BENITO



Joan Manuel Serrat, el catalán más argentino, en una entrevista exclusiva realizada durante su última visita a Mar del Plata, el pasado enero. Actualmente, en plena gira por la Argentina junto a Joaquín Sabina. por Christian A. Masello


Caminar la noche duele. Las estrellas llaman a las musas, pero también a lo que durante el día se trata de esconder bajo la alfombra asfáltica. Así, cuando los focos naturales de la city se apagan y surgen los neones, ahí nomás, en pleno centro porteño, ante la mirada que no mira de transeúntes que salen del cine, del teatro, o que acaban de cenar en algún restaurante, donde chicas de cartón piedra –desde las vidrieras de locales cerrados– actúan como testigos mudos, la pobreza monta su escena descarnada: personas que buscan en la basura alguna cosa para llevarse a la boca, un trozo de algo que alguna vez pudo haber sido comida. Sucede también en el norte argentino, y en el sur, sin olvidar que es una característica que se repite en casi todo el mundo, en especial en la América castigada por un capitalismo salvaje que cada día alumbra (y al alumbrar oscurece) nuevos Benitos. Como el de la canción de Serrat... Joan Manuel Serrat, sí, el gallego catalán ése, el que cada vez, en cierta forma, es más argentino. ¿Y Benito? Pues Benito es el título de una canción suya, en la que un vagabundo sueña que encuentra a un caballero que comparte con él manjares, puros y coñac; luego, cuando despierta, el mendigo le comenta a su compañero de pesares –el Benito del título– la historia transcurrida en su cabeza, pero… “¿Benito… no me escuchas…? ¿Qué te pasa Benito…? No vayas a morirte. No me hagas eso.” Y las bajas temperaturas lo hacen dejar de lado las lágrimas y seguir en su huída permanente, tratando de escapar de la vida que le tocó vivir. “No creo que te importe que encima de los míos me ponga para siempre tus calcetines. Al fin y al cabo, amigo, tú ya no tienes frío. Perdona que te deje, sigue creciendo el río.” Después de todo, “tanto tienes, tanto vales. Y pare usted de contar. Hoy respiramos, mañana dejamos de respirar”. Mírenlo a Benito, ahí, sí, ahí, al borde del río, bajo el puente, sin siquiera haber podido disfrutar del sueño de su linyera amigo.

En Mar del Plata, una de las paradas de la gira SERRAT 100 x 100 + Mô en enero de 2007, el Nano brindó una conferencia de prensa en la que soltó un contundente “si hay cartoneros en las calles y gente revolviendo la basura es porque el país no resolvió sus problemas”.

Tras el encuentro del catalán con los medios, quien firma estas líneas fue a un restaurante muy bonito de la ciudad balnearia. Y pasó algo que es difícil de explicar. A ver… cómo decirlo… disculpen pero en este punto tengo que hacer un poco de historia, pero calma, que en este cuento verídico no hay falsos mártires, es más bien la narración de una utopía que se hizo realidad. Había una vez un periodista joven que trabajaba en un diario de una localidad bañada por el agua salada. Un día, ante la llegada de un cantautor que admiraba, el muchacho se acercó al hotel donde el músico paraba. Lo esperó y finalmente pudo conversar con él. Se presentó y le explicó que deseaba entrevistarlo. Primero el cantante contestó que no, que no tenía tiempo, que lo disculpara. Y era cierto, porque un auto con el motor encendido lo esperaba para llevarlo al estadio en el que tenía que ofrecer un recital. Pero enseguida agregó: “Vaya mañana al aeropuerto; intentaremos hacer algo antes de que salga el avión”. Así, el cronista llegó con su grabador y el cantautor le concedió una entrevista exclusiva. Al otro año, una vez más, el artista fue a actuar a la misma ciudad. Y allí estaba el muchacho, esperándolo. Fue al hotel y le dejó una carta en la que expresaba su deseo de entrevistarlo de nuevo, esta vez para “hacer algo especial” –así lo describió él–. El cantante lo citó nuevamente en el aeropuerto, donde volvieron a dialogar de temas diversos. Y esas charlas “en tránsito” fueron el germen del libro Miscelánea Serratiana (Diario desordenado de un andar utópico), que nació para demostrar que, a veces, los sueños se hacen carne... o papel. El cantautor era Joan Manuel Serrat, por supuesto; el entrevistador, quien suscribe.

Ahora bien, a qué iba con todo esto… ¡Ah, sí! Resulta que fui a un restaurante muy bonito de Mar del Plata, y cuando me senté vi que en la mesa de al lado estaba Joan Manuel Serrat. Que no, joder, no lo seguí, fue casualidad… aunque yo no creo mucho en las casualidades. Pero esa noche Serrat estaba allí y yo también, aunque yo no fui porque supiera que él iba a estar; fui porque en ese lugar se come riquísimo.

No quise importunarlo, pero fue él quien al verme me llamó. Entonces sí, me acerqué y lo saludé. Ahora bien, si encontrar a Serrat fue una sorpresa, el asombro mayor lo provocó observar quién estaba a su lado. ¡Pues Benito! Joder... Sí, el que muere en la canción. Estaba ahí, lo juro, y bien resucitadito diría yo, porque comía con unas ganas que ni les cuento.

De alguna manera, el Benito renacido vivía lo que había soñado alguna vez su amigo linyera, porque estaba en un sitio divino, con todo un caballero, y había sopa y gambas y chuletas –faltaban las alubias con chorizo, pero eso no le quitaba ni una pizca de emoción al asunto–, y en la sobremesa hubo café, copa y puro.

Estuve a punto de preguntarle cómo había hecho para resucitar, ¿o acaso no estaba muerto cuando su compañero lo vio tan quietecito, allá, bajo el puente, al borde del río? Pero no le pregunté nada, porque daba no sé qué interrumpir esa fiesta bacanal que era la cena para ese hombre. Hubiera sido una falta de respeto.

Al que sí le hablé, más allá de los saludos del comienzo de la noche, fue a Joan Manuel. A riesgo de ser molesto, le bloqueé el paso cuando venía del baño –peor hubiera sido hacerlo cuando iba; uno nunca sabe el apuro con el que se acude a ese habitáculo– y le pregunté:

–¿Podríamos hacer una nueva entrevista?
–Pues la verdad es que no sé si tendré tiempo...

Y así quedamos, ni si ni no.

Cuando culminó de cenar, Serrat se levantó y un grupo de señoras y señoritas lo detuvieron unos instantes, en busca de un autógrafo y/o foto. Benito se mantuvo al margen, dejó que el Nano firmara y se retratara con sus admiradoras sin decir ni pío. A esa altura de la noche, el resucitado se veía medio adormecido. Sería por el alcohol que surfeaba por sus venas.

Tras cumplir con los pedidos de las admiradoras, Joan Manuel partió. Con él se fue Benito. Tenía reservada una suite en el mismo piso del hotel cinco estrellas en el que paraba el cantante.

(Benito también había estado en la conferencia de prensa en la que el Nano opinó que, si existía gente en las calles que revolvía la basura, el país no había resuelto sus problemas. Esas palabras lo hicieron pensar en los tiempos donde el colchón era de asfalto o tierra.)

Al día siguiente, el representante del cantautor me llamó por teléfono para que fuera al Polideportivo antes del recital. Pero la testarudez de los encargados de la vigilancia del estadio, que demoraron en anunciar mi llegada, hizo que el reloj avanzara a pasos agigantados. Me dejaron ingresar apenas diez minutos antes del comienzo del concierto. El Nano me hizo pasar al camarín, donde también estaba Benito. Una vez dentro, explicó que iba a ser imposible realizar la entrevista, ya que estaba a punto de salir a escena, y pidió disculpas por no haberse despedido la noche anterior, en el restaurante. Le dije que no había problema, que había visto cómo se le fueron al humo las admiradoras apenas se levantó para irse, y pregunté si podríamos hacer la entrevista en otro momento.

–La verdad es que no creo que tenga tiempo...

Otra vez ni si ni no, pero más cerca del no.

Lo saludé y partí.

Al otro día, un llamado de su representante me alegró la tarde... la semana, el mes...

–Dice Juan que esta noche vayas de nuevo al estadio.

Allá fui.

Joan Manuel me esperaba en el camarín.

También estaba Benito, por supuesto

Responsabilidad y compromiso

La pregunta con la que debuté en esto de entrevistar a Serrat, en enero de 2003, fue: ¿Cómo encontró a la Argentina? Y él respondió con amabilidad, por más que fuera una consulta escuchada más de mil veces. Por cierto, tiempo después llegó a mis manos la grabación de una charla que había tenido el español con Alejandro Dolina en el programa radial La venganza será terrible. Allí, Joan Manuel bromeaba acerca de que en cada visita le preguntaban “...y, dígame, ¿cómo ve a la Argentina?”. Parece que siempre necesitamos la opinión del gallego catalán, del amigo catalán.

Y en esta ocasión, al estar una vez más frente a él, lo primero que se me ocurrió comentar, justamente, fue que los medios de comunicación habían resaltado su parecer acerca de la situación de la Argentina, aquello de que la presencia de gente revolviendo la basura hablaba de que el país no había resuelto sus problemas.

Entonces dijo:
–Hay una consulta recurrente: ¿Cuál es mi relación con la Argentina? Me pregunto por qué esa necesidad de querer que siempre cuente lo mismo. Y también me preguntan, en cada viaje, cómo veo el país, “Serrat, ¿cómo ve a la Argentina?”. Bueno, quizá una forma de resumir cómo se ve es caminarla por la noche. En cada tiempo se ven cosas distintas; ahora, lamentablemente, estamos observando demasiada gente removiendo las basuras...

–¿Pero cómo desterrar esa imagen? En el mundo actual, ¿es posible imaginar que no haya gente que se vea obligada a revolver la basura, sobre todo en un país de América?
–Es que yo no quiero imaginarlo. Yo quiero dejar de ver esa imagen, y creo que es posible dejar de verla. Supongo que una organización social de los países –distinta a la que tenemos ahora–, una cierta justicia, nos podría proporcionar esto. Y lo que nos ayudaría mucho sería el convencimiento de que estas cosas no se pueden dejar exclusivamente en manos de los gobiernos, sino que la participación de cada uno de nosotros es muy importante.

–La responsabilidad individual.. .
–Es fundamental. Y creo que una de las cosas graves que ocurren es que los ciudadanos, en general, le dejan cada día más la responsabilidad de las cosas al Estado, cuando realmente las responsabilidades son nuestras, con la independencia de las que el gobierno tiene, evidentemente, y de las que no creo que haya que eximirle. Pero también nosotros tenemos que tomar responsabilidades, porque, al hacerlo, exigiremos al gobierno a que cumpla con las suyas.

–Un término que se suele utilizar cuando se habla de usted es el de “cantautor comprometido”, ¿se lleva bien con esa expresión?
–Lo que ocurre es que el compromiso no está de moda, ¿entiende?, se reserva para una serie de personajes que viven fantasías de mundos utópicos. Parecería que “comprometido” no fuera un adjetivo dignificante, sino uno descalificador. Yo me quedo con la parte de responsabilidad que ese término tiene. Si no vives con responsabilidad y compromiso, no puedes pedirle responsabilidad y compromiso a nadie.

–¿Recuerda cuándo fue la primera vez que utilizó su condición de artista para apoyar una causa social?
–No, pero la primera vez que utilicé mi condición de persona para apoyar algo determinado me parece que fue cuando uno de mi calle enfermó gravemente y tuvo un problema pulmonar. Necesitábamos antibióticos. No había penicilina, había que importarla, y era muy cara, entonces los chicos nos pusimos a recoger papeles, trapos, botellas, todo los objetos vendibles, hasta conseguir conmover a los mayores, y luego a los medios de comunicación, y a partir de ahí pudimos obtener el antibiótico.

–¿Qué edad tenía usted?
–No tendría más de seis o siete años.

El amigo salado
Ya lo dijo en unos versos que cantó hace tiempo y no paran de sonar: “Tengo alma de marinero”. El amor por el compañero salado lo llevó a pedir que, cuando la parca llegara para el viaje final, lo enterraran cerca del mar. Eso fue en 1971, pero, en 1984, los signos cada vez más evidentes de contaminación lo hicieron derramar su Plany al mar (Llanto al mar).

Mô, el disco en catalán que sacó en 2006, lleva ese título porque así es como llaman sus habitantes a Mahón, Menorca, donde Serrat tiene un refugio con vista al mar.

El mar, siempre el mar. Y, si no, aunque sea un espacio grande de agua, como el de Chapala, el más grande de los lagos mexicanos...

“Creo que nacer frente al mar te hace de una manera especial. Las personas que nacen frente al mar son profundamente distintas a las que nacen en los valles, por ejemplo. Ni mejor ni peor, son diferentes, y sus fantasías, siendo a veces las mismas, caminan por distintos recorridos. Yo necesito ver el mar. Se me puede producir un síndrome de abstinencia si durante mucho tiempo no lo veo. Recuerdo una vez que estuve en México, sin acercarme al mar por mucho tiempo, y aproveché una ocasión en la que andaba cerca de Guadalajara para escaparme, tomar una barca y meterme en medio del lago de Chapala hasta perderme y no ver la orilla; entonces me sentí bien... me sentí bien al dejar de ver la orilla.”

Hablando del mar...

En 2004 Mediterráneo, a través de una votación popular que realizó la Televisión Española, fue elegido el mejor tema español de los últimos cincuenta años.

En 2006, la misma composición fue elegida como mejor canción de pop-rock español, en una encuesta realizada por la revista Rolling Stone en la que participaron 156 artistas.

“Es agradable que sucedan estas cosas, pero creo que son historias que no hay que tomárselas muy en serio. Siempre es muy difícil escoger “lo mejor” en algo tan amplio, con unos parámetros tan diferentes de fórmulas musicales; sobre todo porque no se pueden juzgar con objetividad canciones de diversas épocas. Lo recibo con gratitud, porque sé que detrás de esto hay mucho afecto y respeto, pero con la certeza de que es algo absolutamente relativo.”

–Pero si usted tuviera que elegir, ¿cuál diría que es la mejor canción, más allá de que sea española o no?
–Me es muy difícil... Hay discos, hombre, que para mí han sido fundamentales. .. Me quedaría con algún tema de Jacques Brel, pero tampoco sabría decir exactamente cuál, porque me importan tanto sus canciones esenciales, como Ne me quitte pas, como me puede importar Voir un ami pleurer, de su último álbum. Me quedaría seguramente con algunas cosas de Bob Dylan, que son muy importantes por su contundencia. También con el Sargent Pepper de los Beatles. Tendría una lista muy larga de gente que, evidentemente, amo. Es mi forma de ver la música y mi manera de entender las canciones.

Literatura y política

Durante la charla, surgió la literatura como tema de conversación. Serrat dijo que buscaba el libro Los oficios terrestres, de Rodolfo Walsh, que incluye el que es considerado uno de los mejores cuentos paridos en la Argentina: Esa mujer. En el relato, un periodista se encuentra con un militar en un intento por averiguar dónde está el cadáver de Eva Perón. Una de las características de la narración es que nunca se nombra a Evita, sin embargo el lector sabe que se trata de ella, que ella es “esa mujer”. “Yo busco una muerta, un lugar en el mapa. Aún no es una búsqueda, es apenas una fantasía: la clase de fantasía perversa que algunos sospechan que podría ocurrírseme”, informa el narrador (el periodista). Y agrega: “Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra”.

El interés del Nano por ese cuento habla de la necesidad del cantautor por profundizar en temas que tienen que ver con la esencia del argentino. En la entrevista que le hice en febrero de 2004, Joan Manuel dijo que le resultaba complicado entender la política de este país cuando todavía nadie había podido explicarle de qué se trataba el peronismo. “¿De qué forma se pueden conjugar Menem y Perón, o Kirchner y Duhalde, o todos los elementos que han conformado la dirigencia peronista y que son todos y cada uno tan distintos?”, se preguntó aquella vez. Y contó algo que ayuda a comprender su deseo de conseguir el libro de Walsh: “Le puedo hacer una lista de artículos que colecciono, donde grandes escritores argentinos tratan, desde un punto de vista u otro, este fenómeno que es el peronismo, tan implicado, desde hace sesenta años, en la vida cotidiana del argentino”.

Recuerdo un comentario de su amigo Caloi que viene al caso. El humorista bromeaba acerca de las discusiones que tenía con Serrat por diferencias futbolísticas y políticas. En lo que hace al fútbol, la contienda era por una causa clara: el dibujante es de River y el cantante, de Boca. Pero cuando se refirió a lo concerniente al tema político, Caloi manifestó: “Sucede que yo soy peronista, y él es un hombre de izquierda. Y para los peronistas es muy complicado explicar el peronismo, para los no peronistas es muy dificultoso de comprender, y es mucho más difícil que alguien de otro país lo entienda. Es un fenómeno político y social muy complejo, muy particular de la Argentina”.

¿Qué es el peronismo? “Un movimiento, no un partido político”, me contestó hace un tiempo un montonero, al intentar explicar lo que ocurrió en los oscuros setenta; pero lo único que consiguió fue prender una vela de llama chispeante.

¿Los montoneros no eran parte del ala más izquierdista del peronismo, el factor más activo en pos del regreso de Perón al país? Pero después, en Plaza de Mayo, Juan Domingo los trató de “estúpidos, imberbes, mercenarios”...

¿Y la Triple A no tuvo su cuna en un gobierno peronista?

A propósito, cuando se volvió a tratar el tema de la Alianza Anticomunista Argentina, cierta parte del peronismo empapeló Buenos Aires con afiches que amenazaban: “No jodan con Perón”. Lo cual me lleva a una declaración de Miguel Bonasso: “Algunos peronistas “ortodoxos”, o vendidos a la CIA como Galimberti, me reprochan que haya dicho, en el libro El presidente que no fue, que Perón (y no López Rega) fue el verdadero autor intelectual de la Triple A”.

Serrat tiene una composición titulada La montonera, que no integra su discografía oficial, pero que circuló en copias que pasaban de mano en mano en la segunda mitad de los setenta. En el tema, Joan Manuel canta: “Qué buen vasallo sería / si buen señor tuviera”. En aquella conversación que mantuvimos en 2004, el cantautor explicó: “La canción nació en el 75 o el 76, en homenaje a una amiga mía, de las muchas torturadas y asesinadas que desgraciadamente tuvimos en este país. Y es un homenaje a la gente que, de buena fe, con voluntad de encontrar una Argentina mejor, una Argentina más de todos, una Argentina nueva, peleó, y lo hizo con la bandera que creyó que podía ser la que conseguiría llevar a la concreción de ese ideal, y tuvo que soportar la peor de las traiciones, que es la que viene dada muchas veces por lo que originó ese pensamiento. Ahí volvemos al peronismo: qué difícil es a veces explicar ciertas cosas, ¿no?”.

Todo esto venía a cuenta de que, durante la charla en el camarín marplatense, Serrat había comentado su deseo de conseguir un libro de Walsh (días después lo encontró).

Vayamos, entonces, a una pregunta relacionada con la literatura:
–Sabina ha dicho que, a partir de cierta edad, se inclinó por leer mayormente poesía y no tanta narrativa. Usted, ¿qué prefiere leer?
–Yo alterno ambas cosas. Joaquín, en estos momentos, tiene una gran vocación poética y, seguramente, por eso el tiempo que tiene para leer lo utiliza más en este género, lo que me parece muy bien, porque yo la verdad es que creo que la buena poesía, que lamentablemente no es tan abundante, tiene como gran virtud su capacidad de síntesis. La capacidad de conmover que tiene un verso determinado es fantástica, es la síntesis literaria que tiene la poesía. Por tanto, tampoco crea que cuando uno deja de leer narrativa para dedicarse a la poesía abandona la literatura; más bien toma un camino de emociones diferente. A mí lo que me ocurre con la narrativa es que hay cosas que me conmueven mucho, sobre todo las poéticas; fíjese, en la narrativa yo también busco la poesía.

A manera de epílogo:
¿Nervios?/Despedida

Faltaban pocos minutos, muy pocos, para que Serrat comenzara su recital...

–A esta altura de su carrera, ¿todavía se sienten nervios?
–Los nervios son mala compañía. Los nervios no me los produzco a mí mismo, me los produce lo que tengo al lado. Si lo que está alrededor mío funciona, estoy tranquilo; si lo que hay alrededor es un quilombo, no estoy tranquilo. Pero, por mí mismo, no me genero nervios; procuro subir al escenario tranquilo. Claro que uno es uno y sus circunstancias, como diría el maestro Ortega y Gasset...

–No lo molesto más, a ver si lo pongo nervioso –bromeé.
–No, le aseguro que usted no me pone nervioso –rió–... Ni él tampoco–dijo, y señaló a Benito.

por Christian A. Masello
christianmasello@ hotmail.com

Fotos: Noelia López

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