaría una herida. El señor se colocaba su moño y su rostro se tornaba circunspecto.


Luego entró a su casa, y no le importó que el otro animal continuara con su necedad de atacarle. Tanta insistencia logró que se enojara. Le tomo por la cornamenta y le dobló la cabeza, luego lo trepó en su lomo. Curiosamente el animal no pesaba, era como de papel . Se acercó hasta la casa del individuo. Arrojó a la bestia que para ese momento ya no era tan noble. El astado se estrelló en un cristal que por supuesto se hizo añicos. Luego tomó las formas dispersas de los mismos cristales.






Ya de regreso y sin boleto previo decidió pasar por un puente de alguna colonia extraña al oriente de la ciudad.

Es un puente de tres niveles. Primero se llega al descanso, luego se sube por tres escalones y continúa para arriba. Bien. Estando en el tercer nivel recarga sus brazos mientras juguetea con dos monedas de cinco pesos. Es tanto el movimiento de sus manos que las monedas se rebalan y caen en el segundo nivel. Por fortuna este dinero no cae a ras del suelo sino que se queda en el nivel de en medio. Pasa una mujer cubana , esas que habla de oye tú chico. Se agacha y recoge las monedas. Usted le chifla ala mismo tiempo que le grita para decirle que esas monedas son suyas. La mujer le mira de reojo pero no se regresa. Intenta escapar. Usted sabe que no la alcanzará debido a la distancia que los separa. La frustración le acompaña y sin más le dice a gritos que es una ladrona a demás de jinetera.

Enojado baja pero a paso lento, penetra a una iglesia en donde están ofreciendo una misa. Usted para eso ya no cree en nadie. Se cruza entre los fieles en donde hay otra puerta que acorta la distancia para salir nuevamente. Un cura se ofende porque usted no intenta quedarse a escuchar la palabra de Dios. Le sigue. Para ese momento usted ya sube una escalinata en donde a la mitad pierde un zapato.

Original de Alfredo Arrieta
Para el pueblodetierra.
Nec spe, nec metu.
Viernes 15 de abril de 2011.
Estados Unidos Mexicanos.

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