EL NIÑO YUNTERO/ MIREN MIS MANOS.

EL NIÑO YUNTERO.




Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra,
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
resuelve mi alma de encina.

Le veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
u declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.
Miguel Hernández.
España.

MIREN MIS MANOS.




Hace unos días recibí un correo de los Estados Unidos en donde me decía una señora que cuando escuchó este poema de Miguel Hernández y musicalizado en el año de 1971 por el compositor catalán Joan Manuel Serrat no tuvo más remedio que quedar conmovida. Incluso me pidió si fuera posible traducirlo al inglés. Debido a que sus chiquillos no hablaban castilla.

Quién no puede quedar conmovido al escuchar esta obra de amor sencilla y a la vez demoledora.

Unos años atrás en alguno de esos raros documentos de TELEVISA, una periodista de quién no recuerdo su nombre realizó una serie de reportajes por los rumbos de Los Reyes en El Estado de México muy cerca de la capital de México. Llegó con su cámara y su micrófono. Era un lugar donde con un barro cientos de personas se daban a la tarea de elaborar ladrillo rojos. Ahí había un niño que trabajaba con el abuelo. Este hombrecito nuevo sentado en un montículo miró con sus ojillo a la periodista que se acercaba . Le preguntó por su nombre y comenzó a hablar. El niño le dijo que salía de su cuarto como a las cuatro de la mañana y que su trabajo consistía en trasladar cientos de tabiques de un sitio a otro. Le mostró como se los echaba en la espalda, aguanto como 12 le dijo. Era obvio que las condiciones de vida del chamaco era igual a la de cientos de niños por toda la República de Mexico.

Posteriormente el presidente del municipio, se sintió observado y a las semanas acudió al mismo lugar acompañado de la reportera de la televisión. El alcalde se mostró conmovido al igual que la señora estadounidense por las carencias de este niño sin felicidad. Ahí frente a las cámaras que lo grababan le dijo que el gobierno del municipio le daría un apoyo económico para que entrara en la escuela, y pudiera comprar los cuadernos. Le prometio alguna beca y otros beneficios.

Algunos años después la misma reportera acudió al mismo lugar. Preguntó por el niño, algún lugareño le pudo dar referencias. La mujer caminó para encontrarse encima de una pila enorme de ladrillos a un joven como de 20 años. El muchacho se sonrió al reconocer a la periodista. Ella le preguntó como había sido su vida todos estos años.

El joven dijo que el presidente del municipio solo fue esa vez en que ella lo acompañó. Se le preguntó por el estímulo económico y el joven sonrió. Era evidente que nunca lo obtuvo . Ni tampoco la beca ni nada. Lo único que recibió fue una mentira.

Ayer en otra televisora otro niño yuntero de diez años habló. Tomó el micrófono y en forma directa dijo que él tenia ganas de ser una persona de provecho, estudiar, comer como la gente. Acto seguido les mostró las manos y les dijo : Miren mis manos . Las tengo así por el trabajo de la pizca, y aún tengo risa y el sol me quema pero yo no quiero terminar de drogadicto. ¿ Sé que la vida es dura , pero yo al igual que otros niños mexicanos merecemos esto?.

No sé bien a bien como encontrar la formula para abatir la miseria . Este tema lo escucho casi desde que nací. Escucho a hombres que se dicen prominentes hablar de ella y sin mostrar las agallas de este niño de la yunta, hablan y hablan, visten los mejores trapos, asisten al gourmet, viajan en carros nuevos. Y son capaces de hablar de la pobreza.

Si buscamos en sus carteras comprobaremos que los impuestos que todos los seres cautivos pagan los tienen ellos .Si nos entrometemos en sus nominas sabremos que sus salarios son insultantes. Y ellos hablan de personas en situación de calle. Ostentan su frivolidad por donde quiera que vayan. Se dicen socialistas y los puedes ver viviendo en la colonia Condesa, y cagando entre finos acabados...

¿ Quién salvará a estos chiquillos menores que un grano de avena?
¿ De dónde saldrá el martillo verdugo de estas cadenas ?...

Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra
Nec spe, nec metu.
Estados Unidos Mexicanos.

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