Rescate , viaje.














Rescate,viaje.



Me encuentro colgado de esta ventana. Si miras hacia abajo son como unos quince pisos. Debo de tener cuidado. Estamos en la tarea de rescatar a Eduardo. Eduardo lo tienen retenido. No sé las razones de su cautiverio pero el caso es que está detenido. Quienes lo tienen no son policías ni secuestradores. Son personas de una religión de esas que se fundan cada veinticuatro horas.
Debo de sacarlo de ahí antes de que le laven el coco, el cerebro o el cerebelo.
Después de buscar un sitio en donde asirme pienso que el único lugar posible es en uno de los barrotes de esta misma ventana.
Tengo que bajar y conseguir una cuerda de suficiente tamaño.
Y debo de hacerlo con sigilo porque sí me descubren lo más seguro es que yo también caiga preso.
Vienen varias personas hacia mí. Todas llevan gorras para cubrirse la cara.
Les hago el comentario de mis pretensiones.
Uno de ellos un tipo de baja estatura me informa que camine hasta una cabaña. Ahí encontraré varios tipos de cuerdas y tamaños. Alguna me servirá.
Estas personas se alejan. Creo que también han sido mandados para rescatar a Eduardo. Debo de tener cuidado. En este pinche mundo ya no sabes en quién confiar.
Llego a la cabaña y efectivamente hay muchas cuerdas y algunas herramientas.
Busco una que sea resistente. Es decir que soporte el peso de Eduardo y el mío cuando estemos descendiendo.
Trepo por un árbol. Llego de nuevo a la ventana. me asomo con sigilo. Veo a Eduardo , lo llevan unos frailes de sotanas blancas.
Cuando desaparecen comienzo a colocar la cuerda. La ato de tal manera que quede bien sujeta.
Abro la ventana, me introduzco al edificio..
Camino despacio como gato.
Abro una puerta, entro.
No acabo de penetrar cuando se asoma un viejo. Lo tomo del cogote, le cubro la boca. Le digo que si dice algo o grita le mataré.
El viejo abre los ojos asintiendo.
Lo obligo a que se acueste. Le cubro con una cobija de lana . Le digo de nuevo con el dedo cruzado en los labios que se calle, que haga silencio.
Antes de rescatar a Eduardo tengo que buscar un lugar para mear. Si cometo la acción del rescate seguramente no lo lograre por las ganas que me entraron.
Hay una puerta chica. Parece que la diseñaron para gente enana.
Una mujer retoza en un catre. Tiene muchos hijos. Le pregunto si me permite entrar a su baño.
Ella me dice que está a punto de dormirse. Se levanta de mala gana, quita unos frascos de un lavabo, y me dice que ahí puedo echar una meada . Así lo hago. Después, tomo un pocillo despostillado vierto agua para que se vaya el olor de orines.
Regreso a la habitación en donde tengo al clérigo recostado. Entra otro de mayor jerarquía.
Revisa la habitación y sólo descubre un cuerpo acostado.
Veo a Eduardo. Le digo que se acerque ala ventana. Le digo que nos vamos.
Eduardo me pregunta como.
Nos descolgaremos por la ventana.
El fraile se aleja.
Abro la ventana, la cuerda ya está instalada. Le hice además unos nudos que nos servirán de apoyo. Eduardo está desmejorado, se le nota pálido. Le doy indicaciones de que se sujete en mi cuello.

Cargando este peso agarro la cuerda, comienzo a bajar despacio. Como les dije son muchos pisos. No queremos quedar en calidad de pinole.
Al tocar piso firme le digo a Eduardo que debemos de alejarnos lo más rápido posible.
En los pisos de arriba le preguntan al hombre que obligué qué quién soy yo, porque me atreví a ir por Eduardo. El hombre está invadido de pavor. No hila palabra.

Ahora voy en un autobús.
Recostado como sí fuera un niño viaja Roberto Chavero. Al lado de él, acompañándole va Saldaña.
Me hace el comentario que va con Roberto hasta los confines del mundo.
Que les vaya bien en su viaje. Nos despedimos. Me bajo del autobús, llevo la cuerda enroscada en mis hombros. Eduardo también se marcho.






Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra
Nec spe, nec metu
10 de octubre de 2017.
Estados Unidos Mexicanos.

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