EL TABLON BLANCO



EL TABLON BLANCO.

Ahora que empieza el año inicio el ritual de cómo dormir. Primero me pongo mi gorra de viejito, la que me cubre las orejas. Nunca he podido dormir con las orejas destapadas. Más adelante dispongo mis piernas hacia arriba y coloco la pijama también de viejito. Ya arropado y con el cuerpo caliente inicio mi viaje por esos sitios que no existen y que soy capaz de navegar dejándome ir en la dirección que se quiera . Soy como esa tuerca atada a un trapito blanco que arrojaba el guía en la película de Tarkovsky .
Mi ser se encuentra ya en esa dimensión y estoy tratando de cargar un tablón blanco , de una luminosidad exagerada. Lo llevo a la espalda y no me importa el peso. Camino con él por unas calles que parecen ser de vidrio. Por allá se encuentra mi padre, con sus mismas características, su cara roja, su bigotes y su chamarra . Me dice que lo acompañe. Llego hasta dónde esta y me abre la puerta de un carro de modelo muy costoso. Es de color rojo también , brillante, no sé que resinas o productos químicos utilizaron el su pintura. El auto no tiene pedales pero avanza rápidamente por las calles insinuadas , plásticas .
Una mujer me mira, es de raza negra, eso lo sé por sus ojos negros, intensos y su culo enorme. Alguna vez la ví, estoy seguro, pero no sé de dónde . Ella se acerca con una sonrisita de cógeme. Abre su blusa y me muestra sus senos redondos que yo a manera de un infante mamo placentero. Ella misma me indica que debo subir por un andamio. Siempre le tuve miedo a las alturas y el solo hecho de pensar que al caer ya no hay más posibilidad de regresar el tiempos o por lo menos el momento en que decidí subir. El caso es que estoy en la parte más alta . El columpio se mueve y la negra me grita que lo mueva lentamente y que si logro sostenerme por más de cinco minutos me dará un premio . Pienso que ojalá sean sus chiches nuevamente, pero no es así, el columpio revienta y voy al vacío sin red que me ampare , ni Dios que me proteja.
De pronto la imagen se queda congelada. Quizá por los efectos de la tecnología o tal vez que esta etapa del sueño todavía no debía exprimentarla.
Ahora estoy en el suelo , toco un instrumento parecido a un guiro, estoy contento porque todavía no pasé a mejor vida. Soy mi alma , la sustancia de la nada, otros seres pasan sobre mí y ninguno me puede ver. A lo lejos un gallo canta en francés.

Acaba el sueño y descubro con placer que dormí muy bien . Una nota de la televisión informa que muere Sergio Jiménez, ese actor gesticulador que alguna vez en los años 70 me compró unos chicles . Sergio llegó en los últimos momentos de sus años viejos, quizá se sentó en su silla , vió los bodrios del momento , o a la mejor se acordó de sus actuaciones. Es posible que emitiera una lágrima, pero no había más espectadores, un público cautivo. El solo , entregado a despedirse.
Lo bueno malo se confunde , una señora me dice que viene de Acapulco y en las fiestas se peleó con su hija. Esta se andaba separando del esposo, le echaba pestes y loros . Pero como ahora ya se las dio , me resulta muy gallita. Esos temas entran en el clima de los sentimientos , los odios y rencores excesivos.
Espero que llegue la noche para mirar en el canal 22 un concierto con Enio Morricone. Después llegaré a mi cuarto y volveré al ritual de todas las noches…

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