RECLUIDO
RECLUIDO
Por una ranurita que sobresalía en medio de los tabiques, mirabas el polvo del día que se colaba por la calle.
La escenografía de tu cuarto era bastante desnutrida, un calendario de coches antiguos, una veladora a punto de extinguirse, tu cama, dos vasos, el gato.
Una figurilla de yeso carcomida que sabías era la guadalupana, sonreía divertida de ver tus reacciones.
Sólo faltan unos meses para que sobreviniera el cambio, aliviándo los males del sistema, una renovación moral de la sociedad, rotunda y eficaz.
Después de seis años sólo serán palabras.
No te decides salir, eres ya un sujeto temeroso, nada te costaría dirigir tu mano chocolate y descorrer la aldaba de la puerta y asomarte a tu país diminutivo. Te preguntas interrogativamente si será verdad tanta belleza ´la renovación moral de la sociedad´, para esos se necesitarán kilos de tesón, consideras que será trabajo de titanes renovar la moral de cada ente, darle una planchada como si fuera ropa, algo así como cubrir la calle fangosa con chapopote( la gloria de nuestra riqueza ), para que al cabo del tiempo surjan agujeros que se conviertan en cloacas de bacterias y meretrices, en tugurios o puestos públicos, en favores políticos, y broten hogares millonarios cada 72 meses. ´Renovar la moral ´ingrediente tan escaso en nuestros días, sabes que se necesitará un dedo descomunal para tapar ¡ el sol nacional ¡.
No sabes lo que ocurre afuera, tienes cinco meses hibernando como aquellos osos de la montaña, incluso tus periódicos son números atrasados, nada te costaría deslizar el zapato y asomarte a tu país, a tratar de comprenderlo nuevamente, pero tienes miedo. Sabes que si asomas el oído te ametrallarán con frases perfectamente logradas.
Buscas instintivamente los lentes, te los colocas en la cámaras fotográficas instaladas en tu cara, husmeas por la ranurita que tienes a manera de observatorio y captas el deslizamiento de los autos.
Alejas con tu mano una mosca que no cesa de molestarte, irritado por sus acción, corres por el matamoscas y descargas tu coraje por las paredes. El aire zumba a cada movimiento hasta que el bicho queda estampado entre el plástico y la pared.
Por momentos reniegas de tu situación, comprendes que estás clasificado como mexicano de segunda, ninguna oportunidad has tenido en la vida, el único medio donde te has desarrollado es el barrio, el mismo barrio que no ha sufrido transformación, a ti que no te importa la única necesidad apremiante es comer, llenar la panza.
Alguien llama a tu puerta, tu boca se pone un cierre, oyes la voz femenina llamándote.
Te acercas descalzo, sigiloso, la que llama se encuentra quieta mirando en cualquier dirección, su mano golpea nuevamente la puerta, sigues mudo, la insistencia es vencida, miras, se aleja.
Sujetas el papel y simulas leer, tus pensamientos se alejan a una velocidad vertiginosa y se posan en un recuerdo. Te ríes con ironía al recordar nuevamente ´la renovación moral de la sociedad´, te recuestas, las letras impresas suplican tu atención, haces a un lado la cobija y te introduces en ella, arrojas el papel de quince pesos, soplas sobre la veladora apagando su llamita de esperanza, su hilito de fuego...
4 de julio de 1982.
Alfredo Arrieta Ortega.
México.
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