LA VUELTA



La vuelta


"Para mí, el recibimiento que me hizo la gente a mi regreso fue abrumador, siento una gran responsabilidad más allá de la inmensa alegría, también por razones personales. Yo no soy capaz de asumir la alegría en forma personal, sino en términos de alegría colectiva, como fue la alegría de nuestra gente festejando la desproscripción del Frente Amplio el día 26 de julio. A mí por dos razones no me está permitido compartirlo con tambor, canción y un vaso de vino; me está permitido compartirlo en términos político-ideológicos. Primero, no creo en los aniversarios. 26 de julio: asalto al Moncada; 26 de julio: desproscripción del Frente Amplio. No creo en los cumpleaños. Segundo: el Frente Amplio no fue desproscripto totalmente, faltan muchos compañeros que tienen que ser desproscriptos. No vamos a jugar nosotros, los frenteamplistas, el papel de comodines de la dictadura por una democracia restringida. No lo vamos a tolerar, vamos a seguir peleando.

Te agradezco la entrevista que le hicieras a los compañeros de las guitarras. Dos de ellos ya trabajaron conmigo en anteriores etapas. Me siento orgulloso y agradecido por lo que han dicho sobre mi canción. Quiero saludarlos por aquella ocasión en que les grabaste a don Walter, a Toto, a Silvio y a Julio, yo no estaba dispuesto, andaba muy estresado, tenía que enfrentar a ese público que estaba en el estadio de Obras Sanitarias y era muy difícil. Agradecer a Julio Cobelli, a Toto Méndez, a Walter de los Santos y a Silvio Ortega lo que dijeron de mi canción".


...y finalmente del azul de un cielo de enero, el día pasó a ser gris y hasta casi violeta, hoy había dejado de ser siempre todavía, para Alfredo.
El mismo pueblo que casi cinco años atrás salió a la calle a recibirlo, volvió a salir a despedirlo. Alfredo, como todos quienes esgrimen de un pueblo al que le dedicó la vida, son capaces de convocar a un pueblo sin proponérselo. "Alfredo se nos está muriendo", comentó alguien cuando aún quedaba un hilo de vida que sostenía una expectativa generalizada. Así, en cada rincón del país, desde las arroceras de Treinta y Tres a las que supo cantarle, hasta los cañeros de Artigas, todos, en términos de horas y cada uno a su manera, emprendió una batalla más en la vida y contra la muerte por la figura de alguien que supo ser más que un cantor popular.
El 17 de enero, el cielo dejó de ser azul para tornarse violeta: Alfredo Zitarrosa había muerto. Enseguida pareció que hasta las paredes, hasta los muros, quisieran hablar: "El violín de Becho está llorando y nosotros también". "No llores, canta", fueron algunas de las palabras que florecieron en cada muro por donde pasó Alfredo acompañado del pueblo que lo quiso despedir.
"En mi país qué tristeza", tituló un matutino argentino parafraseando lo que el propio Zitarrosa había escrito y ante el rezo de la página parecería que Alfredo hubiese escrito el sentimiento de su país ante su destino.
De mil y una maneras la gente quiso manifestar su adhesión al dolor. Como sin querer, la frase más común, más corta y hasta si se quiere más inexpresiva supo sintetizar el pensamiento no sólo de sus hermanos —como Alfredo llamaba a sus compatriotas— sino de todos quienes en algún momento lo sintieron cantar o de repente reflejar sus firmes conceptos; "hasta luego, Alfredo", quedó escrito en una pared....

Fuente : Zitarrosa la memoria profunda

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