DEAMBULANDO POR UN MERCADO, PELEA A CUCHILLO, JIRAFAS Y ACUDIR A EXAMEN ESCOLAR.

DEAMBULANDO POR UN MERCADO, PELEA A CUCHILLO, JIRAFAS Y ACUDIR A EXAMEN ESCOLAR.





El intento por seguir despierto. No pudo ser a pesar de que me pegué los párpados con masking tape. Mis ojos se cerraron, se pusieron rojos y sucumbí sucumbí….

Me mandaron al mercado a comprar algunos productos básicos. Yo te confieso que no era de los niños que se quedaban con los cambios. Siempre pensé que ese era el inicio para delinquir.

Mi madre sacó de su bolso particular un billete de cien pesos. Cien pesos.. De aquellos que tenía la cabeza pelona de Miguel Hidalgo y era de color café amarillento.

Caminé por la ruta del Charco Azul que en realidad era un callejón de laberintos en donde nunca por más que le busqué hubo un charco de tonalidades celestes…


Entré al mercado del abasto. Saqué mi lista: Uno cincuenta de pimienta, dos pesos de aceite,un puño de sal en grano, un cuarto de arroz, un diente de ajo…..

Un señor que era el encargado me hablo para decirme que necesitaba. Le mostré mi papel y fue buscando entre ese monte de productos..

Me dijo sobre los ajos que sólo tenía unos que le llegaron de Guanajuato. Me mostró la hortaliza y era un ajo en verdad grande. Al grado tal que no cabía en mí mano. El señor rió y me dijo que estos productos del campo era así de grandes porque dicen que a un campesino unos seres de otros mundos le entregaron la fórmula para que las verduras y hortalizas de cualquier tipo crecieran gigantes.

El hombre me regaló una bolsa y salí….

Debo de explicar que me encontré con unas calles nuevas. Levanté las orejas y me puse alerta. Por estas zonas siempre abunda el crimen y el hambre…


Una calle estrecha como esas que hay en México en la Colonia Pensil me llevó hasta una construcción húmeda. En sus paredes se podía notar el musgo y hasta gotas de agua. El piso mojado y en el cielo precisamente caía una lluvia pertinaz.

En unos cubículos oscuros, unos maleantes se daban baños de tierra verdosa con una textura parecida al lodo. Un hombre joven me dijo mientras se untaba que carajos andaba haciendo en ese lugar. Le dije que estaba perdido, que acababa de salir de un mercado y de pronto me encontré ahí mismo.

Me tomó del brazo y comenzó a estrujármelo. Me dijo con palabras graves que me enterraría un cuchillo. Comenzó el forcejeo. Recordé que cuando me enojo soy un Pit bull. Primero intenté sacar mi gran ajo y golpeárle la cara. No fue así. El señor tendero debió suponer que yo andaría por barrios de peligro y me echó también un cuchillo recortado. Lo saqué. El hombre enlodado,me rasgó el brazo derecho, mi sangre se mezcló con su lodo. Nunca lo hubiera hecho. Cuando veo mi sangre me convierto en lobo.

Saqué los dientes y comencé a morderle. No porque me veas indefenso no me voy a defender le dije. Después le hice una raya con mi chuchillo. Para terminar se lo hundí tres o cuatro veces en su estómago respingado. El hombre se desvaneció. Era tanto mi enojo que me recosté sobre él y le volví a acuchillar, el hombre ya no resollaba… Los demás, solo me miraban y no podían entender como un niño casi joven hubiera llegado a esos extremos….


Me dí la vuelta, la almohada estaba babeada…..


Le dije a Gustavo que nos dieron para el día miércoles la cita para presentar un exámen. Así que acudí a su casa. Después de que se acicaló salimos…

Al poco rato entramos a una sala de oficinas en donde jugaban una jirafa y un pequeño coyote. El coyote intentaba morder el cuello largo y la jiraba lo meneaba de aquí para alla.
Después llegó aquél maestro que nos enseño escritura muscular. Ahora era entrenador de bei bol. Nos saludó y se retiró.

Llegó una chaparrita que supusimos era la maestra. Le preguntamos por el exámen nos respondío que sería el miércoles pero que yo ya no tenía oportunidad porque era extemporáneo. Gustavo se fue en un tumulto. Su intención era ver el juego. Yo quise hacerlo pero este juego nunca acabó por interesarme.

Así que pensé irme a mi casa.

Busqué las posibles salidas pero no encontraba ninguna. Unos señores hablaban. Los dos eran hombres flacos. Les pregunté como se salía a la calle. Uno de ellos me señaló una jaula de alambre. Me paré solo hasta que detrás de mí llegó una mujer que en el uso de su abuso intentó penetrar primero. Se hizo una fila grande. La jaula se detuvo enfrente de mí . Me olvidé que soy un caballero y aventé a la bruja. Le dije que para entrar había que formarse. Una mujer anciana se rió de mi ocurrencia.


Salí para buscar en donde sentarme.

Una vez colocado a gusto. Me coloqué la mano sobrela boca y comencé a escupir tuercas y tornillos. Uno a uno fueron saliendo. Tú dirás porque los tornillos. Es que algunas veces intenté arreglarme la boca y las tuercas y los tornillos caían al interior. Se deslizaban por mi esófago hasta posarse en mi estómago…….

Original de Alfredo Arrieta
Para el pueblodetierra.
24 de enero de 2012.
Nec spe, nec metu
Estados Unidos Mexicanos.

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