EL JAPONES



TOMOHIRO KATO EL JAPONES

LNE.ES

Tokio, Agencias
Como si fuera el protagonista de un videojuego sangriento , el japonés Tomohiro Kato asesinó ayer a siete personas e hirió a puñaladas a otras once en las calles del distrito de Akihabara, conocido como el barrio electrónico de Tokio y zona comercial de la capital nipona por antonomasia. «Vine a Akihabara para matar a gente . Estoy cansado del mundo . Cualquiera estaba bien . Vine solo ». Con esta crudeza explicó Kato , de 25 años , los motivos que le llevaron al crimen . « Dijo que estaba enfermo de todo » , añadió un portavoz de la Policía japonesa , Jiro Akaogi .



Un japonés dijo que estaba cansado de vivir, que la vida para él era un fastidio y que ya no tenia caso alguno comer , respirar, sufrir, sudar , llorar . Así que después de su reflexión, subió a un vehículo y encaminado por las calles de la electrónica en pleno Tokio , enfiló su automotor hacia un cuerpo humano, pasó encima de él, y después otro y otro y otro . Las chales que pasaban por el lugar intentaban en medio de una confusión ponerse a salvo del ataque de su compatriota . Después , en el desquiciamiento total , en pleno desorden de sus ideas , se bajó del carro y con un puñal en mano comenzó un baño de sangre , primero mató a una joven luego a otra y otro y otro más . Los cuerpos caían empapados de sangre , de sus miradas sólo se podía observar una pregunta ; ¿ porque? .

Busco en el café instantáneo un consuelo o quizá un paliativo que pueda derrumbar estas imágenes de violencia extrema. Sé que ni Takeshi Kitano hubiera pensado en ese tipo de guión. Las historias Yakusas son como cuentos de la infancia comparadas con lo que ocurrió ayer domingo en el oriente del mundo . Tomo un sorbo del aromático y me sumerjo en las ideas , en los parajes posteriores del sueño a profundidad…

Miro un edificio pintado de amarillo intenso y lo puedo localizar en la avenida Revolución de México . Este edificio no existe , sólo está en en las escenas oníricas . Rodeo el lugar y subo por una escalera de cemento fraguado , los albañiles le hicieron unas rayitas que me impiden resbalarme al precipicio de la banqueta . Llego a la casa de Arciniega , me para enfrente de su puerta remodelada , ya no es aquella reja de remates en trinche , ni flores de hierro forjadas en sus puertas . Tocó disimuladamente como si no supiera que de esa casa sé casi todos sus secretos . En esa casa , dormí muchas veces , jalé la cadena del baño después de cagar, subí y bajé los pilares que yo mismo pintaba de azul . Ahí maté a un perro , también fui golpeado por mi hermano , conocí a una gringa que tocaba el piano . En ese lugar mi abuela regaba sus plantas , colgaba a los gatos , me contaba historias de la revolución mexicana . ¿ Entonces qué cosa podrían contarme estas personas a las que no conocía ?

El viernes anterior de este junio pesado , el noticiero explicó que la policía atrapó a un grupo de desalmados humanos que secuestraban a personas indefensas . El lío fue intenso , ví el rostro de un señor que se llama Joel explicando los pormenores de este hecho de lamentar.

En esa calle también viví y nunca supuse que 20 años despúes , la misma calle que yo pase fuera el escenario de estos hechos de horror .

También dice el noticiero que se cumplen 9 años de la muerte de un locutor , de cuerpos incinerados , gentes decapitadas , presidentes municipales enfrascados en hacer películas chafas …

Pués bien , toqué en la casa de mi abuela y salió un señor de bigotes mal cuidados , de ropas casi en la indigencia , le dije que si podía permitirme pasar . El hombre me miraba y por momentos dudada en acceder , su silueta se desvanecía a momentos , se hacía de humo volátil. .

Giró su mano y sin más preámbulo me encontré con una casa distinta , de paredes grises , de un cemento frío . Había muchas gentes extrañas de figuras grotescas , de manos sucias . De sus bocas salían palabras vulgares . Por momentos pensé que mis abuelos volverían a morir si vieran en que quedó su casa . Otros hombres , más adentro , destazaban una vaca , podía mirar como cortaban las carnes de la res , en cortes regulares , después le arrojaban pedazos de cuatro kilos a unos leones de diferentes edades . El hombre anfitrión tomó con fuerza a uno de mis gatos y lo arrojó al sitio de los leones . Primero pensé que los felinos fieros se comerían al minino . Pero no fue así , mi gato se adaptó a los más grandes y sin atemorizarse de sus tamaños comenzó también a comer la carne roja de la vaca muerta ….

Original de Alfredo Arrieta Ortega.

Gatodelperro2000@yahoo.com.mx

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