LA MEMORIA ,UNA CANCION DE SERRAT


LA MEMORIA , UNA CANCIÓN DE SERRAT Y LAS BARCAS QUE POR LAS MAÑANAS VUELVEN...

Por Alfredo Arrieta Ortega.

1986.


Tal vez no sea suficiente o necesario profundizar en cuanto al análisis concienzudo de lo que la canción popular representa, o el porqué de este generoso canto. La radio se encarga de difundir, “ para el bienestar social “, tonadillas pegajosas, cursis y repetitivas. Otros medios llegan al descaro de dar a supuestos privilegiados por el bel canto, y por méritos personales o lucimiento en el mundo del disco, premios o regalías que que dan vergüenza, a cantantes que no cantan, ayudados necesariamente por la avanzada electrónica del master digital.

Sin embargo, en este inmenso mar de gritos y voces, de saturar el cuadrante con música sin contenido alguno, al menos para el que tiene despierta la conciencia, debo decirle que despojado de influencias de índole mercantil dispuse recapacitar sobre una de ellas, de entre las miles que existen y que difunden sin medida ni recato.

Para ser sincero, no imaginé en ningún momento retroceder en la máquina del tiempo, la de Welles, no imaginé retrospectivamente caer a esa etapa de la adolescencia en donde mis recuerdos ahora, hoy por hoy se estacionan. Puedo decirle que mi habitación se ocupaba con aquél escritorio gris, sacado de un despacho, y que por suerte servía para depositar calzones, calcetines y otras lindezas, nunca se vio repleto de clips, hojas, fotografías de la amada, de los hijos, pero eso si, con múltiples quemadas de cigarro. Además de esto, dos camas en hilera, e infinidad de ropa sucia acumulada por quincenas completas.

De las paredes que puedo decirle; lucían maravillosas, inmensas letras a crayón indicaban quienes eran los dioses de esa época de ensueño: Jimmy Hendrix, Morrison, Los Beatles de Liverpool, Donovan, Bob Dylan y su piedra que rueda. Siempre esperé la respuesta del viento y nunca llegó. Además un tal Carcacho, qué nunca supe quién era. Más allá, por el otro extremo, la pared decia : Rolling Stones, con el hocicón de Jageer y un zapatito colgado de un clavo. Duró así años...

Mi hermano, el mayor, el que se fue de la casa cuando comprendió que las cosas no andaban bien, representaba el clásico ejemplo de la rebeldía juvenil, y siempre de huarache a tres puntadas, de cigarro contínuo, de pelo largo como las mujeres. Este, mi hermano, utilizaba la guitarra acústica española para arrancarle sonidos de rock, o canciones de los Doors, y yo me preguntaba ¿ porqué ? . Si este tipo de instrumento es precisamente para hacer música seria, para manifestarse en forma por demás bella y hacer la delicia de los hombres cultos.

En una ocasión, mi hermano llevó a casa de la abuela, instrumentos y greñudos, recuerdo que uno de ellos cantaba bien los refritos tradicionales. : la casa del sol naciente, flores en tu pelo y 16 toneladas; six teen tons para los letrados.

La abuela, de capa y espada desenvainada solo acertaba a mover la cabeza y se reía en complicidad conmigo. Un tío pasadito de moda, se animó por la terulia y dio el “ palomazo”, con piano y toda la cosa, esto le valió el aplauso del poco respetable, y la intención sana y abierta para unir dos generaciones en torno a un sentido común: la música. Así la calle 12, ese viejo charleston, sonó diferente.

Pero también es justo decir que existían entre los jóvenes otro tipo de inquietudes musicales. A mí, me importaba un soberano pito el rock y toda la bola de melenas, así que me encerraba en ese cuartito que le explico para hacer sonar ese tocadisquito portátil sin fidelidad alguna, fuera de moda. Imagínese que son las seis treinta de la tarde, cuando oscurece temprano y sólo alcanza a divisar un foco encendido. Suponga usted que extrae el estender play ( larga duración ), aunque ninguno fue larga duración pués desaparecieron para engordar otras colecciones. Imaginese que coloca el brazo del gira disco dirigido al surco, en la tercera línea y en 33 revoluciones por minuto. De pronto escucha que dicen : “ El rumor del mar al alba y una playa llena de algas que irán secándose al sol./ El sabor salado de las rocas y el vuelo tranquilo de las pocas gaviotas que entran en el puerto. / Las barcas que por la mañana vuelven, las redes que en el muelle duermen y las viejas calles empedradas./ La iglesia humilde y pequeña y entre la niebla perdida, lejana y gris la ciudad. / Me hablan de Marta.”

Con esto el pensamiento se traslada a un lugar marinero, lejos del aire contaminado y de las “ fábricas que no dejan respirar “

Imagínese que la misma voz dice : Las blancas casas del pueblo y el hombre viejo que canta coplas mientras va vendiendo pescado/ y la mujer que con desgana mueve entre sus manos la lana/ ( quién sabrá que es lo que teje ).
El castillo , la isla pequeña. / la cueva el faro y la ermita y los amigos de otro tiempo./ el reloj que no anda y estos niños que en la arena han encontrado su calle. Me hablan de Marta.

El canto continúa: Las horas vacías que pasan y el camino que me lleva a casa después de mucho andar. Cada mueble y cada libro cada rincón donde juntos vivimos momentos como nadie sabe. Mis manos y mis labios que de tu sabor viven ávidos sin poderlos olvidar. Las largas noches sin luna, las olas y cada una de las luces que hay en el mar. / Me hablan de Marta... “


Tampoco imaginé que esta canción marinera original de Manuel Serrat, hubiera sido con el paso del tiempo motor de impulso de mil caballos, para engendrar nuevos amores, nuevos recuerdos adolescentes. Y aventuras en este camino que todos llamamos vida. Así, se encuentra mi íntima canción entre 20 años transcurridos en el pasado o en el futuro o a la vuelta de la esquina.

Por todo esto, es de agradecer , muy de agradecer, que la canción, no cualquier canción, guarde un interés revitalizador, dispuesto a mi persona.

Este bello poema, le aseguro que no se pierde en el joder de la radio, entre el 68 de la rebelión estudiantil o en el mayo de París. Ni tampoco lo puedo dejar extraviado por capricho de algunos en el 86 de crisis que vivimos. Ahora , en estos tiempos de nostalgia y ausencia, sigo rechazando el rock. Mi abuela murió hace años sin percatarse del cambio sufrido por el camaleón de mi hermano ( hoy es un padre débil ante los hijos, de los huaraches ya ni se acuerda) Todos estos detalles llevados con inteligencia por mis recuerdos y sin mediar conflicto alguno, me hablan de Marta....




Notas: huaraches: zapatos que usan los indígenas elaborados por ellos mismos con suela de llanta de auto y correas


El texto son algunos hechos ocurridos en donde vivia en Mixcoac al sur de la ciudad y es real. O fue real.
ALFREDO.

Material de archivo de Alfredo Arrieta Ortega.

alfredoarrieta@terra.com.mx
gatodelperro2000@yahoo.com.mx
MEXICO.





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