JUANITO
JUANITO EL PERITO AGRICOLA
Dicen que los recuerdos son lo más bello que posee el ser humano, y cuántas veces, cuántas veces recorres los tiempos aquellos que jamás han de volver, y que seguramente están por ahí en cualquier lugar, durmiendo el sueño eterno, para que de momento te sitúes en esos gloriosos años del pasado.
Tu memoria se detiene en aquella calle de revolución, de cuando la cruzabas súbitamente retando al tren crema y verde cuyo conductor insultaba al que osaba cruzarse por su vía. Tu abuela decía que quién provocaba los accidentes era un tonto, porque el tren siempre va por su vía. Te encendía la luz del faro al mismo momento que movía su mano por la ventanilla y era capaz de mentarte la madre que tú alcanzabas a escuchar: chinga tu madre, madre, madre, madreeeeee¡...... Esa ofensa te importaba un reverendo bledo.
Creo que eran los años 72, tú estudiabas la secundaria por aquellos lares de Bucareli, la técnica revolución que dirigía el amigo de siempre Jorge Pineda. Llegabas al sitio rector con su enégico carácter, manda por aquí y en todos lados.
Una mañana de esos tiempos te mando traer para pedirte que acudieras a su casa a pintar el enrejado principal, quedaste de acuerdo y un sábado llegaste por los rumbos mejores de Ecatepec. Aún te ves pintando de azul lo complejo de su herrería, cuando de momento llegó un joven de unos 34 años, su auto era uno de aquellos ford mustang que todos llamabamos mach guan, aceleraba a poquito como para demostrarte el poder de su pinche máquina 352. Te preguntó por Jorge, y respondíste que seguramente se encontraría en la escuela. Te dijo ahí nos vemos, metió su pie a fondo y se alejó como pedo.
No debieron de pasar más de veinticinco horas, llegó el tiempo de clases, viste a Jorge llegar como siempre enérgico y con su micrófono en la mano. Les dijo que ese lunes no se llevaría a efecto el honor a la bandera porque había fallecido el mentor de nombre Serrano Lira. La pregunta de todos era: ¿ Quién es Serrano Lira ?.
Un tren se aproximaba con su impactante poder sobre las vías de verdad, su luz era como un ojo de cíclope que amenazaba a todos, devoraba los cientos de centímetros haciendo sonar los múltiples fierros que chaca que te chaca que te chaca.
Serrano Lira decidió que él era un macho de México y que ningún pinche gusano de fierros usados lo podían retar, así que atravesó su poderosos mach guan con el pie hasta el fondo. El impacto debío ser muy fuerte, lo arrastró cien metros, su cuerpo se enredó entre los fierros apachurrados, mezclado con su sangre y sus sudores, allí se le escapó el alma y por lo consiguiente la vida.
Acudiste a la funeraria en San Fernado, estaba todo el cuerpo docente, hiciste guardia pero tú no sabía quién era el muerto. Al colocarte a la altura del vidrio impecable miraste con disimulo y ahí estaba el rostro del dueño de la pinche máquina 352 .
Después caminabas por la calle de San José Insurgentes y mirabas a los novios pasar, mirabas a los perros mover sus colas y veías caer el chorro de agua sobre la fuente, en ese glorioso parque de la bola.
Al caminar siempre tuviste la maña de entonar canciones como en un ejercicio que permitiera hacer más corto el camino: “ Sí al ir manso a doblar un recodo hacia el mar y vieses los ojos de esa muchacha, detén tus aguas y pregúntale sí aún se acuerda de mí”. Mientras tu cantabas esas letras y tarareabas y tarareabas, te preguntabas sinceramente. Cómo es posible que la canción viaje de tan remotos lugares. Primero sale de una idea, después se trasforma en texto, alguien la escribe, le pone un vestido musical, la graba, se empaca en un disco elepé, se le coloca una foto de impacto, se editan cientos o miles de copias iguales, se van difundiendo por todos lados, llegan a la radio y cientos de cabezas y oídos la empiezan a escuchar.
Por ejemplo veo esa foto de Juanito en franca amistad con ese burrito que se deja acariciar amablemente y lo veo cuando estaba estudiando los enigmas de campo,el peritaje agrícola, de mirar los viñedos, el tordo , los árboles y los ríos.
Recuerdo con cierta nostalgia su canción dedicada a la natura Arena y limo y aquellas palabras de Yupanqui que decían que abajo del pavimento estaba el campo.
En esos años Juanito debió escribir ese magnífico disco que no tenía título pero que tú le pusiste mi niñez porque tú tambien tenías un gato peludo y un tren de hoja de lata. Y cantabas por esas calles de Dios un raro catalán que no era catalán pero que sonaba a la oreja bastante parecido. También fumabas un cigarrillo y continuabas la oda al amigo río que casualmente treinta y cinco años después descubriste que el amigo al que Juanito le cantaba que no era otro que un río fresco deslizándose por las lomas y dándo su frescor a los poblados y a las gentes.
Material de archivo de Alfredo Arrieta Ortega.
México.
Gatodelperro2000@yahoo.com.mx
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