Plaza en el oriente de la ciudad,niña meándo sobre mi cama,tubos de cobre, mujer que se baña con agua de hierba buena.

Plaza en el oriente de la ciudad,niña meándo sobre mi cama,tubos de cobre, mujer que se baña con agua de hierba buena.































Según calculo y sabedor de los puntos cardinales estoy en el oriente de la ciudad. Llego a una plaza. Lo primero que descubro es una antigua estación de trenes. Seguramente estamos a finales de mil ochocientos noventa y nueve. Entro a la estación. Un hombre a bordo de un tren me grita: Apurese Alfredo que nos vámos para Uruapan!

Pienso que no tengo nada que hacer en Uruapan.

Le respondo: Disculpe usted pero no puedo ir a Uruapan! Tengo que quedarme a mirar bien a bien la estación del tren . Además hay cuatro iglesias. Debo de tomar unas fotografías. A mí no me gusta dejar nada con pendientes.
Como quiera Alfredo ¡ Me vuelve a gritar. Allá hay viejas buenas ¡

Será para la otra ¡

Sí ¡

Camino por la Plaza.

Una a una voy mirándo las fachadas de las iglesias. Cuanto tesoro tenemos y nadie le hace caso. Yo sí.

Hay además una entrada al Metro. Tumultos se enciman para poder entrar. Cuanta gente ¡

Ahora paso al sueño número dos:

Estoy en una recámara. Las paredes son de tabique rojo. La cama de la esquina es la cama donde me duermo.

De pronto entra una niña. Es una niña de rasgos feos. Si ya sé que dicen que todos los niños son bonitos. Esta niña la verdad no fue agraciada. Ni modo que no se los diga.

La niña está sonámbula. Da dos o tres pasos. Se acerca a la cama, se sube. De pie comienza meárse.

Me enojo. Le grito a una desaliñada que la baje. Ella me dice que no la puede tratar bruscamente porque está dormida y que además sí se entera su padre se va a enojar. El papá de esta niña es muy delicado. Pues entonces que su hija se vaya a mear a su cama no a la mía ¡

Como la desaliñada no me obedece tomo a la niña de sus brazos y la bajo. Sigue dormida.

Sumamente enojado quito la colcha luego una cobija y otra y otra. Así hasta que logro contar 175.

Todas estás mojadas.

Las arrojo al suelo y me voy.

Apenas he pasado por esto cuando me acuerdo que tengo que poner unos tubos de cobre al calentador a gas.

Por suerte ya tengo el material. Corto los tubos a la medida, les hago unos ajustes, los coloco.

Entra una muchacha y me pregunta que a ella no le gusta el sabor del agua.

El agua es incolora, inhodora e insípida le digo.

Sí ya lo sé pero a mi me gustaría que el agua tuviera sabor.

Le digo que eso se puede arreglar.

Usted podría?

Sí.

Y comienzo a quitar de nuevo los tubos.

De que sabor le gustaría el agua?

A mí?

A mí de hierbabuena ¡

Salgo.

Voy a un mercado.

Busco el puesto de las hierbas o las verduras.

Compro veinte pesos.

La mujer de trenzas canosas me pregunta que para qué quiero tanta hierbabuena?

Para echársela al agua y que salga por la regadera.

Me mira como diciendo que ideas tan tontas de este ¡

Estoy de regreso.

Quito los tubos. Poco a poco le introduzco la hierbabuena. Los aprieto. Una vez que termine le digo a la muchacha que ya se puede meter a bañar.

Ella se abre la regadera, el agua comienza a salir, el agua es templada. Se mete con todo y vestido, deja caer el agua por su cara, inhala , se asoma y me dá las gracias. Sabe a hierbabuena ¡.






Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra
Nec spe, nec metu
9 de diciembre de 2014.
Estados Unidos Mexicanos.





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