EN LOS SUBURBIOS DEL SUEÑO




EN LOS SUBURBIOS DEL SUEÑO.

Deben de haber sido como las cuatro de la mañana de ese julio, en donde me encontraba cruzando los más turbios lugares, los aterradores sitios de quien sabe qué lugar, mientras se precipitaba sobre la ciudad de susto un aguacero magnífico.

Lo único que sé , es que me encontraba subiendo una calle de piedras irregulares, en donde los pasos de todos se confunden.

A los lejos, entre los bullicios y el volar de uno plumíferos que después supe que eran halcones. Se encontraba un sujeto gordo, moreno, que se podia adivinar ignorante, su aspecto era más bien en de esos malandros, que solo se dedican a chingar al prójimo de cualquier república.

Llegué despacito, cuando pude ver que este tipo de asco, vendía CD, piratas. Colocó un Sony en esa grabadora vieja de los años 70 y Serrat cantó Para piel de manzana en su idioma paterno. Yo sabía el programa completo desde aquellos años idos pero nunca supe que el compositor hubiera hecho esas grabaciones . Me agaché y tomé con interés la caja plástica. Era verdad; todo Piel era catalán. El gordo me mostró los títulos y era verdad, me dijo también que tenía otros discos igual de interesantes que nadie más tenía.

Me invitó con una señal y caminamos por sitios rudos, de pobreza extrema, donde los perros se vuelven malditos y los rateros están al acecho de cualquier incauto . Lo sentía en sus ojos pero no me importaba, yo seguía al gordo. Más tarde buscó en una caja y me mostró a unas tiernas aves que acababan de salir del cascarón, me explicó cómo debía darles la leche, como las tendría que colocar por la colita, y hacerlos que aprendieran su plan de vuelo. Debías sujetar a los polluelos y frotarlos contra el piso y a manera de fricción estos rosados, emprenderían el vuelo hacia quién sabe que sitios.

El gordo, volteó por unos alambres atados a unos palos roídos por las ratas, abrió unas cajas que contenían variados discos atrasados de los llamados elepés. Me mostró uno de Atahualpa Yupanqui , que nunca grabó, de igual forma me daba para que viera otro más de Inti Illimani, o aquél ignorado por todos sobre los Cuatro cuartos y las cuatro brujas .

Tomé el que más me interesaba, pagué por él unas monedas que no sabía su origen, solo sé que eran de bronce con figuras extrañas . El gordo vendedor, se limitó a echárselas al bolsillo. Preparó un pequeño halcón, trepó sobre éste, y salió a quién sabe que sitios.

Yo alcé la mano y le dije adiós...


Material de archivo de Alfredo Arrieta Ortega,

Original de Alfredo Arrieta Ortega.

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México.

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