LOS ALACRANES ALZADOS. ANTONIO AVITIA HERNANDEZ.
Antonio Avitia Hernández
Guías y Guiones del Museo de la Revolución en Durango
Domingo Arrieta León
México 2004
Introducción
En 1994, a petición del C. Javier Guerrero Romero, quien entonces era titular de la Dirección de Asuntos Culturales (actual Instituto de Cultura del Gobierno del Estado de Durango, ICED), adscrito a la SECyD, Secretaría de Educación Cultura y Deporte de Durango, del Gobierno del Estado de Durango, realicé la investigación histórica, el guión académico, la guía museográfica, la línea del tiempo, un guión de historieta y cedularios, de sala y de objetos (es decir el guión museográfico), documentos todos correspondientes al diseño del Museo de la Revolución en Durango Domingo Arrieta León con número de Registro Público del Derecho de Autor: 03-1999-04261001900-01, del Instituto Nacional del Derecho de Autor, INDA. Para la redacción de las Guías y Guiones del mencionado museo, previamente había realizado una exhaustiva investigación de base, que dio como resultado el libro Los Alacranes Alzados. Historia de la Revolución en el Estado de Durango. México, IMAC, 1998 (Segunda Edición, México, Antonio Avitia, 2003). Los trabajos para el mencionado museo concluyeron el día 3 de agosto de 1998, con la inauguración del recinto, sin que se me hubiera retribuido el pago correspondiente por mi trabajo profesional como historiador y, lo más grave, sin otorgarme los créditos por la colaboración y elaboración de las Guías y Guiones del museo en cuestión, en flagrante violación de mis derechos establecidos en la Ley Federal de Derecho de Autor.
Entre los años: de 1998 al 2004, de manera infructuosa, para hacer valer mis derechos, solicitando el pago por mi investigación y la imposición del crédito correspondiente en el museo, me dirigí a diversas instancias: el ICED, la SECyD, el Gobierno del Estado de Durango, la Comisión de Derechos Humanos de Durango, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, CNDH, el Instituto Nacional del Derecho de Autor, INDA, y finalmente al Juzgado Tercero de Distrito en el Estado de Durango (expediente 4/2001), donde el juez Francisco Miguel Padilla Gómez, con el argumento de que, como no hubo un contrato escrito sino verbal, sentenció que él no podía llegar al fondo del asunto y que, por lo tanto, estaba yo en libertad de hacer valer mis derechos por la vía que me convenga y también de publicar mi trabajo. Así, merced a ésta irregular situación, a diferencia de lo que sucede en todos los museos y exposiciones del mundo, los cedularios del Museo de la Revolución en Durango no contienen los créditos académicos correspondientes, por lo que cualquier visitante podría pensar que las guías y guiones, base intelectual de la exposición, fueron elaborados por los famosos fantasmas y espíritus chocarreros que, según la conseja popular, habitan en el recinto.
Lo más penoso del caso es en el sentido del impacto al espíritu del marco legal del Gobierno del Estado de Durango, toda vez que, al hacer el análisis del significado de esta situación, resulta que el recinto que el Gobierno del Estado de Durango ha dedicado a rendir homenaje a la memoria de Domingo Arrieta León; el hombre que, siendo Gobernador del Estado, promulgó la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Durango , en 1917, vigente hasta la fecha; se encuentra fundado en medio de la ilegalidad y la violación de los Derechos Humanos y los Derechos de Autor de su investigador académico; situación que, a todas luces, significa una burla y una contradicción aberrante, ilegal e injusta, no sólo para el autor de las guías y los guiones del museo, sino para la memoria de quien ha promulgado la Carta Magna estatal. La burla y el escarnio son, por extensión, a todos los actores del proceso histórico de la Revolución en el estado y a todas las instituciones emanadas del mismo documento rector.
Es decir que, en el museo en cuestión, se rinde homenaje al hombre que creó el estado de derecho en el Estado, violando el mismo estado de derecho que éste creó.
Merced a lo anterior, en el ejercicio del: irrenunciable, inembargable e inalienable derecho de autor, que no prescribe, y atendiendo a la recomendación del juez Padilla Gómez, en un humilde afán de reivindicar, aunque sea sólo de manera parcial, la mancillada memoria del general Domingo Arrieta León y, por extensión, la de los demás actores, protagonistas y anónimos, del importante periodo histórico de la Revolución en Durango, se hacen públicas, por este medio, las Guías y Guiones del Museo de la Revolución en Durango Domingo Arrieta León.
Los Serranos Alzados
G U I Ó N A C A D É M I C O Y G U Í A
M U S E O G R Á F I C A
PARA EL
MUSEO DE LA REVOLUCIÓN EN DURANGO
GENERAL DOMINGO ARRIETA LEÓN
Antonio Avitia Hernández 1996
I. La Paz Fingida.
En las postrimerías del siglo XIX, el extenso territorio del estado de Durango se caracterizaba por su baja densidad de población y por el hecho de que unas cuantas personas acaparaban los bienes terrenales, con la creación de latifundios tan grandes como los estados de Tlaxcala o el de Morelos. Según Pastor Rouaix: La acumulación terrateniente se concentró de la siguiente manera:
- 48% en propiedades mayores de 50,000 hectáreas, siendo la más grande la Hacienda de Santa Catalina del Álamo y Anexas con un total de 412,477 hectáreas.
- 21% en 42 propiedades de entre 20,000 y 50,000 hectáreas.
- 15% en 73 propiedades de entre 10,000 y 20,000 hectáreas.
Por último un 16% dividido en 257 propiedades menores de 10,000 hectáreas.
La explotación minera, la ganadería, la agricultura y una incipiente industria de transformación eran las fuentes del trabajo sobreexplotado que, en las haciendas, fundos mineros y obrajes, absorbía la vida de la mayoría de la población.
En un territorio algo mayor que el de Cuba y algo menor que el de Nicaragua, el despoblado estado de Durango, sin vías de comunicación, era casi inaccesible en algunos lugares de su extensa Sierra Madre Occidental y sólo hasta el año de 1892, las tiras paralelas de acero que sostuvieron el viaje del primer tren llegaron a la ciudad capital, enclavada entre los llanos y la sierra.
En este proceso de acumulación de riqueza participaron; principalmente los que podían disponer del dinero y las relaciones para hacerlo y en Durango, los que tradicionalmente contaban con fondos suficientes o excedentes eran casi siempre miembros del bando conservador, por lo cual hicieron a un lado su rígida ideología conservadora, ante la oferta del gobierno de la dictadura liberal.
Según Mauricio Yen: “En Durango se propició un proceso de consolidación del liberalismo económico y de conservadurismo político y moral en el que los intereses de la burguesía empresarial que dominaba el país, se identifican plenamente”.
La burguesía establecida en Durango tuvo dos polos principales de concentración; uno en la capital del estado y el otro en la Región Lagunera, mientras que, en la región serrana, sólo los enclaves mineros eran objeto de inversiones y labores.
Las familias oligárquicas que se constituyeron en los grupos inversionistas predominantes de la ciudad de Durango ostentaban los apellidos de: Asúnsolo, Bracho, Damm, Drünert, Flores, González Saravia, Gurza, Hildebrand, López Negrete, Manzanera y Stahlknecht, entre otros; mientras que, en la Región Lagunera, destacaban los apellidos Lavín, Brittingham, Hernández, Siller, Torres, Martínez, Araura y Colvian y Feliciano Colvian, los De la Peña y los Sariñana.
Granos, textiles, jabones, dinamita, cebo, lana, harinas, vid, ganado, minerales y productos forestales fueron algunos de los productos que, desde los últimos años del siglo XIX, comenzaron a salir al mercado en los vagones de ferrocarril.
Algunos negocios agrícolas, minerales e industriales, tenían tal capacidad de producción que el tendido de vías férreas hasta el interior mismo de los centros de trabajo era costeable. Sin embargo, el desarrollo se centró en enclaves bien determinados y grandes extensiones del territorio, sobre todo del serrano estatal quedaron fuera de los planes contratados del tendido de vías.
En medio de este ambiente, crecía Domingo Arrieta León quien, como hijo de don Teófilo Arrieta y Soledad León, había nacido en el mineral de Vascongil, municipio de Canelas el 4 de agosto de 1874.
Como era común entre la niñez de esa época, el niño Domingo Arrieta no recibió instrucción formal y su imaginación se alimentaba con las hazañas de los bandidos serranos, enemigos de la dictadura porfirista, como Heraclio Bernal e Ignacio Parra.
La Estructura del Poder
Desde la novena década del siglo XIX, con el advenimiento del orden armado de la dictadura liberal porfirista, la apertura a las oportunidades de inversión de capitales de manera segura y con ganancias insuperables se incrementaron en el estado, con la protección de los brazos armados de las Acordadas y Policías Rurales, cuyo principal dirigente en Durango fue el jefe Octaviano Meraz.
Bajo los disparos de los rifles de repetición de los rurales, surgieron y se desarrollaron los grandes enclaves agrícolas, madereros, ganaderos, mineros e industriales llamados haciendas. Según Pastor Rouaix: “El hacendado era una autoridad feudal, omnímoda y absoluta, en muchos casos superior al jefe político (a veces uno y otro eran la misma persona) y en todos por encima del jefe municipal, que ejercía su dominio apoyado en las milicias armadas que sostenían de su peculio, tituladas guerrillas o acordadas (…) El jefe político se consideraba como un representante del gobernador de quien dependía directamente, y cuyas órdenes eran las únicas que acataba y sus fallos los únicos que reconocía (…) pues era el jefe de la policía urbana y rural, el amo y señor de cárceles y prisiones”.
Para Andrés, Eduardo, José y Mariano Arrieta; hermanos de Domingo, y para éste mismo; en sus trabajos de mineros, jornaleros, agricultores y arrieros, no era desconocida la situación social y la sobreexplotación de sus compatriotas regionales y de ellos mismos, en tanto la nulidad del acceso al poder político y lo infranqueable de las estructuras económicas de las haciendas.
II.- ¡La Sierra en llamas!
La falta de instrucción no fue un obstáculo para que, a los 36 años de edad, Domingo Arrieta sintiera que el orden establecido podía cambiar si; secundando la convocatoria de la Revolución Maderista, con el Plan de San Luis, se transformaba también el poder político, dando opción a decisiones de gobierno más humanas. Dada su actividad de arriería comercial, Domingo Arrieta era muy conocido en la región serrana de los municipios de: Canelas, Tamazula, Topia, Guanaceví, San Dimas, Tepehuanes y Canatlán, lo cual le facilitó la convocatoria y reunión de un grupo armado que incluía a sus hermanos Andrés, Eduardo y Mariano.
Coincidiendo con el Plan de San Luis, en el extremo oeste del estado, y precisamente en la Mesa de Guadalupe, municipio de Canelas, Durango, el 20 de noviembre, los hermanos Arrieta hicieron oír su grito de guerra en la Sierra Madre Occidental.
General Eduardo Arrieta León.
En los meses siguientes la Revolución Maderista se fortalece. Todo el estado está en guerra; los poblados, rancherías y haciendas caen en manos de los revolucionarios y en ocasiones las acordadas de rurales, los gendarmes locales y las fuerzas federales combaten y recuperan los poblados que posteriormente vuelven a ser ocupados por otra guerrilla rebelde. Las partidas poco a poco se van articulando para conformar contingentes mayores, la Revolución progresa y el Gobierno es incapaz de atender los llamados de auxilio que llegan de todos los municipios. Comienzan a oírse y repetirse los nombres de los jefes más arriesgados y victoriosos y sus hazañas comienzan a ser contadas como hilos que tejen leyendas que engrandecen su mitología; Moya, Contreras, Ceniceros, Iturbe, Arrieta, Antuna, Maciel y Castro son sólo algunos de esos nombres localizados en sus propios terrenos; en los valles, en los llanos, en la sierra y en el desierto. En tres meses, el estado reprimido iba reconociendo otras formas de ejercicio de la justicia con la crueldad de la guerra; mientras que, en el resto del país, se iba cuestionando la conveniencia de la permanencia del dictador en el poder.
Percatándose de que, separados, sus esfuerzos se diluían, los revolucionarios maderistas serranos de Conrado Antuna, Ramón F. Iturbe y Domingo Arrieta optaron por integrarse en un solo contingente para capturar la difícil plaza de Topia. Contando con un total de 400 bragados, los maderistas atacaron y ocuparon Topia el día 9 de marzo; luego de 43 días de asedio y rudos combates. En la acción los insurrectos capturaron a los 300 defensores porfiristas que eran comandados por el jefe de rurales Ruperto Rodríguez, en lo que se significó como una de las más sobresalientes acciones de la guerra maderista.
Ruperto Rodríguez era
el jefe de los sitiados
y él fue quien les propusiera
la paz a los pronunciados.
En la casa Americana
se arregló la transacción,
a las tres de la mañana
se hizo la rendición.
(…)
En fin, todos los soldados
que defendían a Porfirio,
cabizbajos, demudados,
andaban con gran suspiro.
(…)
Ese día doce de marzo
día feliz y venturoso,
las armas de los maderos
cantaron gloria de gozo.
La inseguridad se había generalizado en el estado, grupos de bandidos se hacían pasar por revolucionarios y no había fuerza capaz de ejercer el poder ni el orden. Como una medida extrema, el Gobierno del Estado decretó el 10 de marzo de 1911, la suspensión de las garantías individuales en el territorio estatal; más con la finalidad de proteger las propiedades de los hacendados y capitalistas mineros que por la seguridad en sí.
Con la moral alta ganada en la toma de Topia, Domingo Arrieta y sus hermanos, junto con sus tropas serranas, se dirigen a intentar tomar la capital de estado; mientras tanto, separándose de Arrieta, Iturbe y Banderas comenzaban a planear su avance hacia Culiacán, Sinaloa.
Avanzando sin contratiempos y fuerte ya con 1,000 hombres, el jefe Domingo Arrieta se dirigió a Tepehuanes y ante su embate, la guarnición de la plaza, compuesta de 20 auxiliares, huye sin pensar siquiera en oponer resistencia a los serranos alzados. Así, Santa Catarina de Tepehuanes fue ocupada por los arrietistas el 7 de abril.
Iniciando la coordinación de las fuerzas rebeldes estatales, el 14 de abril, los maderistas de Calixto Contreras, Severino Ceniceros, Domingo y Mariano Arrieta y los de Conrado Antuna se concentraron en las inmediaciones de la ciudad de Durango. Ante la cercanía de los insurrectos, el jefe porfirista de la guarnición de la ciudad Prisciliano Cortés, organizó un desfile para dar la imagen de contar con un poderoso contingente, anexando a sus tropas a los miembros de la policía local y a los de la Acordada de Rurales.
Sin dejarse intimidar, los revolucionarios intentaron su primer ataque a la ciudad de Durango el 14 de abril. Sin embargo, la carga fue rechazada y los maderistas se dispersaron, dirigiéndose a sus zonas naturales para reabastecerse y reorganizarse.
El capitán primero Antonio M. Priani tenía a su cargo la guarnición de Santiago Papasquiaro, el 16 de abril, cuando los ya para entonces 1,500 revolucionarios arrietistas; quienes, en un veloz raid, habían tomado Otaez, Victoria y Sardinas, abrieron fuego sobre los defensores porfiristas de Papasquiaro, la refriega se prolongó hasta el día 17. En el combate, Priani resultó prisionero y algunos oficiales y soldados regulares pudieron escapar hacia Durango.
(…)
Adiós Villa de Santiago
tú eras la más afamada,
quién te vido quien te ve,
pareces depositada.
(…)
Tus pueblos se te cambiaron
todos en contra de ti,
los tendrías muy agraviados,
según me parece a mí.
(…)
Decía el capitán Arrieta
cuando comenzó la guerra:
“Muchachos, primero muertos
que entregar nuestra bandera”.
(…)
El diecisiete en la noche,
la guerra se terminó,
dicen que ganó Madero
y el capitán lo agarró.
(…)
Se vienen a las haciendas,
donde hay mucho que agarrar,
piden armas y caballos,
también sillas pa’ montar.
En medio de la adversa situación militar para los porfiristas, ante la incontenible marcha de las tropas revolucionarias y la caída de Santiago Papasquiaro y el consecuente asedio rebelde a la ciudad de Durango; el 20 de abril, el gobernador del estado, licenciado Esteban Fernández, presentó su renuncia ante el Congreso del Estado y, para sustituirlo, se nombró al diputado Ventura G. Sarabia.
Los hermanos Matías y Sergio Pazuengo, antiguos mineros al servicio de
la Compañía Minera Contraestaca, se habían levantado en armas desde 1910, y se anexaron al contingente arrietista. El día 17 de abril, el capitán Domingo Arrieta quien, al consumarse la toma de Santiago Papasquiaro, fue reconocido como el jefe principal de la Revolución Maderista en el estado y ordenó a Matías Pazuengo el ataque a Canatlán. Pazuengo ocupó Canatlán el 21 de abril.
La toma de Canatlán formaba parte del plan militar rebelde para el avance definitivo sobre la ciudad de Durango, con la seguridad del triunfo, al cortarse todas las posibles rutas de auxilio a los porfiristas de la capital del estado.
El día 24 de abril se reportó otro ataque a la Perla del Guadiana, por parte de las tropas de Arrieta y se considera que los arrietistas fueron obligados a desistir, por las tropas de Prisciliano Cortés.
Las aguerridas tropas de Domingo Arrieta se presentaron en las goteras de la ciudad de Durango, el 10 de mayo de 1911 y el cerco se prolongó hasta el día 31.
Durante los días de sitio, los maderistas realizaron varias incursiones infructuosas con el afán de ocupar la ciudad; el día 12 por la garita del sur, en donde fueron rechazados por las tropas del capitán Moreira. El día 13 el ataque rebelde fue por el cementerio y los ranchos de Zataraín y Granados, resultando repelidos por los soldados del mayor Valdivieso. Otro intento de penetrar a Durango se suscitó el día 16, por la calle de Leyva; donde el capitán segundo Javier Campero se lució desalojando a los insurrectos.
Viendo difícil la ocupación de la Perla del Guadiana, Arrieta no vaciló en pedir refuerzos a sus camaradas rebeldes triunfantes de la Región Lagunera y éstos de inmediato, tomaron los trenes, y poco después los hombres de Castro, Maciel y Contreras estaban desembarcándose en la Estación de Durango.
Cuando los refuerzos maderistas arribaron a Durango, el progreso de la Revolución en Chihuahua, con las tropas de Francisco I. Madero, Francisco Villa y Pascual Orozco, había llegado al grado de hacer rendir a las tropas regulares porfiristas en Ciudad Juárez, Chihuahua, obligando a la firma de los tratados de paz con el Gobierno Porfirista, el 21 de mayo. Al día siguiente, la ciudad de Durango recibe la noticia del armisticio entre los beligerantes maderistas y porfiristas de Ciudad Juárez y dadas las circunstancias del triunfo nacional de Madero, los revolucionarios estatales decidieron esperar la rendición y la entrega pacífica de la plaza por parte de Cortés. Sin embargo, Cortés no da crédito a las noticias y el día 26 las líneas del telégrafo transmitieron el mensaje maderista que informaba sobre el pacto con el Gobierno.
El obstinado Cortés, esperando conocer los detalles del pacto y su posición, de acuerdo al nuevo orden, se negaba aún a entregar la plaza. Ante la situación, los jefes revolucionarios se reunieron el día 27 en la Hacienda de Navacoyán, para planear la carga definitiva contra las tropas de Cortés y la asamblea decidió que Emilio Madero fuese el jefe de la recién creada Segunda División del Norte cuyas operaciones inmediatas darían como resultado la caída de Durango.
Sin embargo, con prudencia, Emilio Madero inició pláticas con los jefes de la resistencia porfirista y el día 30 de mayo, Prisciliano Cortés recibía el oficio con órdenes estrictas de parte de la Secretaría de Guerra y Marina especificándole que permitiera la entrada a las fuerzas maderistas a la ciudad de Durango.
Así, el 31 de mayo de 1911, los serranos, laguneros y llaneros rebeldes de Durango, hicieron su entrada triunfal en la capital del estado.
En su libro Farewell to Durango (Adiós a Durango), Johanne Caroline Wehmeyer Bose relató con horror la entrada pacífica de los rebeldes maderistas, impresionada sobre todo por la desuniformidad y la apariencia paupérrima de ese espontáneo Ejército Popular.
Ya el veintinueve de abril
Durango estaba sitiado;
hombres serían ¡cinco mil!
que al fin lo hubieran tomado.
(...)
Cerca de cuarenta días
el sitio aquí nos duró
renunció Porfirio Díaz
y al fin la paz se afirmó.
(...)
Quedaron posesionados
de Durango cuando entraron,
dicen que hubo envenenados
¡tal vez rencillas quedaron!
Intentando instaurar un nuevo poder, los jefes revolucionarios durangueños nombraron como Gobernador al doctor Luis Alonso y Patiño y como nuevo jefe político al ingeniero tehuacanense Pastor Rouaix.
En uno de los puntos de los Tratados de Ciudad Juárez, se estableció que los cuerpos revolucionarios fueran licenciados y en el estado de Durango sólo quedaron, como cuerpos de defensa, el 21 y el 22 bajo el mando de Jesús Agustín Castro y Orestes Pereyra quienes, junto con Domingo Arrieta, habían recibido el grado de coroneles.
III.- Infidentes y Contrarrevolucionarios
Sin embargo la cesión del poder no iba a ser automática. Si bien, Francisco I. Madero triunfó en las elecciones presidenciales; la oposición abierta no se hizo esperar y mientras en la ciudad de Durango se neutralizaba un complot de la oligarquía, en 1912, en el nororiente del estado prendía recio la rebelión orozquista, a la que, sin pérdida de tiempo, los maderistas irregulares, con sus jefes naturales, comenzaron a combatir, en apoyo de las tropas regulares.
Sin embargo la infidencia estaba ya infiltrada de embrión en el nuevo gobierno y después de múltiples combates y escaramuzas contra los orozquistas, por órdenes de la oficialidad regular ex porfirista, a los jefes maderistas Calixto Contreras y Domingo Arrieta se les aprehendió el día 20 de agosto de 1912 y se les envió desde Torreón hasta la ciudad de México, con la finalidad de neutralizar su fuerza y arraigo entre las guerrillas. El pretexto del arresto de los oficiales irregulares fue el de su insubordinación ante los oficiales maderistas ex porfiristas regulares.
Según Matías Pazuengo: “Al llegar los generales Arrieta y Contreras a Torreón, el general Munguía, jefe de las armas, y el general Blanquet, como jefe de operaciones, ordenaron a Contreras y Arrieta que siguiesen su marcha hasta Morelos para batir a Zapata y como estos se resistieron a obedecer órdenes tan absurdas, el general Munguía, de acuerdo con el general Blanquet y Patoni, los desarmaba sujetándolos a una ligera prisión para obligarlos en seguida a marchar a la ciudad de México, como reos insubordinados, a las órdenes de los traidores federales, que ya en ese tiempo comenzaban a hacer labor intrigante hacia los hombres honrados”.
Tras la revisión de su casa, el 29 de agosto de 1912, de la cárcel de Santiago Tlatelolco, libres de cargos, Calixto Contreras y Domingo Arrieta era liberados y de inmediato retornaban a Durango, reasumiendo el mando de sus tropas de irregulares.
Poco después, el 15 de septiembre, el ingeniero Carlos Patoni asumía la gobernatura del estado. Luego de unas apasionadas elecciones.
IV.- Los Serranos contra Huerta.
Ante el cuartelazo huertista, la instauración del gobierno usurpador y el asesinato del presidente Madero; con la consecuente ascensión de la contrarrevolución y la oligarquía en el poder estatal; los hermanos Arrieta no dudaron un momento en remontarse a la sierra, donde volvieron a levantar a sus guerreros cimarrones, lanzándose a la lucha por la defensa de su revolución.
En marzo, Topia y Canelas caen un poder de los Arrieta. De nuevo, los revolucionarios durangueños, ya acostumbrados a la vida de campaña, volvían a multiplicarse en el territorio estatal.
Tres días duró el asedio de los revolucionarios del capitán rebelde Pablo Luna sobre Santiago Papasquiaro y al finalizar el ataque, los rebeldes lograban ocupar el poblado, en la segunda semana de abril. Poco después, los Arrieta arribaron al lugar y allí conformaron la Brigada Guadalupe Victoria, dando la mayor coherencia y organización a sus tropas, para poder continuar la guerra estatal.
Dando sustento a su guerra, en el mismo mes, los revolucionarios antihuertistas se afiliaron al Plan de Guadalupe, publicado el 26 de marzo de 1913 y reconocieron como jefe supremo a don Venustiano Carranza, gobernador del estado de Coahuila.
La Brigada Guadalupe Victoria, conducida por Domingo Arrieta, se unió a las tropas de Calixto Contreras y Orestes Pereyra, el 20 de abril, para ocupar la ciudad de Durango que entonces era defendida por los huertistas de Antonio M. Escudero.
El 23 por la tarde se inició el ataque de los rebeldes y se prolongó por todo el día 24 y parte del 25. Ese día, los revolucionarios tuvieron que suspender el ataque y emprender la retirada, ante la presencia sorpresiva de los 350 jinetes colorados* que obedecían las órdenes del brigadier irregular Jesús José Cheché Campos. El día 26 por la mañana, los rebeldes reorganizados volvieron a intentar la toma de la plaza pero de nuevo fueron rechazados y salieron con rumbo a Canatlán.
Durante el ataque a la ciudad de Durango, el día 25, varios vecinos pacíficos fueron asesinados por los miembros de la Defensa Social.*
Intentando menguar las fuerzas rebeldes divididas, Cheché Campos, con sus tropas de colorados huertistas, se dirigió a combatir a los rebeldes maderistas de Arrieta y Pereyra. Esta vez la derrota de Campos fue total en los Llanos de Cacaria, municipio de Canatlán, y los miembros de la Brigada Guadalupe Victoria, dirigidos por Domingo Arrieta, allanaron así el camino para la ocupación militar de Durango.
Actuando de manera coordinada con los rebeldes de Durango, en el estado de Zacatecas, el jefe durangueño Pánfilo Natera levantaba las vías del Ferrocarril Central incomunicando a la Perla del Guadiana con el resto del país.
Para estas fechas, el jefe Tomás Urbina conocido como El León de Durango, operaba bajo las órdenes del general Francisco Villa en el sur del estado de Chihuahua y en el norte de Durango, en las regiones de los municipios de: Guanaceví, Tepehuanes, Mapimí, El Oro e Indé.
Los líderes de la Revolución en Durango solicitaron auxilio al general Francisco Villa y éste envió a Urbina para que apoyara los esfuerzos de los antihuertistas en su guerra contra los colorados. A su vez, Urbina envió un comunicado al coronel Orestes Pereyra, anunciándole su inmediato traslado a la zona de guerra en los Llanos de Cacaria, aledaños a Canatlán, con una fuerza de 2,200 hombres.
El arribo de Urbina a Canatlán marcó el inicio de la influencia villista en los movimientos revolucionarios estatales.
En Canatlán, tras discutir algunos desacuerdos en cuando a la jerarquía, por que los rebeldes serranos querían imponerse, las fuerzas revolucionarias unidas nombraron como jefe único a Tomás Urbina. Así, los 2,000 arrietistas se juntaron con los 1,000 soldados de Orestes Pereyra y los 3,000 que integraban las fuerzas de Urbina y Contreras. Con una organización y disciplina casi espontánea y sorpresiva, el llamado Ejército Popular Revolucionario Durangueño de 6,000 hombres desuniformados y con una gran variedad de armas y cabalgaduras, bajo la dirección de El León de Durango, marchó sobre la capital del estado. El Estado Mayor del Ejército Popular Revolucionario Durangueño estuvo integrado por Calixto Contreras, Orestes Pereyra, los hermanos Domingo y Mariano Arrieta, junto con los hermanos Sergio y Matías Pazuengo.
La ciudad de Durango era defendida por 1,223 huertistas e irregulares auxiliares, guiados por el brigadier Antonio M. Escudero, en esos momentos, la angustia y la inseguridad reinaban entre la población de clase media y alta de la ciudad, ante el inminente ataque rebelde popular.
Como los revolucionarios no contaban con vestuario que los identificara y uniformara, los jefes decidieron que las tropas se arremangaran la pierna derecha de su pantalón y de esa manera los rebeldes se identificarían entre si.
La batalla por Durango se libró los días 17 y 18 de junio de 1913. Tras la toma de Durango, las huestes revolucionarias se dieron al saqueo y al incendio de los principales comercios y casas de la localidad. Los templos también fueron objeto del saqueo.
En su novela El Mejor de los Mundos Posibles, Martín Gómez Palacio nos describe algunas escenas del ambiente de esta toma de Durango;
“- Figúrese niña que ya se metieron a Catedral y están desenterrando a los obispos... dizque para robarles los anillos.
-¡Jesús, qué profanación! –dice la opulenta dama, cubriéndose el rostro con las manos (...)
La visión se hacía por instantes más intensa. De súbito, una lengua de fuego lamió las cornisas de un lado de la casa. Todos se dirigieron al zaguán, a preguntar a los de la guardia. Y era que ardían simultáneamente dos edificios a un lado y otro de la finca.
-¡Dios nos valga! –gritó Doña Angustina. -¡Y no haber ni una luz ni agua con qué combatir el incendio (...).
Roberto y sus camaradas salieron hasta el medio de la calle. Pasaban grupos numerosos e incontenibles, pero todos borrachos que nadie se fijaba en ellos. Entonces pudieron darse cuenta de que los incendios no acababan ahí. Hacia el centro de la población subían espesas humaredas, y el firmamento enrojecía aquí y allá. El cielo de obsidiana era escenario de inacabable desfile fantasmagórico. Un trozo de jardín, la Plaza de Armas, sin duda, se veía barrida por corrientes de lumbre que le daban un aspecto de maravilla. Figuras de variedad infinita saltaban de un extremo a otro de las casas. Volaban chispas, caían a lo largo de la calle alambres enrojecidos; crecían las llamas. Y, moviéndose entre rojas decoraciones, en plena embriaguez, discurrían en compacta muchedumbre hombres grises, jalando el arma o machete y vestidos del modo más extravagante. Los había con levitas cuyos faldones caían de cualquier modo sobre el blanco calzón; quien iba tapado con un cubre cama, a la romana; quien se había embutido en una bata de señora”.
Abundando sobre el incendio de los comercios de la capital del estado, Matías Pazuengo nos da la siguiente versión:
“Los incendios de la casa Castillo, de la Casa Daessele, de La Suiza, y de La Francia Marítima, no fueron hechos por los revolucionarios y se sospecha que fueron intencionales de los propietarios con fines malévolos, para cobrar indemnización, o de los dependientes para perjudicar a algunos de sus patrones”.
Por su parte, el historiador Atanasio B. Saravia, también se ocupó del asunto en su novela histórica ¡Viva Madero!.
Ante la presencia de sus antagónicos maderistas, el gobernador huertistas Jesús Perea no dudo ni un momento en abandonar el escenario de su efímero poder.
En mil novecientos trece
se los diré platicando,
que fue el dieciocho de junio
cuando se tomó Durango.
(...)
Decía Tomás Urbina
“Dios nos tenga de su mano”,
a Don Calixto Contreras,
Don Domingo y Don Mariano.
Estos cuatro generales
como valientes entraron,
juntos se dieron la mano
y a Durango lo tomaron.
(...)
Almacenes de Durango
como La Alianza y La Suiza,
quedaron todos sus bienes
convertidos en cenizas.
Lo mochos y voluntarios
corrían ala desbandada,
de miedo de los bombazos
y los tiros de metralla.
(...)
Deja paloma tu nido,
párate en aquel nogal,
pregunta; “¿Qué ha sucedido
de la Defensa Social?”.
(...)
Pajarillo pico de oro,
párate en aquella lima,
di, con tu canto sonoro:
“¡Viva el general Urbina!”.
La aplicación de una rígida Ley Marcial impuso el orden en la ciudad de Durango y algunos de los saqueadores fueron pasados por las armas.
La justicia revolucionaria también condenó a la pena máxima al coronel federal Serafín Hernández y al comandante de las fuerzas Rurales del Estado Felipe Muñoz, por sus excesos contra los civiles durante el ejercicio del poder usurpador en la Perla del Guadiana. Con un fundado temor de clase social, ante la venganza popular; los miembros de la Defensa Social se escondieron en la Casa del Arzobispado y allí recibieron la noticia de la amnistía general que decretaba el general Tomás Urbina.
Consciente de su poco segura posición, el arzobispo de Durango Francisco Mendoza y Herrera, emigró a la ciudad de Los Angeles, California.
Por su parte, los revolucionarios, en junta de jefes, nombraron como gobernador al ingeniero Pastor Rouaix, mientras que el general Victoriano Huerta, intentando recuperar la capital del estado, comisionaba a Hilario Lozoya como nuevo gobernador huertista de Durango; sin embargo, como la capital del estado se encontraba en poder de los rebeldes, Lozoya tuvo el triste papel de despachar, sin gabinete, como gobernante huertista, en Ciudad Lerdo.
Si bien, luego de la batalla del 18 de junio, la ciudad de Durango no volvió a caer en poder de los huertistas.
Tras el triunfo de Durango, Urbina intenta tomar Torreón y fracasa, mientras que, a la sazón, don Venustiano Carranza consumaba otro fracaso sobre Torreón y casi huyendo, arribaba a la ciudad de Durango, donde fue recibido por los entonces ya generales Domingo y Mariano Arrieta, comandantes militares de la entidad y por el gobernador del estado Pastor Rouaix.
(...)
Y pelearemos gustosos
con todos esos traidores,
y con los ricos tramposos
que son del pueblo opresores.
Y en vos, anciano Carranza,
confiamos que mientras vivas
nos infundas la esperanza,
que es consuelo de la vida.
(...)
Tu nombre será bendito,
con los de Urbina y Arrieta,
Contreras, Pereyra e hijos
y cuantos de ti están cerca.
Después de permanecer cinco días en Durango, Carranza se dirigió a Canatlán y de allí a Hermosillo, Sonora, cruzando la Sierra Madre Occidental; unificando a los cuerpos antihuertistas en el Ejército Constitucionalista.
Por su parte, Pastor Rouaix, promulgaba la primera Ley Agraria del país.
A fines de octubre, Francisco Villa había integrado la famosa División del Norte y ocupado Torreón.
Hacía progresar la Revolución en Chihuahua. En cierto momento, la Brigada Guadalupe Victoria formó parte de la División del Norte y el 9 de diciembre de 1913, tras fuertes combates y movimientos ferroviarios, el general J. Refugio Velasco, jefe del Ejército del Nazas, recuperó la ciudad de Torreón para el Gobierno huertista. De hecho, los revolucionarios de Arrieta, Contreras y Yuriar, siguiendo las instrucciones de su jefe de División, Francisco Villa, ante el poderoso ataque federal, desalojaron la plaza y se trasladaron a Durango.
En un ejemplo de fraternidad revolucionaria, las tropas del general Mariano Arrieta marcharon al estado de Sinaloa en donde apoyaron a los rebeldes de aquel estado y de allí, el director de la banda musical del contingente, Luis S. Reyes, recogió la melodía de La Adelita, le hizo arreglos para banda y entre sus soldados le pusieron letra; una letra que sería la canción épica más conocida de la Revolución Mexicana.
Luego de múltiples y sangrientos combates, entre marzo y abril de 1914, la División del Norte recuperaba Torreón.
La toma de Torreón cambió la relación de poder al interior del Ejército Constitucionalista y la División del Norte se ubicó como la mayor fuerza revolucionaria del país. Ante esta situación, don Venustiano Carranza, en un intento de neutralizar el fuego de Francisco Villa, conocido como El Centauro del Norte, arribó a la ciudad de Durango, en donde ordenó al jefe de la Brigada Guadalupe Victoria, general Domingo Arrieta León, que, con sus tres mil hombres serranos, se preparase para apoyar a la Primera División del Centro que comandaba el general Pánfilo Natera, en la tarea de acabar con el último baluarte fuerte del Gobierno usurpador; la ciudad de Zacatecas.
A principios de junio, Carranza se dirigió a Sombrerete, Zacatecas, donde resolvió el avance de Natera y Arrieta hacia Zacatecas.
En junio de 1914, se suscitaron algunos problemas de jerarquía entre el primer jefe del Ejército Constitucionalista don Venustiano Carranza y el jefe de la División del Norte, general Francisco Villa, por la decisión de enviar a las débiles tropas de Arrieta y Natera a combatir contra el poderoso Ejército Federal en Zacatecas, decisión que rechazaba toda lógica de estrategia militar y que, de paso, hacía permanecer a la División del Norte (única fuerza militar capaz de acabar con el poder de la usurpación) como un cuerpo auxiliar de refresco y refuerzo.
Las discusiones telegráficas entre Carranza y Villa son de imposición de jerarquía contra la razón de la guerra.
Carranza quiere que Villa, fraccione su fuerza y envíe 3,000 efectivos para apoyar a Arrieta y Natera en el ataque a Zacatecas. Villa, conociendo el poder real del enemigo, insiste en movilizar a toda la División del Norte.
Del 10 al 15 de junio de 1914, 15,000 hombres durangueños y zacatecanos de la División del Centro, de Pánfilo Natera y de la ahora División Durango, de Domingo Arrieta, combatían por los fortines de la ciudad de Zacatecas, en los cerros de La Bufa, El Grillo, El Padre y Clérigos, donde los federales, bajo las órdenes del general Luis Medina Barrón, los baten en retirada. La única esperanza de salvar el honor guerrero de los constitucionalistas está en el arribo de Villa a Zacatecas.
Siete días y siete noches
es lo que lleva el ataque,
estando los carrancistas
muy fuertes en el combate.
(...)
Los Arrieta y los Natera
uno al otro se decía:
“¡No tomamos Zacatecas
por falta de artillería!”.
Decía Pánfilo Natera:
“Ya no peliemos en vano,
le avisaremos a Villa
para que nos dé la mano”.
(...)
Ese general Natera
cuando atacó Zacatecas,
lo hizo con cuatro mil hombres
contra diez mil bayonetas.
(...)
Villa, al saber la derrota,
le dio rabia de coraje,
y ordenó embarcar las tropas,
pues, para emprender el viaje.
Ante la evidente ineptitud del mando del Ejército Constitucionalista, Villa decidió renunciar a su cargo de jefe de la División del Norte y Carranza, satisfecho, aceptó la renuncia.
Sin embargo, el Estado Mayor de la División del Norte tomó la determinación de reimponer a su jefe natural, el Centauro del Norte. El 15 de junio, los arrietistas de la División Durango y los nateristas de la División del Centro reculan en su intento de ocupar Zacatecas. Ante el arribo al teatro de las operaciones militares de las tropas huertistas irregulares de Benjamín Argumedo, se hace más evidente la necesidad de la presencia de las tropas de Villa.
A partir del 17 de junio, los aguerridos alacranes de la División del Norte, haciendo pitar sus trenes, se dirigen a Zacatecas, saltándose la autoridad moral de Venustiano Carranza y dos días después, en los poblados aledaños a la capital zacatecana, las tropas unidas de las Divisiones del Norte, del Centro y Durango, hacen los preparativos para combatir a los miles de soldados del general huertista Luis Medina Barrón.
Entre el 17 y el 23 de junio de 1914, la División del Norte, junto con las extenuadas tropas de Arrieta y Natera, se cubrieron de gloria en la Batalla de Zacatecas, una de las más grandes acciones guerreras de Latinoamérica. La División del Norte demostró que, militarmente, era la única fuerza capaz de acabar con la facción huertista. Cabe aclarar, en esta historia regional, que la mayoría de los cuerpos y brigadas de la División del Norte estuvieron por elementos y cuadros de oficiales del estado de Durango como Tomás Urbina y si Brigada Morelos, Calixto Contreras y sus cuencameros de la Brigada Juárez, Orestes Pereyra con la Primera Brigada de Durango, Severino Ceniceros, quien, de manera accidental, jefaturó a la Brigada Juárez de Durango, Manuel Medinaveitia, jefe del Estado Mayor de la División del Norte y Miguel González jefe de la Brigada Guadalupe Victoria y la División Durango de Domingo Arrieta, entre otros.
Al levantar el campo, tras la Batalla de Zacatecas, las bajas huertistas sumaban más de 6,000 muertos y el número de villistas que cayeron llegó a 1,500. En la gresca también sucumbieron 2,000 pacíficos zacatecanos.
De la misma manera, los villistas hicieron 5,000 prisioneros, mientras que los horrores del triunfo desquiciaban la paz social de la ciudad colonial.
Mil novecientos catorce
vísperas de San Juan,
fue tomada Zacatecas
como todos lo sabrán.
(...)
La toma de Zacatecas
por Villa, Urbina y Natera,
el sordo Maclovio Herrera,
Juan Medina y Ceniceros.
(...)
Villa trazó bien sus planes
y dijo a sus generales
que al día siguiente estuvieran
en sus puestos muy formales.
(...)
Emplazadas ya las piezas
en punto a las diez del día,
fue bombardeada la plaza
con muy buena puntería.
(...)
Avanzan los batallones
de los valientes villistas,
y los federales cain
sin tener quién los asista.
(...)
Quemaron los federales
varias cuadras de la plaza,
antes de ser derrotados,
perdiéndose muchas casas.
(...)
Como a las seis de la tarde
la plaza estaba tomada,
las campanas anunciaban
el triunfo de la jornada.
(...)
Felicitó Pancho Villa
a todos sus batallones,
por el éxito alcanzado
de acabar con los pelones.
Al finalizar el mes de junio, Villa y Arrieta, con los miembros de sus Estados Mayores conferencian y Villa intenta disuadir a Arrieta de su lealtad hacia Carranza, para que la División Durango se integre a la División del Norte. Sin embargo, Domingo Arrieta permanece fiel a Carranza y sin resabios, al separarse de la División del Norte y de la División del Centro, los arrietistas recibían el avituallamiento fraternal de los villistas.
La toma de Zacatecas por la División del Norte fue considerada por Carranza como un acto de insubordinación a su autoridad. Movilizados en un intento de que las desavenencias entre Villa y Carranza se suavizaran, los mandos medios de las fuerzas revolucionarias organizaron las Conferencias de Torreón, del 4 al 8 de julio, en las cuales todo quedó en aparente calma. Sin embargo, las diferencias entre los leales a Carranza y los leales a Villa se fueron remarcando, hasta llegar a las hostilidades. De la misma manera, se fueron haciendo más evidentes los motivos de lucha de Carranza, en la idea de tener la hegemonía política del país, para crear en México un estado capitalista burgués moderno y militarmente fuerte, mientras que los villistas no habían definido bien sus objetivos políticos para después de la lucha, más que en la idea de la justicia social vagamente expresada.
En medio de la grave situación política, entre los cuadros del Ejército Constitucionalista, el 12 de julio de 1914, el general Domingo Arrieta retornaba a Durango y al día siguiente el general Victoriano Huerta, sin tener esperanza de estabilidad en el poder, renunciaba a la presidencia de la República. La usurpación había sido derrotada.
En agosto, las pugnas de poder se desatan. Villa no está de acuerdo con el gobernador Rouaix en Durango. Carranza apoya a Arrieta y lo impone en la gobernatura durangueña. El mismo Carranza remueve a Rouaix y lo ubica en la Secretaría de Fomento, en la ciudad de México.
El 20 de agosto, los villistas triunfantes entran a la ciudad de Durango y Villa, sin considerar a Carranza y desconociendo la autoridad de Arrieta, nombra gobernador y comandante militar al general Máximo García, el último día de agosto de 1914, poco antes de partir a la Convención de Aguascalientes.
En una situación tirante, los hermanos Arrieta se sostienen fieles a Carranza y controlan la capital del estado, mientras que los villistas desalojan la ciudad de Durango, en movimientos de reabastecimiento en sus zonas naturales del noreste del estado.
El 22 de septiembre de 1914, Villa desconoce abiertamente a Venustiano Carranza como primer jefe del Ejército Constitucionalista y hace una nueva invitación al general Arrieta para que lo secunde. Sin dar el sí, Arrieta pide a Villa explicaciones sobre el rompimiento de la unidad revolucionaria del Ejército Constitucionalista y al no recibir respuestas satisfactorias para él, decide dar la negativa a la invitación de Villa.
Ante la situación, Villa ordenó a los generales Contreras, Ceniceros y Urbina la ocupación de la ciudad de Durango. Considerando a su compañero de armas, el día 26, Calixto Contreras parlamenta con el general Domingo Arrieta y éste decide evitar la guerra evacuando la ciudad y manteniendo intacta su fidelidad a Carranza, como primer jefe del Ejército Constitucionalista.
Dos tercios de los efectivos de la División Durango se unían a las fuerzas villistas, mientras los arrietistas fieles desalojaban la ciudad, dirigiéndose a sus terrenos de la Sierra Madre Occidental.
En 47 días como gobernante carrancista, Arrieta había expedido un decreto agrario y la Ley de Instrucción Primaria del Estado.
V.- El Rompimiento. La Hegemonía Carrancista
La Convención de Aguascalientes, de octubre de 1914, definió las nuevas facciones y gobiernos como convencionistas y constitucionalistas.
A fines de 1914 y principios de 1915 la División del Norte, convencionista, resintió serios reveses en diversas batallas en el centro del país, sobre todo en Celaya y Trinidad y su estrella declinó.
En medio de la debacle de la División del Norte, asegurando sus zonas de abastecimiento de granos y metales, para la compra de armamentos, Villa impuso en el Gobierno de Durango al general Severino Ceniceros, a fines de 1914, mientras que el depuesto general constitucionalista Domingo Arrieta, desde septiembre de 1914, había iniciado una activa campaña en contra de las fuerzas convencionistas villistas estacionadas en Durango.
El 6 de diciembre de 1914, Arrieta fue atacado en su campamento de San José de la Boca, cerca de Tepehuanes: Los arrietistas consiguieron rechazar a la columna villista de agresión y luego, su jefe Domingo, decidió avanzar sobre Tepehuanes, población que era guarnecida por el general villista Petronilo Hernández y, con unos 300 hombres de lo que fue la División Durango, Arrieta consiguió apoderarse de Santa Catarina de Tepehuanes, el 11 de diciembre.
Con la suerte a su favor el jefe constitucionalista durangueño decidió avanzar sobre Santiago Papasquiaro, sosteniendo combates en Corrales y Pascuales. El día 14 de diciembre, sin embargo, Francisco Villa había ordenado al general Tomás Urbina que asegurara sus territorios en el norte del estado y, ante la presencia de los reductos de la División del Norte, los miembros de la División Durango se vieron obligados a replegarse hasta Topia.
El Raid Arrietista
El 13 de agosto de 1915, de manera sorpresiva, las tropas de la División Durango del Ejército Constitucionalista, bajo las órdenes de los generales Domingo y Mariano Arrieta y con pertrechos que don Venustiano Carranza les había hecho llegar desde Veracruz, a través de Sinaloa, atacan y ocupan la capital del estado, ciudad que, en esos momentos, estaba defendida por las tropas villistas del general Severino Ceniceros.
En Ciudad Juárez, Chihuahua, el general Francisco Villa se enteró de la ocupación arrietista de Durango y del hecho de que, su compadre, el general Tomás Urbina, no había apoyado al general Petronilo Hernández, en su defensa de la vía ferroviaria de Tepehuanes a Durango, por lo que Arrieta y su División Durango aprovecharon para arribar sin contratiempos a La Perla del Guadiana.
Ante las inobjetables evidencias, Villa no tuvo más remedio que reconocer que su estimado compadre, el general Tomás Urbina, había traicionado al Ejército Convencionista, a la División del Norte y lo peor del asunto, a él, su propio compadre.
Aunque fuera su compadre, Villa no podía tolerar la traición de Urbina y personalmente se dirigió a hacer justicia a Durango. El 23 de agosto de 1915, la División del Norte irrumpía incontenible en la tierra de los alacranes y, ante la fuerza del embate, los arrietistas se retiraron hacia Llano Grande, ocupando la siempre inconclusa vía del ferrocarril de Durango a Mazatlán.
En su travesía por la sierra, la División Durango soportó el ataque de la columna del general convencionista Rafael Buelna quien, a su vez, se encaminaba hacia Durango para reunirse con la División del Norte. El combate fue adverso para los arrietistas, quienes se vieron obligados a dispersarse por las quebradas de la sierra. En su peor momento, las tropas de la División Durango, diezmadas por las enfermedades y el hambre arribaban a la ciudad de Tepic, Nayarit.
A su manera, Villa ajustició a su compadre Urbina, creó la Cámara de Comercio de Durango y puso en la gubernatura estatal al general Máximo García.
El Ataque Desconocido
A mediados de octubre, Durango sufrió el ataque de una partida arrietista, presumiblemente dirigida por los generales José Cangas y Miguel Canales y esta acción ha sido objeto de múltiples confusiones, en tanto sus fechas, facciones y protagonistas. Sin embargo, de manera afortunada, Lorenzo Parra Durán disipa las dudas sobre el misterio del ataque desconocido y, en su papel de actor protagónico de los hechos, nos da su versión del asunto:
Cuando menos lo esperábamos, un día del mes de octubre, a las dos de la tarde, fueron sorprendidos los puestos de Los Remedios y de la Garita del Sur y muertos los soldados que descansaban en esos momentos en (...) que, ochocientos arrietistas se lanzaron por las calles de la ciudad disparando sus armas y llegando hasta la Jefatura de la Guarnición, establecida en el palacio de la familia Gómez Palacio, donde hicieron irrupción destruyendo máquinas, muebles y papeles.
El general García se encontraba en esos momentos en un céntrico bar, charlando con un grupo de amigos; los comandantes de sus fuerzas no estaban en sus cuarteles y los soldados, fuera de los que componían las guardias, también andaban francos, así es que la más espantosa confusión se produjo, viéndose por todas las arterias citadinas el ir y venir de los individuos de tropa que, tras de recoger sus armas, se dirigían precipitadamente al norte de la población (...).
La vertiginosa y alocada carrera de los hombres de Arrieta continuaba... estaban a cien metros de nosotros... iban a aniquilarnos, pues numéricamente eran superiores; pero en aquel angustioso momento, cuando ninguno de nosotros, excepto el general García creía en su triunfo, nuestro jefe hizo señales para abrir el fuego, y las cinco coconitas iniciaron su labor causando muchos muertos a nuestros enemigos, que se detuvieron vacilantes. Aprovechando ese momento de indecisión, los cien hombres de la escolta salieron de su madriguera y se lanzaron valiente, ardorosa, resueltamente sobre los carrancistas, y ese rasgo de audacia los hizo retroceder; se internaron en la ciudad, perseguidos por aquellos, y sintiendo ya sobre sus espaldas el terror de la muerte abandonaron la plaza, siendo perseguidos hasta las márgenes del Río del Pueblito, donde se lanzaron al agua sin pensar en el peligro que ofrecían aquellos remansos traidores.
Según se ha podido cotejar en diversas fuentes, este poco conocido ataque a la ciudad de Durango tuvo lugar el 19 de octubre de 1915.
Las pinzas de presión de los constitucionalistas comenzaron a apretar sobre la plaza de Durango, con los 5,000 efectivos de tropa del general Murguía acuartelados en la Región Lagunera y los repuestos arrietistas de la Sierra Madre Occidental, de manera que, sin poder resistir lo tupido de la metralla, los poderes del Gobierno Convencionista del general Máximo García, junto con su sustento militar abandonaron la capital del estado. Terminando así el año del Gobierno Villista en Durango. El destino de los villistas era el noroeste de la entidad y el sur de Chihuahua, con itinerario indefinido por la constante persecución de los constitucionalistas, arrietistas y murguiistas.
De inmediato, la División Durango de Domingo Arrieta, leal a Carranza, ocupaba la capital del estado y, dando legitimidad a su mandato, Mariano Arrieta había establecido poderes en Ciudad Lerdo y Domingo Arrieta asumía la gubernatura del estado, de manera provisional, del 1 al 11 de noviembre, siendo substituido por su hermano Mariano, a partir del día 12.
Una vez que las fuerzas murguiistas y arrietistas ocuparon la Perla del Guadiana. A partir del 1 de enero de 1916, Mariano Arrieta tomaba la investidura de jefe del ejecutivo durangueño por la facción constitucionalista.
Las acciones militares contra los convencionistas se multiplicaron y asolaron el estado. Ahora la guerra era la peor calamidad para los pacíficos.
En medio de la huida villista, el 2 de noviembre de 1915, los guerreros de Domingo Arrieta lograban derrotar a los villistas del general Emiliano G. Saravia y Máximo García, en Pinos, municipio de Canatlán, la sangría del encuentro fue de 100 bajas convencionistas. Una vez desmantelado el Gobierno Convencionista, el 4 de noviembre, de 1915, los 5,000 carrancistas del general Francisco Murguía hicieron su entrada de ocupación a la ciudad de Durango, controlada por los hombres de Arrieta. Como era de esperarse, los de Arrieta se vieron desplazados en el poder militar y limitados en el poder político, por lo que en esa situación se iniciaron las fricciones entre los carrancistas de Murguía y los de Arrieta. Los constitucionalistas de otros estados tomaban un poder hasta entonces sólo ocupado por los revolucionarios estatales de la sierra y el comportamiento de los constitucionalistas foráneos fue muy diferente al de los serranos.
A Detener la Invasión
En 1916, como consecuencia de la incursión villista a Columbus, Nuevo México, Estados Unidos, el gobierno estadounidense organizó la persecución de la guerrilla villista, con la Expedición Punitiva y los arrietistas se aprestaron a detener la invasión. Arrieta se opone al avance de los estadounidenses estableciendo cuartel en Bustillos, Chihuahua, entre junio y agosto de 1916.
VI.- La Era de La Villada
De septiembre a noviembre de 1916, la ciudad de Chihuahua, Río Florido, San Isidro, La Concepción y Santa Rosalía de Camargo, en el estado de Chihuahua, son los escenarios de los combates de los arrietista contra las guerrillas villistas, entonces conocidas regional y genéricamente como La Villada. Los hombres de la División Durango combaten a los villistas en Torreón, Coahuila el 22 de diciembre de 1916 y participan en la recuperación de la plaza Lagunera el 2 de enero de 1917.
En febrero, Carranza promulgaba la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y el constitucionalismo ganaba en legitimidad política. Cinco diputados durangueños participaron en la redacción de la Carta Magna.
Los Gobernadores de Carranza
Entre 1916 y 1917, cuatro incondicionales carrancistas no oriundos de Durango: Arnulfo González, Fortunato Maycotte, Gabriel Gavira y Carlos Osuna ocuparon el máximo cargo oficial del estado. La intención de Carranza era que sus gobernadores militares pacificaran el territorio villista de Durango. Además de cumplir sus funciones militares contra las pertinaces guerrillas, cada gobernador carrancista, durante su mandato, dejó huela y señal, a veces no muy afortunada, de su gestión. Así, el general Arnulfo González, argumentando que el Clero y sus seguidores estaban en contra del gobierno de Carranza, en actitud jacobina, ordenó el cierre de los templos y la limitación de los cultos. Por su parte, el general Fortunato Maycotte se dedicó más al combate del villismo y se mostró indiferente a otros grupos de poder, mientras que el general Gabriel Gavira, haciendo énfasis en el respeto a las Leyes del Culto Externo, ordenó la clausura de colegios católicos y cambió la faz del centro de la ciudad de Durango al ordenar la demolición del templo de San Francisco y otros edificios.
Haciendo a un lado los límites académicos, el primer día de agosto de 1917, por la vía electoral, el general Domingo Arrieta León ocupó la silla principal del Palacio de Zambrano y, al siguiente mes, la XXVI Legislatura del Estado, promulgaba la nueva Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Durango, apegada, por supuesto, a los lineamientos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Si bien, Arrieta tenía el control político de manera nominal, el general Francisco Murguía ejercía el poder militaren los estados de: Durango, Coahuila y Chihuahua, exceptuando algunos municipios como El Oro, Indé y Mezquital en los que el dominio de las guerrillas villistas no permitía la hegemonía de los leales a Carranza, mientras que los sangrientos combates continuaban sobre todo en el noroeste del estado de Durango en donde los guerreros de la División Durango no tenían descanso, guiados por oficiales arrietistas como Teodoro Areola o Ismael Lares.
Con la finalidad, parcialmente militar, de conectar más rápidamente a la ciudad de Durango con el centro de la República, el famoso ferrocarrilero canatleco Felipe Pescador, dirigente de la empresa Ferrocarriles Constitucionalistas, puso todo su empeño en la construcción del ramal Cañitas (hoy Felipe Pescador) – Durango, del Ferrocarril Central y aún cuando la situación bélica de la región no era la más propicia para las labores del tendido de las vías, el 21 de mayo de 1918, el primer tren que viajó de Durango a Cañitas silbaba en La Breña, estrenando su nueva vía.
La empresa estatal Ferrocarriles Constitucionalistas también produjo y publicó la cartografía ferroviaria del estado de Durango, levantada por los ingenieros: Carlos Patoni y Pastor Rouaix, mientras tanto, las guerrillas villistas se multiplicaban y, a principios de 1918, la burocracia y poca funcionalidad del Gobierno Constitucionalista, además de minar la lealtad de los carrancistas facilitaba las operaciones de las guerrillas villistas.
Para contrarrestar tal situación, el gobierno carrancista estatal del general Domingo Arrieta levantó fuerzas municipales, policías locales y rurales y autorizó la organización de Defensas Sociales, no sólo contra las guerrillas villistas, sino también en contra de las numerosas partidas de delincuentes comunes que asolaban el estado. De esta manera las solicitudes para arar Defensas Sociales se multiplicaban para enfrentar a villistas y bandoleros, ante la ausencia de las fuerzas federales.
El colmo para las sufrida población pacífica de Durango se presentó en septiembre de 1918, cuando se declaró la mortífera epidemia de influenza española que diezmó por igual a villistas, carrancistas y pacíficos. El impacto de la influenza y el tifo no dio tregua a la guerra y las acciones bélicas continuaron.
La epidemia es incontrolable en: Gómez Palacio, San Juan del Río, Tamazula, Topia, Cuencamé, San Dimas y Durango y obliga al cierre temporal de escuelas, templos, teatros, cines, y demás lugares públicos. La peor mortandad se suscita durante la primera decena del mes de octubre. Los fallecimientos a causa de la epidemia de influenza no son límite para que la guerra continúe y sólo las Defensas Sociales se oponen a las guerrillas villistas.
Para ese momento la Revolución sin sentido había modificado los cuadros del poder local de la Región Lagunera y se había generado un nuevo grupo empresarial basado en el arrendamiento de las haciendas o de fracciones de ellas para su explotación. Es en este periodo también cuando surge un nuevo grupo de poder alterno, el Agrarista, conformado y organizado en la Comisión Local Agraria y el Sindicato Agrario confederado del Estado de Durango, dirigido por el diputado constituyente Alberto Terrones Benítez y afiliado a la Confederación Regional Obrera Mexicana, CROM, la cual, en su sección durangueña, era dirigida por el ex gobernador Severino Ceniceros.
El Año del Hambre
En los pensamientos de los últimos sobrevivientes de la época revolucionaria, se recordaba con gran amargura al de 1918 como El Año del Hambre, llamado así por la terrible escasez de producción y distribución de alimentos, lo que provocó la inanición y la desnutrición y que, junto con la mortandad que ocasionaron las epidemias de influenza, tifo y viruela, la constante guerra entre villistas y carrancistas, así como el incremento del bandidaje, hicieron de 1918, el peor año de la Revolución.
El Último Jalón
En el segundo semestre de 1919, Villa lanzó su última gran campaña para ocupar la ciudad de Durango. tomando previamente Canatlán , el 28 de agosto, Villa arribó a la hacienda de Huichapan y ordenó a sus fuerzas dispersas que se concentraran para atacar a Durango el 6 de septiembre. Algunas partidas villistas estaban en el entendido de destruir las vías férreas de acceso a la ciudad, en las estaciones de Pedriceña y Cañitas. Sin embargo, los carrancistas evitaron el levantamiento de los rieles y el general carrancista Manuel M. Diéguez se apresuró a enviar tropas para combatir el nuevo brío guerrero de Pancho Villa.
Merced a los movimientos de defensa de los carrancistas, el general Gavira, guardián de la plaza de Durango, recibió oportunamente los refuerzos del general Cesáreo Castro desde la ciudad de Torreón, Coahuila, y de las tropas carrancistas del estado de Chihuahua.
El combate fuerte por Durango, se trabó en Labor de Guadalupe, donde los soldados revolucionarios villistas, en virtud de la resistencia de los carrancistas, desistieron del intento de ocupar la capital del estado. Sobre el combate de 1919 por La perla del Guadiana se destaca el relato de José María Jaurrieta incluido en su libro: Con Villa (1916-1920), Memorias de Campaña.
Hasta ese momento, la actuación de las guerrillas villistas había imposibilitado el establecimiento de autoridades carrancistas en algunos municipios como: Rodeo, Coneto de Comonfort, Villa Ocampo, Hidalgo, Indé y San Bartolo, mientras que diversas partidas actuaban en otras latitudes de la entidad.
Los arrietistas-carrancistas de los generales Ismael Lares y los hermanos Eulogio y Tranquilino Mendoza, entre otros, junto con las Defensas Sociales organizadas en los poblados atacados por la fuerza de La Villada fueroin nuevamente quienes, ante la ausencia de los federales carrancistas, opusieron resistencia.
Las Nuevas Facciones
Al momento de la Rebelión Militar del Grupo Sonora con el Plan de Agua Prieta, contra el gobierno de Venustiano Carranza, a principios de 1920, los militares durangueños están indecisos. Primeramente se declaran afiliados a Carranza y, en el momento de la caída del llamado Rey Viejo, reconocen y apoyan incondicionalmente al Grupo Sonora.
Los duranguenses adictos al Plan de Agua Prieta, nombran al general Jesús Agustín Castro como candidato a la gubernatura y a su vez, es apoyado por los diputados locales y las fuerzas militares.
Por su parte, el general Domingo Arrieta, manteniéndose fiel a su facción, a pesar de la caída y la muerte de Carranza no cambia de chaqueta y se mantiene contra el Grupo Sonora.
Los Motivos de Arrieta
Carrancistas sin Carranza, defendiendo su posición política, sus intereses y lo que para ellos significaba el orden y la legalidad personificada en la figura del también llamado Varón de Cuatro Ciénagas, los hermanos Arrieta insistían en su desavenencia con los militares emergentes del triunfante Plan de Agua Prieta. Ante el arribo de los adeptos al Grupo Sonora, Mariano Arrieta fue despojado de su poder militar y Domingo Arrieta no tuvo más remedio que entregar la gubernatura estatal al general Enrique R. Nájera, a partir del 5 de mayo y este, a su vez, el 16 de septiembre entregaba la banda del poder ejecutivo estatal al general Jesús Agustín Castro.
Tras el asesinato de Venustiano Carranza, el triunfo del Plan de Agua Prieta puso en la silla presidencial a don Adolfo De la Huerta, en la cobertura del interinato preelectoral. En actitud pacificadora, el presidente De la Huerta envió propios para entrar en pláticas de rendición con Francisco Villa, quien tenía precio sobre su cabeza en los Estados Unidos y en Chihuahua. Poco después, el Centauro del Norte entregaba las armas en Tlahualilo y se retiraba a la hacienda de Canutillo.
Atosigados por los hombres del Grupo Sonora, los hermanos Arrieta vuelven a empuñar las armas en noviembre de 1920, con sus tradicionales e incondicionales seguidores serranos de: Topia, Canelas y Tamazula. La bandera de esta nueva rebeldía arrietista no tiene más justificación ni plan que el de la oposición al gobierno de Adolfo De la Huerta y posteriormente al de Álvaro Oregón.
Al cumplirse diez años de guerra constante en el estado, las cosas empeoraban y el terror se enseñoreaba en las calles de las poblaciones durangueñas. Durante la segunda semana de 1920, las autoridades sanitarias declaraban la alerta ante una nueva propagación de la epidemia de tifo.
La rebeldía arrietista, aunque tiene contingentes muy pequeños, va incrementándose con adeptos incondicionales como Dámaso Barraza, quien el 15 de febrero de 1921, atacaba el poblado de san Francisco de Mezquital, enfrentándose a la Defensa Social que dirigía Julio Chávez. Dos meses después, varios arrietistas mezquitaleños eran fusilados por las tropas del general Martínez.
En Canelas merodean los arrietistas del jefe Juan Galindo y el 21 de abril, el propio Domingo Arrieta ocupaba Tepehuanes, sin encontrar resistencia. El ya conocido cuento de las persecuciones volvía al escenario estatal. La guerra de Arrieta tuvo dos regiones de apoyo: una en el centro y noroeste del estado y la otra en el extremo sur, precisamente en los municipios de Durango y Mezquital.
Los arrietistas del noroeste fueron dirigidos por jefes como: Porfirio Monarrez, Mucio Rodríguez, Luciano Rodríguez, Pafnuncio Martínez y Toribio Martínez, alias El general Huarache. Los encuentros de los arrietistas del noroeste, entre mayo y diciembre de 1921, se suscitan en: Tepocatita, cerca de Otaez; en Arroyo Chico, en Tepehuanes; en las cercanías de Santiago Papasquiaro, también en Tejamen, Promontorio, Canatlán, Potrero de Campa, la hacienda de Torres (hoy Emiliano Martínez), Las Ciénagas, Las Iglesias y estación Cacaria. A lo largo de sus correrías, los arrietistas son rechazados por Defensas Sociales y soldados regulares dirigidos por el general Anacleto Guerrero y por el coronel Muñoz.
Sin haber tenido acciones de relevancia, los arrietistas de Porfirio Monarrez y Mucio Rodríguez fueron fusilados y olvidados. Sin lograr apoyo popular para su rebelión, sin vituallas, sin oportunidad de lograr nada en lo militar y sin una bandera o plan definido, el general Domingo Arrieta suspendió su guerra el 24 de diciembre de 1921 y entregó las armas al gobierno, personificado en la figura del general Juan Andrew Almazán, jefe de operaciones militares de la Región Lagunera. Sin embargo, poco después Arrieta volvería a alzarse.
En el primer semestre de 1922, extrañamente, el estado gozó de una relativa calma, aunque en la sierra y en el noroeste, diversas gavillas sin bandera atacan: Cañas, municipio de Topia, La Zarca, La Cuchilla, Ciudad Lerdo, Otinapa, Otaez, Pánuco de Coronado, Indé y Promontorio. Las acciones son dirigidas por los jefes: Florentino Martínez, Juan Pablo Marrero, Juan Galindo y Domingo Arrieta.
Para Arrieta sigue un periodo en el que secunda las fallidas rebeliones militares de los generales Francisco Murguía y Juan Carrasco. Ante el fracaso, Arrieta se autoexilia en San Antonio, Texas.
En 1923, Francisco Villa recibía las alas expansivas que lo quitaban como sospechoso de ser un estorbo para el ejercicio del poder del Grupo Sonora. En 1924, uniendo las inquinas nacionales Adolfo De la Huerta hizo su propio plan y se lanzó a la rebelión y de inmediato se le unieron los inconformes, relegados y enemigos del Grupo Sonora. En Durango, son los ex villistas y los arrietistas quienes ya contaban de nuevo con su jefe Domingo Arrieta.
Los ex villistas delahuertistas durangueños tienen acciones en las poblaciones de: San Juan del Río, El Oro, Guadalupe Victoria, Indé, Guanaceví, Chinacates, El Toboso, Triana, Tepehuanes, hacienda de La Noria, Canutillo, Patos, Canatlán y Francisco I. Madero.
El general Domingo Arrieta León, en circunstancias adversas y coincidiendo con las inquinas y las enemistades de los delahuertistas y ex villistas olvida los rencores contra el difunto Centauro del Norte y une sus fuerzas a la nueva rebelión y juntos: ex villistas y arrietistas delahuertistas ocupan Santiago Papasquiaro, por espacio de 20 días.
Soldados regulares e irregulares agraristas auxiliares son ocupados por el gobierno para terminar con la Rebelión Delahuertista en Durango y, para dirigir la campaña, se comisiona a los generales: Eulogio Ortiz, Marcelo Caraveo, Jesús Agustín Castro, José Gonzalo Escobar, Miguel Valle y Antonio Michel, pero los ex villistas y arrietistas son pocos, están desarmados, carecen de fuentes de abastecimiento y a su bandera le falta la fuerza de la convicción, por lo que, paulatinamente, cada jefe va entregando sus limitados pertrechos a la hegemonía del gobierno del Grupo Sonora
Así: Domingo Arrieta y Petronilo Hernández se someten el 7 de mayo, e Hipólito Villa aguanta alzado hasta el 8 de agosto. Domingo Arrieta y sus últimos 28 leales quedaron fuera del servicio militar y el gobierno del Grupo Sonora no le reconoció su bien ganado grado al general Arrieta. Fue hasta el 27 de noviembre de 1931 cuando la maquinaria burocrática reconoció las acciones del jefe durangueño y Arrieta reingresaba al Ejército recobrando su grado de general de brigada y los mandos militares acordaron neutralizarlo poniéndolo a disponibilidad en la ciudad e Durango, en previsión de que se le ocurriese alzarse de nuevo a sus 57 años de edad.
Conocido por algunos de los ex arrietistas que, a entre 1926 y 1941 dirigieron las Dos Rebeliones Cristeras durangueñas, en los municipios de Durango y Mezquital, Arrieta intentó, de manera infructuosa, pacificar las ansias guerreras de las tropas de Cristo Rey y estableció algunas comunicaciones con los cristeros que, a la larga, producirían algunos de los documentos que explicaban los motivos de la guerra de Cristo Rey.
Fue hasta la caída del Maximato de Plutarco Elías Calles cuando Arrieta, tras entrevistarse con el presidente, general Lázaro Cárdenas, pudo actuar en la política y se desempeñó como Senador de la República, por el estado de Durango, de 1936 a 1940. En 1941, Arrieta recibía el grado de General de División y para 1944, merced a su avanzada edad, se le concedía el retiro forzoso.
Domingo Arrieta León recibió otros reconocimientos como: la Medalla al Mérito Revolucionario, fue electo Presidente Honorario del Consejo Ejecutivo Estatal de Veteranos de la Revolución y, fungiendo como Comandante de la Legión de Honor en el Estado falleció el 18 de noviembre de 1962.
A partir del 18 de noviembre de 1965, el nombre del general Domingo Arrieta León está escrito con letras doradas en el recinto oficial del Congreso del Estado de Durango y, desde el año de 1989, los restos del general Arrieta se encuentran en la Rotonda de los Hombres y Mujeres Ilustres de Durango.
El movimiento revolucionario arrietista serrano de Durango puede enmarcarse como el alzamiento regional más importante de la historia del oeste del estado. Si bien, las diferencias de facciones desbarataron un posible proyecto de desarrollo estatal que nunca llegaría a consolidarse.
Como protagonista de su época, en su ámbito regional, el general Domingo Arrieta León, respondió a los avatares y movimientos políticos, de acuerdo a sus personales conceptos de la lealtad, la justicia y la legalidad, en un violento proceso que, de múltiples maneras, modificó las relaciones sociales, económicas y de poder, así como los usos y costumbres de la vida de los durangueños.
ANTONIO AVITIA HERNANDEZ.
Guías y Guiones del Museo de la Revolución en Durango
Domingo Arrieta León
México 2004
Introducción
En 1994, a petición del C. Javier Guerrero Romero, quien entonces era titular de la Dirección de Asuntos Culturales (actual Instituto de Cultura del Gobierno del Estado de Durango, ICED), adscrito a la SECyD, Secretaría de Educación Cultura y Deporte de Durango, del Gobierno del Estado de Durango, realicé la investigación histórica, el guión académico, la guía museográfica, la línea del tiempo, un guión de historieta y cedularios, de sala y de objetos (es decir el guión museográfico), documentos todos correspondientes al diseño del Museo de la Revolución en Durango Domingo Arrieta León con número de Registro Público del Derecho de Autor: 03-1999-04261001900-01, del Instituto Nacional del Derecho de Autor, INDA. Para la redacción de las Guías y Guiones del mencionado museo, previamente había realizado una exhaustiva investigación de base, que dio como resultado el libro Los Alacranes Alzados. Historia de la Revolución en el Estado de Durango. México, IMAC, 1998 (Segunda Edición, México, Antonio Avitia, 2003). Los trabajos para el mencionado museo concluyeron el día 3 de agosto de 1998, con la inauguración del recinto, sin que se me hubiera retribuido el pago correspondiente por mi trabajo profesional como historiador y, lo más grave, sin otorgarme los créditos por la colaboración y elaboración de las Guías y Guiones del museo en cuestión, en flagrante violación de mis derechos establecidos en la Ley Federal de Derecho de Autor.
Entre los años: de 1998 al 2004, de manera infructuosa, para hacer valer mis derechos, solicitando el pago por mi investigación y la imposición del crédito correspondiente en el museo, me dirigí a diversas instancias: el ICED, la SECyD, el Gobierno del Estado de Durango, la Comisión de Derechos Humanos de Durango, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, CNDH, el Instituto Nacional del Derecho de Autor, INDA, y finalmente al Juzgado Tercero de Distrito en el Estado de Durango (expediente 4/2001), donde el juez Francisco Miguel Padilla Gómez, con el argumento de que, como no hubo un contrato escrito sino verbal, sentenció que él no podía llegar al fondo del asunto y que, por lo tanto, estaba yo en libertad de hacer valer mis derechos por la vía que me convenga y también de publicar mi trabajo. Así, merced a ésta irregular situación, a diferencia de lo que sucede en todos los museos y exposiciones del mundo, los cedularios del Museo de la Revolución en Durango no contienen los créditos académicos correspondientes, por lo que cualquier visitante podría pensar que las guías y guiones, base intelectual de la exposición, fueron elaborados por los famosos fantasmas y espíritus chocarreros que, según la conseja popular, habitan en el recinto.
Lo más penoso del caso es en el sentido del impacto al espíritu del marco legal del Gobierno del Estado de Durango, toda vez que, al hacer el análisis del significado de esta situación, resulta que el recinto que el Gobierno del Estado de Durango ha dedicado a rendir homenaje a la memoria de Domingo Arrieta León; el hombre que, siendo Gobernador del Estado, promulgó la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Durango , en 1917, vigente hasta la fecha; se encuentra fundado en medio de la ilegalidad y la violación de los Derechos Humanos y los Derechos de Autor de su investigador académico; situación que, a todas luces, significa una burla y una contradicción aberrante, ilegal e injusta, no sólo para el autor de las guías y los guiones del museo, sino para la memoria de quien ha promulgado la Carta Magna estatal. La burla y el escarnio son, por extensión, a todos los actores del proceso histórico de la Revolución en el estado y a todas las instituciones emanadas del mismo documento rector.
Es decir que, en el museo en cuestión, se rinde homenaje al hombre que creó el estado de derecho en el Estado, violando el mismo estado de derecho que éste creó.
Merced a lo anterior, en el ejercicio del: irrenunciable, inembargable e inalienable derecho de autor, que no prescribe, y atendiendo a la recomendación del juez Padilla Gómez, en un humilde afán de reivindicar, aunque sea sólo de manera parcial, la mancillada memoria del general Domingo Arrieta León y, por extensión, la de los demás actores, protagonistas y anónimos, del importante periodo histórico de la Revolución en Durango, se hacen públicas, por este medio, las Guías y Guiones del Museo de la Revolución en Durango Domingo Arrieta León.
Los Serranos Alzados
G U I Ó N A C A D É M I C O Y G U Í A
M U S E O G R Á F I C A
PARA EL
MUSEO DE LA REVOLUCIÓN EN DURANGO
GENERAL DOMINGO ARRIETA LEÓN
Antonio Avitia Hernández 1996
I. La Paz Fingida.
En las postrimerías del siglo XIX, el extenso territorio del estado de Durango se caracterizaba por su baja densidad de población y por el hecho de que unas cuantas personas acaparaban los bienes terrenales, con la creación de latifundios tan grandes como los estados de Tlaxcala o el de Morelos. Según Pastor Rouaix: La acumulación terrateniente se concentró de la siguiente manera:
- 48% en propiedades mayores de 50,000 hectáreas, siendo la más grande la Hacienda de Santa Catalina del Álamo y Anexas con un total de 412,477 hectáreas.
- 21% en 42 propiedades de entre 20,000 y 50,000 hectáreas.
- 15% en 73 propiedades de entre 10,000 y 20,000 hectáreas.
Por último un 16% dividido en 257 propiedades menores de 10,000 hectáreas.
La explotación minera, la ganadería, la agricultura y una incipiente industria de transformación eran las fuentes del trabajo sobreexplotado que, en las haciendas, fundos mineros y obrajes, absorbía la vida de la mayoría de la población.
En un territorio algo mayor que el de Cuba y algo menor que el de Nicaragua, el despoblado estado de Durango, sin vías de comunicación, era casi inaccesible en algunos lugares de su extensa Sierra Madre Occidental y sólo hasta el año de 1892, las tiras paralelas de acero que sostuvieron el viaje del primer tren llegaron a la ciudad capital, enclavada entre los llanos y la sierra.
En este proceso de acumulación de riqueza participaron; principalmente los que podían disponer del dinero y las relaciones para hacerlo y en Durango, los que tradicionalmente contaban con fondos suficientes o excedentes eran casi siempre miembros del bando conservador, por lo cual hicieron a un lado su rígida ideología conservadora, ante la oferta del gobierno de la dictadura liberal.
Según Mauricio Yen: “En Durango se propició un proceso de consolidación del liberalismo económico y de conservadurismo político y moral en el que los intereses de la burguesía empresarial que dominaba el país, se identifican plenamente”.
La burguesía establecida en Durango tuvo dos polos principales de concentración; uno en la capital del estado y el otro en la Región Lagunera, mientras que, en la región serrana, sólo los enclaves mineros eran objeto de inversiones y labores.
Las familias oligárquicas que se constituyeron en los grupos inversionistas predominantes de la ciudad de Durango ostentaban los apellidos de: Asúnsolo, Bracho, Damm, Drünert, Flores, González Saravia, Gurza, Hildebrand, López Negrete, Manzanera y Stahlknecht, entre otros; mientras que, en la Región Lagunera, destacaban los apellidos Lavín, Brittingham, Hernández, Siller, Torres, Martínez, Araura y Colvian y Feliciano Colvian, los De la Peña y los Sariñana.
Granos, textiles, jabones, dinamita, cebo, lana, harinas, vid, ganado, minerales y productos forestales fueron algunos de los productos que, desde los últimos años del siglo XIX, comenzaron a salir al mercado en los vagones de ferrocarril.
Algunos negocios agrícolas, minerales e industriales, tenían tal capacidad de producción que el tendido de vías férreas hasta el interior mismo de los centros de trabajo era costeable. Sin embargo, el desarrollo se centró en enclaves bien determinados y grandes extensiones del territorio, sobre todo del serrano estatal quedaron fuera de los planes contratados del tendido de vías.
En medio de este ambiente, crecía Domingo Arrieta León quien, como hijo de don Teófilo Arrieta y Soledad León, había nacido en el mineral de Vascongil, municipio de Canelas el 4 de agosto de 1874.
Como era común entre la niñez de esa época, el niño Domingo Arrieta no recibió instrucción formal y su imaginación se alimentaba con las hazañas de los bandidos serranos, enemigos de la dictadura porfirista, como Heraclio Bernal e Ignacio Parra.
La Estructura del Poder
Desde la novena década del siglo XIX, con el advenimiento del orden armado de la dictadura liberal porfirista, la apertura a las oportunidades de inversión de capitales de manera segura y con ganancias insuperables se incrementaron en el estado, con la protección de los brazos armados de las Acordadas y Policías Rurales, cuyo principal dirigente en Durango fue el jefe Octaviano Meraz.
Bajo los disparos de los rifles de repetición de los rurales, surgieron y se desarrollaron los grandes enclaves agrícolas, madereros, ganaderos, mineros e industriales llamados haciendas. Según Pastor Rouaix: “El hacendado era una autoridad feudal, omnímoda y absoluta, en muchos casos superior al jefe político (a veces uno y otro eran la misma persona) y en todos por encima del jefe municipal, que ejercía su dominio apoyado en las milicias armadas que sostenían de su peculio, tituladas guerrillas o acordadas (…) El jefe político se consideraba como un representante del gobernador de quien dependía directamente, y cuyas órdenes eran las únicas que acataba y sus fallos los únicos que reconocía (…) pues era el jefe de la policía urbana y rural, el amo y señor de cárceles y prisiones”.
Para Andrés, Eduardo, José y Mariano Arrieta; hermanos de Domingo, y para éste mismo; en sus trabajos de mineros, jornaleros, agricultores y arrieros, no era desconocida la situación social y la sobreexplotación de sus compatriotas regionales y de ellos mismos, en tanto la nulidad del acceso al poder político y lo infranqueable de las estructuras económicas de las haciendas.
II.- ¡La Sierra en llamas!
La falta de instrucción no fue un obstáculo para que, a los 36 años de edad, Domingo Arrieta sintiera que el orden establecido podía cambiar si; secundando la convocatoria de la Revolución Maderista, con el Plan de San Luis, se transformaba también el poder político, dando opción a decisiones de gobierno más humanas. Dada su actividad de arriería comercial, Domingo Arrieta era muy conocido en la región serrana de los municipios de: Canelas, Tamazula, Topia, Guanaceví, San Dimas, Tepehuanes y Canatlán, lo cual le facilitó la convocatoria y reunión de un grupo armado que incluía a sus hermanos Andrés, Eduardo y Mariano.
Coincidiendo con el Plan de San Luis, en el extremo oeste del estado, y precisamente en la Mesa de Guadalupe, municipio de Canelas, Durango, el 20 de noviembre, los hermanos Arrieta hicieron oír su grito de guerra en la Sierra Madre Occidental.
General Eduardo Arrieta León.
En los meses siguientes la Revolución Maderista se fortalece. Todo el estado está en guerra; los poblados, rancherías y haciendas caen en manos de los revolucionarios y en ocasiones las acordadas de rurales, los gendarmes locales y las fuerzas federales combaten y recuperan los poblados que posteriormente vuelven a ser ocupados por otra guerrilla rebelde. Las partidas poco a poco se van articulando para conformar contingentes mayores, la Revolución progresa y el Gobierno es incapaz de atender los llamados de auxilio que llegan de todos los municipios. Comienzan a oírse y repetirse los nombres de los jefes más arriesgados y victoriosos y sus hazañas comienzan a ser contadas como hilos que tejen leyendas que engrandecen su mitología; Moya, Contreras, Ceniceros, Iturbe, Arrieta, Antuna, Maciel y Castro son sólo algunos de esos nombres localizados en sus propios terrenos; en los valles, en los llanos, en la sierra y en el desierto. En tres meses, el estado reprimido iba reconociendo otras formas de ejercicio de la justicia con la crueldad de la guerra; mientras que, en el resto del país, se iba cuestionando la conveniencia de la permanencia del dictador en el poder.
Percatándose de que, separados, sus esfuerzos se diluían, los revolucionarios maderistas serranos de Conrado Antuna, Ramón F. Iturbe y Domingo Arrieta optaron por integrarse en un solo contingente para capturar la difícil plaza de Topia. Contando con un total de 400 bragados, los maderistas atacaron y ocuparon Topia el día 9 de marzo; luego de 43 días de asedio y rudos combates. En la acción los insurrectos capturaron a los 300 defensores porfiristas que eran comandados por el jefe de rurales Ruperto Rodríguez, en lo que se significó como una de las más sobresalientes acciones de la guerra maderista.
Ruperto Rodríguez era
el jefe de los sitiados
y él fue quien les propusiera
la paz a los pronunciados.
En la casa Americana
se arregló la transacción,
a las tres de la mañana
se hizo la rendición.
(…)
En fin, todos los soldados
que defendían a Porfirio,
cabizbajos, demudados,
andaban con gran suspiro.
(…)
Ese día doce de marzo
día feliz y venturoso,
las armas de los maderos
cantaron gloria de gozo.
La inseguridad se había generalizado en el estado, grupos de bandidos se hacían pasar por revolucionarios y no había fuerza capaz de ejercer el poder ni el orden. Como una medida extrema, el Gobierno del Estado decretó el 10 de marzo de 1911, la suspensión de las garantías individuales en el territorio estatal; más con la finalidad de proteger las propiedades de los hacendados y capitalistas mineros que por la seguridad en sí.
Con la moral alta ganada en la toma de Topia, Domingo Arrieta y sus hermanos, junto con sus tropas serranas, se dirigen a intentar tomar la capital de estado; mientras tanto, separándose de Arrieta, Iturbe y Banderas comenzaban a planear su avance hacia Culiacán, Sinaloa.
Avanzando sin contratiempos y fuerte ya con 1,000 hombres, el jefe Domingo Arrieta se dirigió a Tepehuanes y ante su embate, la guarnición de la plaza, compuesta de 20 auxiliares, huye sin pensar siquiera en oponer resistencia a los serranos alzados. Así, Santa Catarina de Tepehuanes fue ocupada por los arrietistas el 7 de abril.
Iniciando la coordinación de las fuerzas rebeldes estatales, el 14 de abril, los maderistas de Calixto Contreras, Severino Ceniceros, Domingo y Mariano Arrieta y los de Conrado Antuna se concentraron en las inmediaciones de la ciudad de Durango. Ante la cercanía de los insurrectos, el jefe porfirista de la guarnición de la ciudad Prisciliano Cortés, organizó un desfile para dar la imagen de contar con un poderoso contingente, anexando a sus tropas a los miembros de la policía local y a los de la Acordada de Rurales.
Sin dejarse intimidar, los revolucionarios intentaron su primer ataque a la ciudad de Durango el 14 de abril. Sin embargo, la carga fue rechazada y los maderistas se dispersaron, dirigiéndose a sus zonas naturales para reabastecerse y reorganizarse.
El capitán primero Antonio M. Priani tenía a su cargo la guarnición de Santiago Papasquiaro, el 16 de abril, cuando los ya para entonces 1,500 revolucionarios arrietistas; quienes, en un veloz raid, habían tomado Otaez, Victoria y Sardinas, abrieron fuego sobre los defensores porfiristas de Papasquiaro, la refriega se prolongó hasta el día 17. En el combate, Priani resultó prisionero y algunos oficiales y soldados regulares pudieron escapar hacia Durango.
(…)
Adiós Villa de Santiago
tú eras la más afamada,
quién te vido quien te ve,
pareces depositada.
(…)
Tus pueblos se te cambiaron
todos en contra de ti,
los tendrías muy agraviados,
según me parece a mí.
(…)
Decía el capitán Arrieta
cuando comenzó la guerra:
“Muchachos, primero muertos
que entregar nuestra bandera”.
(…)
El diecisiete en la noche,
la guerra se terminó,
dicen que ganó Madero
y el capitán lo agarró.
(…)
Se vienen a las haciendas,
donde hay mucho que agarrar,
piden armas y caballos,
también sillas pa’ montar.
En medio de la adversa situación militar para los porfiristas, ante la incontenible marcha de las tropas revolucionarias y la caída de Santiago Papasquiaro y el consecuente asedio rebelde a la ciudad de Durango; el 20 de abril, el gobernador del estado, licenciado Esteban Fernández, presentó su renuncia ante el Congreso del Estado y, para sustituirlo, se nombró al diputado Ventura G. Sarabia.
Los hermanos Matías y Sergio Pazuengo, antiguos mineros al servicio de
la Compañía Minera Contraestaca, se habían levantado en armas desde 1910, y se anexaron al contingente arrietista. El día 17 de abril, el capitán Domingo Arrieta quien, al consumarse la toma de Santiago Papasquiaro, fue reconocido como el jefe principal de la Revolución Maderista en el estado y ordenó a Matías Pazuengo el ataque a Canatlán. Pazuengo ocupó Canatlán el 21 de abril.
La toma de Canatlán formaba parte del plan militar rebelde para el avance definitivo sobre la ciudad de Durango, con la seguridad del triunfo, al cortarse todas las posibles rutas de auxilio a los porfiristas de la capital del estado.
El día 24 de abril se reportó otro ataque a la Perla del Guadiana, por parte de las tropas de Arrieta y se considera que los arrietistas fueron obligados a desistir, por las tropas de Prisciliano Cortés.
Las aguerridas tropas de Domingo Arrieta se presentaron en las goteras de la ciudad de Durango, el 10 de mayo de 1911 y el cerco se prolongó hasta el día 31.
Durante los días de sitio, los maderistas realizaron varias incursiones infructuosas con el afán de ocupar la ciudad; el día 12 por la garita del sur, en donde fueron rechazados por las tropas del capitán Moreira. El día 13 el ataque rebelde fue por el cementerio y los ranchos de Zataraín y Granados, resultando repelidos por los soldados del mayor Valdivieso. Otro intento de penetrar a Durango se suscitó el día 16, por la calle de Leyva; donde el capitán segundo Javier Campero se lució desalojando a los insurrectos.
Viendo difícil la ocupación de la Perla del Guadiana, Arrieta no vaciló en pedir refuerzos a sus camaradas rebeldes triunfantes de la Región Lagunera y éstos de inmediato, tomaron los trenes, y poco después los hombres de Castro, Maciel y Contreras estaban desembarcándose en la Estación de Durango.
Cuando los refuerzos maderistas arribaron a Durango, el progreso de la Revolución en Chihuahua, con las tropas de Francisco I. Madero, Francisco Villa y Pascual Orozco, había llegado al grado de hacer rendir a las tropas regulares porfiristas en Ciudad Juárez, Chihuahua, obligando a la firma de los tratados de paz con el Gobierno Porfirista, el 21 de mayo. Al día siguiente, la ciudad de Durango recibe la noticia del armisticio entre los beligerantes maderistas y porfiristas de Ciudad Juárez y dadas las circunstancias del triunfo nacional de Madero, los revolucionarios estatales decidieron esperar la rendición y la entrega pacífica de la plaza por parte de Cortés. Sin embargo, Cortés no da crédito a las noticias y el día 26 las líneas del telégrafo transmitieron el mensaje maderista que informaba sobre el pacto con el Gobierno.
El obstinado Cortés, esperando conocer los detalles del pacto y su posición, de acuerdo al nuevo orden, se negaba aún a entregar la plaza. Ante la situación, los jefes revolucionarios se reunieron el día 27 en la Hacienda de Navacoyán, para planear la carga definitiva contra las tropas de Cortés y la asamblea decidió que Emilio Madero fuese el jefe de la recién creada Segunda División del Norte cuyas operaciones inmediatas darían como resultado la caída de Durango.
Sin embargo, con prudencia, Emilio Madero inició pláticas con los jefes de la resistencia porfirista y el día 30 de mayo, Prisciliano Cortés recibía el oficio con órdenes estrictas de parte de la Secretaría de Guerra y Marina especificándole que permitiera la entrada a las fuerzas maderistas a la ciudad de Durango.
Así, el 31 de mayo de 1911, los serranos, laguneros y llaneros rebeldes de Durango, hicieron su entrada triunfal en la capital del estado.
En su libro Farewell to Durango (Adiós a Durango), Johanne Caroline Wehmeyer Bose relató con horror la entrada pacífica de los rebeldes maderistas, impresionada sobre todo por la desuniformidad y la apariencia paupérrima de ese espontáneo Ejército Popular.
Ya el veintinueve de abril
Durango estaba sitiado;
hombres serían ¡cinco mil!
que al fin lo hubieran tomado.
(...)
Cerca de cuarenta días
el sitio aquí nos duró
renunció Porfirio Díaz
y al fin la paz se afirmó.
(...)
Quedaron posesionados
de Durango cuando entraron,
dicen que hubo envenenados
¡tal vez rencillas quedaron!
Intentando instaurar un nuevo poder, los jefes revolucionarios durangueños nombraron como Gobernador al doctor Luis Alonso y Patiño y como nuevo jefe político al ingeniero tehuacanense Pastor Rouaix.
En uno de los puntos de los Tratados de Ciudad Juárez, se estableció que los cuerpos revolucionarios fueran licenciados y en el estado de Durango sólo quedaron, como cuerpos de defensa, el 21 y el 22 bajo el mando de Jesús Agustín Castro y Orestes Pereyra quienes, junto con Domingo Arrieta, habían recibido el grado de coroneles.
III.- Infidentes y Contrarrevolucionarios
Sin embargo la cesión del poder no iba a ser automática. Si bien, Francisco I. Madero triunfó en las elecciones presidenciales; la oposición abierta no se hizo esperar y mientras en la ciudad de Durango se neutralizaba un complot de la oligarquía, en 1912, en el nororiente del estado prendía recio la rebelión orozquista, a la que, sin pérdida de tiempo, los maderistas irregulares, con sus jefes naturales, comenzaron a combatir, en apoyo de las tropas regulares.
Sin embargo la infidencia estaba ya infiltrada de embrión en el nuevo gobierno y después de múltiples combates y escaramuzas contra los orozquistas, por órdenes de la oficialidad regular ex porfirista, a los jefes maderistas Calixto Contreras y Domingo Arrieta se les aprehendió el día 20 de agosto de 1912 y se les envió desde Torreón hasta la ciudad de México, con la finalidad de neutralizar su fuerza y arraigo entre las guerrillas. El pretexto del arresto de los oficiales irregulares fue el de su insubordinación ante los oficiales maderistas ex porfiristas regulares.
Según Matías Pazuengo: “Al llegar los generales Arrieta y Contreras a Torreón, el general Munguía, jefe de las armas, y el general Blanquet, como jefe de operaciones, ordenaron a Contreras y Arrieta que siguiesen su marcha hasta Morelos para batir a Zapata y como estos se resistieron a obedecer órdenes tan absurdas, el general Munguía, de acuerdo con el general Blanquet y Patoni, los desarmaba sujetándolos a una ligera prisión para obligarlos en seguida a marchar a la ciudad de México, como reos insubordinados, a las órdenes de los traidores federales, que ya en ese tiempo comenzaban a hacer labor intrigante hacia los hombres honrados”.
Tras la revisión de su casa, el 29 de agosto de 1912, de la cárcel de Santiago Tlatelolco, libres de cargos, Calixto Contreras y Domingo Arrieta era liberados y de inmediato retornaban a Durango, reasumiendo el mando de sus tropas de irregulares.
Poco después, el 15 de septiembre, el ingeniero Carlos Patoni asumía la gobernatura del estado. Luego de unas apasionadas elecciones.
IV.- Los Serranos contra Huerta.
Ante el cuartelazo huertista, la instauración del gobierno usurpador y el asesinato del presidente Madero; con la consecuente ascensión de la contrarrevolución y la oligarquía en el poder estatal; los hermanos Arrieta no dudaron un momento en remontarse a la sierra, donde volvieron a levantar a sus guerreros cimarrones, lanzándose a la lucha por la defensa de su revolución.
En marzo, Topia y Canelas caen un poder de los Arrieta. De nuevo, los revolucionarios durangueños, ya acostumbrados a la vida de campaña, volvían a multiplicarse en el territorio estatal.
Tres días duró el asedio de los revolucionarios del capitán rebelde Pablo Luna sobre Santiago Papasquiaro y al finalizar el ataque, los rebeldes lograban ocupar el poblado, en la segunda semana de abril. Poco después, los Arrieta arribaron al lugar y allí conformaron la Brigada Guadalupe Victoria, dando la mayor coherencia y organización a sus tropas, para poder continuar la guerra estatal.
Dando sustento a su guerra, en el mismo mes, los revolucionarios antihuertistas se afiliaron al Plan de Guadalupe, publicado el 26 de marzo de 1913 y reconocieron como jefe supremo a don Venustiano Carranza, gobernador del estado de Coahuila.
La Brigada Guadalupe Victoria, conducida por Domingo Arrieta, se unió a las tropas de Calixto Contreras y Orestes Pereyra, el 20 de abril, para ocupar la ciudad de Durango que entonces era defendida por los huertistas de Antonio M. Escudero.
El 23 por la tarde se inició el ataque de los rebeldes y se prolongó por todo el día 24 y parte del 25. Ese día, los revolucionarios tuvieron que suspender el ataque y emprender la retirada, ante la presencia sorpresiva de los 350 jinetes colorados* que obedecían las órdenes del brigadier irregular Jesús José Cheché Campos. El día 26 por la mañana, los rebeldes reorganizados volvieron a intentar la toma de la plaza pero de nuevo fueron rechazados y salieron con rumbo a Canatlán.
Durante el ataque a la ciudad de Durango, el día 25, varios vecinos pacíficos fueron asesinados por los miembros de la Defensa Social.*
Intentando menguar las fuerzas rebeldes divididas, Cheché Campos, con sus tropas de colorados huertistas, se dirigió a combatir a los rebeldes maderistas de Arrieta y Pereyra. Esta vez la derrota de Campos fue total en los Llanos de Cacaria, municipio de Canatlán, y los miembros de la Brigada Guadalupe Victoria, dirigidos por Domingo Arrieta, allanaron así el camino para la ocupación militar de Durango.
Actuando de manera coordinada con los rebeldes de Durango, en el estado de Zacatecas, el jefe durangueño Pánfilo Natera levantaba las vías del Ferrocarril Central incomunicando a la Perla del Guadiana con el resto del país.
Para estas fechas, el jefe Tomás Urbina conocido como El León de Durango, operaba bajo las órdenes del general Francisco Villa en el sur del estado de Chihuahua y en el norte de Durango, en las regiones de los municipios de: Guanaceví, Tepehuanes, Mapimí, El Oro e Indé.
Los líderes de la Revolución en Durango solicitaron auxilio al general Francisco Villa y éste envió a Urbina para que apoyara los esfuerzos de los antihuertistas en su guerra contra los colorados. A su vez, Urbina envió un comunicado al coronel Orestes Pereyra, anunciándole su inmediato traslado a la zona de guerra en los Llanos de Cacaria, aledaños a Canatlán, con una fuerza de 2,200 hombres.
El arribo de Urbina a Canatlán marcó el inicio de la influencia villista en los movimientos revolucionarios estatales.
En Canatlán, tras discutir algunos desacuerdos en cuando a la jerarquía, por que los rebeldes serranos querían imponerse, las fuerzas revolucionarias unidas nombraron como jefe único a Tomás Urbina. Así, los 2,000 arrietistas se juntaron con los 1,000 soldados de Orestes Pereyra y los 3,000 que integraban las fuerzas de Urbina y Contreras. Con una organización y disciplina casi espontánea y sorpresiva, el llamado Ejército Popular Revolucionario Durangueño de 6,000 hombres desuniformados y con una gran variedad de armas y cabalgaduras, bajo la dirección de El León de Durango, marchó sobre la capital del estado. El Estado Mayor del Ejército Popular Revolucionario Durangueño estuvo integrado por Calixto Contreras, Orestes Pereyra, los hermanos Domingo y Mariano Arrieta, junto con los hermanos Sergio y Matías Pazuengo.
La ciudad de Durango era defendida por 1,223 huertistas e irregulares auxiliares, guiados por el brigadier Antonio M. Escudero, en esos momentos, la angustia y la inseguridad reinaban entre la población de clase media y alta de la ciudad, ante el inminente ataque rebelde popular.
Como los revolucionarios no contaban con vestuario que los identificara y uniformara, los jefes decidieron que las tropas se arremangaran la pierna derecha de su pantalón y de esa manera los rebeldes se identificarían entre si.
La batalla por Durango se libró los días 17 y 18 de junio de 1913. Tras la toma de Durango, las huestes revolucionarias se dieron al saqueo y al incendio de los principales comercios y casas de la localidad. Los templos también fueron objeto del saqueo.
En su novela El Mejor de los Mundos Posibles, Martín Gómez Palacio nos describe algunas escenas del ambiente de esta toma de Durango;
“- Figúrese niña que ya se metieron a Catedral y están desenterrando a los obispos... dizque para robarles los anillos.
-¡Jesús, qué profanación! –dice la opulenta dama, cubriéndose el rostro con las manos (...)
La visión se hacía por instantes más intensa. De súbito, una lengua de fuego lamió las cornisas de un lado de la casa. Todos se dirigieron al zaguán, a preguntar a los de la guardia. Y era que ardían simultáneamente dos edificios a un lado y otro de la finca.
-¡Dios nos valga! –gritó Doña Angustina. -¡Y no haber ni una luz ni agua con qué combatir el incendio (...).
Roberto y sus camaradas salieron hasta el medio de la calle. Pasaban grupos numerosos e incontenibles, pero todos borrachos que nadie se fijaba en ellos. Entonces pudieron darse cuenta de que los incendios no acababan ahí. Hacia el centro de la población subían espesas humaredas, y el firmamento enrojecía aquí y allá. El cielo de obsidiana era escenario de inacabable desfile fantasmagórico. Un trozo de jardín, la Plaza de Armas, sin duda, se veía barrida por corrientes de lumbre que le daban un aspecto de maravilla. Figuras de variedad infinita saltaban de un extremo a otro de las casas. Volaban chispas, caían a lo largo de la calle alambres enrojecidos; crecían las llamas. Y, moviéndose entre rojas decoraciones, en plena embriaguez, discurrían en compacta muchedumbre hombres grises, jalando el arma o machete y vestidos del modo más extravagante. Los había con levitas cuyos faldones caían de cualquier modo sobre el blanco calzón; quien iba tapado con un cubre cama, a la romana; quien se había embutido en una bata de señora”.
Abundando sobre el incendio de los comercios de la capital del estado, Matías Pazuengo nos da la siguiente versión:
“Los incendios de la casa Castillo, de la Casa Daessele, de La Suiza, y de La Francia Marítima, no fueron hechos por los revolucionarios y se sospecha que fueron intencionales de los propietarios con fines malévolos, para cobrar indemnización, o de los dependientes para perjudicar a algunos de sus patrones”.
Por su parte, el historiador Atanasio B. Saravia, también se ocupó del asunto en su novela histórica ¡Viva Madero!.
Ante la presencia de sus antagónicos maderistas, el gobernador huertistas Jesús Perea no dudo ni un momento en abandonar el escenario de su efímero poder.
En mil novecientos trece
se los diré platicando,
que fue el dieciocho de junio
cuando se tomó Durango.
(...)
Decía Tomás Urbina
“Dios nos tenga de su mano”,
a Don Calixto Contreras,
Don Domingo y Don Mariano.
Estos cuatro generales
como valientes entraron,
juntos se dieron la mano
y a Durango lo tomaron.
(...)
Almacenes de Durango
como La Alianza y La Suiza,
quedaron todos sus bienes
convertidos en cenizas.
Lo mochos y voluntarios
corrían ala desbandada,
de miedo de los bombazos
y los tiros de metralla.
(...)
Deja paloma tu nido,
párate en aquel nogal,
pregunta; “¿Qué ha sucedido
de la Defensa Social?”.
(...)
Pajarillo pico de oro,
párate en aquella lima,
di, con tu canto sonoro:
“¡Viva el general Urbina!”.
La aplicación de una rígida Ley Marcial impuso el orden en la ciudad de Durango y algunos de los saqueadores fueron pasados por las armas.
La justicia revolucionaria también condenó a la pena máxima al coronel federal Serafín Hernández y al comandante de las fuerzas Rurales del Estado Felipe Muñoz, por sus excesos contra los civiles durante el ejercicio del poder usurpador en la Perla del Guadiana. Con un fundado temor de clase social, ante la venganza popular; los miembros de la Defensa Social se escondieron en la Casa del Arzobispado y allí recibieron la noticia de la amnistía general que decretaba el general Tomás Urbina.
Consciente de su poco segura posición, el arzobispo de Durango Francisco Mendoza y Herrera, emigró a la ciudad de Los Angeles, California.
Por su parte, los revolucionarios, en junta de jefes, nombraron como gobernador al ingeniero Pastor Rouaix, mientras que el general Victoriano Huerta, intentando recuperar la capital del estado, comisionaba a Hilario Lozoya como nuevo gobernador huertista de Durango; sin embargo, como la capital del estado se encontraba en poder de los rebeldes, Lozoya tuvo el triste papel de despachar, sin gabinete, como gobernante huertista, en Ciudad Lerdo.
Si bien, luego de la batalla del 18 de junio, la ciudad de Durango no volvió a caer en poder de los huertistas.
Tras el triunfo de Durango, Urbina intenta tomar Torreón y fracasa, mientras que, a la sazón, don Venustiano Carranza consumaba otro fracaso sobre Torreón y casi huyendo, arribaba a la ciudad de Durango, donde fue recibido por los entonces ya generales Domingo y Mariano Arrieta, comandantes militares de la entidad y por el gobernador del estado Pastor Rouaix.
(...)
Y pelearemos gustosos
con todos esos traidores,
y con los ricos tramposos
que son del pueblo opresores.
Y en vos, anciano Carranza,
confiamos que mientras vivas
nos infundas la esperanza,
que es consuelo de la vida.
(...)
Tu nombre será bendito,
con los de Urbina y Arrieta,
Contreras, Pereyra e hijos
y cuantos de ti están cerca.
Después de permanecer cinco días en Durango, Carranza se dirigió a Canatlán y de allí a Hermosillo, Sonora, cruzando la Sierra Madre Occidental; unificando a los cuerpos antihuertistas en el Ejército Constitucionalista.
Por su parte, Pastor Rouaix, promulgaba la primera Ley Agraria del país.
A fines de octubre, Francisco Villa había integrado la famosa División del Norte y ocupado Torreón.
Hacía progresar la Revolución en Chihuahua. En cierto momento, la Brigada Guadalupe Victoria formó parte de la División del Norte y el 9 de diciembre de 1913, tras fuertes combates y movimientos ferroviarios, el general J. Refugio Velasco, jefe del Ejército del Nazas, recuperó la ciudad de Torreón para el Gobierno huertista. De hecho, los revolucionarios de Arrieta, Contreras y Yuriar, siguiendo las instrucciones de su jefe de División, Francisco Villa, ante el poderoso ataque federal, desalojaron la plaza y se trasladaron a Durango.
En un ejemplo de fraternidad revolucionaria, las tropas del general Mariano Arrieta marcharon al estado de Sinaloa en donde apoyaron a los rebeldes de aquel estado y de allí, el director de la banda musical del contingente, Luis S. Reyes, recogió la melodía de La Adelita, le hizo arreglos para banda y entre sus soldados le pusieron letra; una letra que sería la canción épica más conocida de la Revolución Mexicana.
Luego de múltiples y sangrientos combates, entre marzo y abril de 1914, la División del Norte recuperaba Torreón.
La toma de Torreón cambió la relación de poder al interior del Ejército Constitucionalista y la División del Norte se ubicó como la mayor fuerza revolucionaria del país. Ante esta situación, don Venustiano Carranza, en un intento de neutralizar el fuego de Francisco Villa, conocido como El Centauro del Norte, arribó a la ciudad de Durango, en donde ordenó al jefe de la Brigada Guadalupe Victoria, general Domingo Arrieta León, que, con sus tres mil hombres serranos, se preparase para apoyar a la Primera División del Centro que comandaba el general Pánfilo Natera, en la tarea de acabar con el último baluarte fuerte del Gobierno usurpador; la ciudad de Zacatecas.
A principios de junio, Carranza se dirigió a Sombrerete, Zacatecas, donde resolvió el avance de Natera y Arrieta hacia Zacatecas.
En junio de 1914, se suscitaron algunos problemas de jerarquía entre el primer jefe del Ejército Constitucionalista don Venustiano Carranza y el jefe de la División del Norte, general Francisco Villa, por la decisión de enviar a las débiles tropas de Arrieta y Natera a combatir contra el poderoso Ejército Federal en Zacatecas, decisión que rechazaba toda lógica de estrategia militar y que, de paso, hacía permanecer a la División del Norte (única fuerza militar capaz de acabar con el poder de la usurpación) como un cuerpo auxiliar de refresco y refuerzo.
Las discusiones telegráficas entre Carranza y Villa son de imposición de jerarquía contra la razón de la guerra.
Carranza quiere que Villa, fraccione su fuerza y envíe 3,000 efectivos para apoyar a Arrieta y Natera en el ataque a Zacatecas. Villa, conociendo el poder real del enemigo, insiste en movilizar a toda la División del Norte.
Del 10 al 15 de junio de 1914, 15,000 hombres durangueños y zacatecanos de la División del Centro, de Pánfilo Natera y de la ahora División Durango, de Domingo Arrieta, combatían por los fortines de la ciudad de Zacatecas, en los cerros de La Bufa, El Grillo, El Padre y Clérigos, donde los federales, bajo las órdenes del general Luis Medina Barrón, los baten en retirada. La única esperanza de salvar el honor guerrero de los constitucionalistas está en el arribo de Villa a Zacatecas.
Siete días y siete noches
es lo que lleva el ataque,
estando los carrancistas
muy fuertes en el combate.
(...)
Los Arrieta y los Natera
uno al otro se decía:
“¡No tomamos Zacatecas
por falta de artillería!”.
Decía Pánfilo Natera:
“Ya no peliemos en vano,
le avisaremos a Villa
para que nos dé la mano”.
(...)
Ese general Natera
cuando atacó Zacatecas,
lo hizo con cuatro mil hombres
contra diez mil bayonetas.
(...)
Villa, al saber la derrota,
le dio rabia de coraje,
y ordenó embarcar las tropas,
pues, para emprender el viaje.
Ante la evidente ineptitud del mando del Ejército Constitucionalista, Villa decidió renunciar a su cargo de jefe de la División del Norte y Carranza, satisfecho, aceptó la renuncia.
Sin embargo, el Estado Mayor de la División del Norte tomó la determinación de reimponer a su jefe natural, el Centauro del Norte. El 15 de junio, los arrietistas de la División Durango y los nateristas de la División del Centro reculan en su intento de ocupar Zacatecas. Ante el arribo al teatro de las operaciones militares de las tropas huertistas irregulares de Benjamín Argumedo, se hace más evidente la necesidad de la presencia de las tropas de Villa.
A partir del 17 de junio, los aguerridos alacranes de la División del Norte, haciendo pitar sus trenes, se dirigen a Zacatecas, saltándose la autoridad moral de Venustiano Carranza y dos días después, en los poblados aledaños a la capital zacatecana, las tropas unidas de las Divisiones del Norte, del Centro y Durango, hacen los preparativos para combatir a los miles de soldados del general huertista Luis Medina Barrón.
Entre el 17 y el 23 de junio de 1914, la División del Norte, junto con las extenuadas tropas de Arrieta y Natera, se cubrieron de gloria en la Batalla de Zacatecas, una de las más grandes acciones guerreras de Latinoamérica. La División del Norte demostró que, militarmente, era la única fuerza capaz de acabar con la facción huertista. Cabe aclarar, en esta historia regional, que la mayoría de los cuerpos y brigadas de la División del Norte estuvieron por elementos y cuadros de oficiales del estado de Durango como Tomás Urbina y si Brigada Morelos, Calixto Contreras y sus cuencameros de la Brigada Juárez, Orestes Pereyra con la Primera Brigada de Durango, Severino Ceniceros, quien, de manera accidental, jefaturó a la Brigada Juárez de Durango, Manuel Medinaveitia, jefe del Estado Mayor de la División del Norte y Miguel González jefe de la Brigada Guadalupe Victoria y la División Durango de Domingo Arrieta, entre otros.
Al levantar el campo, tras la Batalla de Zacatecas, las bajas huertistas sumaban más de 6,000 muertos y el número de villistas que cayeron llegó a 1,500. En la gresca también sucumbieron 2,000 pacíficos zacatecanos.
De la misma manera, los villistas hicieron 5,000 prisioneros, mientras que los horrores del triunfo desquiciaban la paz social de la ciudad colonial.
Mil novecientos catorce
vísperas de San Juan,
fue tomada Zacatecas
como todos lo sabrán.
(...)
La toma de Zacatecas
por Villa, Urbina y Natera,
el sordo Maclovio Herrera,
Juan Medina y Ceniceros.
(...)
Villa trazó bien sus planes
y dijo a sus generales
que al día siguiente estuvieran
en sus puestos muy formales.
(...)
Emplazadas ya las piezas
en punto a las diez del día,
fue bombardeada la plaza
con muy buena puntería.
(...)
Avanzan los batallones
de los valientes villistas,
y los federales cain
sin tener quién los asista.
(...)
Quemaron los federales
varias cuadras de la plaza,
antes de ser derrotados,
perdiéndose muchas casas.
(...)
Como a las seis de la tarde
la plaza estaba tomada,
las campanas anunciaban
el triunfo de la jornada.
(...)
Felicitó Pancho Villa
a todos sus batallones,
por el éxito alcanzado
de acabar con los pelones.
Al finalizar el mes de junio, Villa y Arrieta, con los miembros de sus Estados Mayores conferencian y Villa intenta disuadir a Arrieta de su lealtad hacia Carranza, para que la División Durango se integre a la División del Norte. Sin embargo, Domingo Arrieta permanece fiel a Carranza y sin resabios, al separarse de la División del Norte y de la División del Centro, los arrietistas recibían el avituallamiento fraternal de los villistas.
La toma de Zacatecas por la División del Norte fue considerada por Carranza como un acto de insubordinación a su autoridad. Movilizados en un intento de que las desavenencias entre Villa y Carranza se suavizaran, los mandos medios de las fuerzas revolucionarias organizaron las Conferencias de Torreón, del 4 al 8 de julio, en las cuales todo quedó en aparente calma. Sin embargo, las diferencias entre los leales a Carranza y los leales a Villa se fueron remarcando, hasta llegar a las hostilidades. De la misma manera, se fueron haciendo más evidentes los motivos de lucha de Carranza, en la idea de tener la hegemonía política del país, para crear en México un estado capitalista burgués moderno y militarmente fuerte, mientras que los villistas no habían definido bien sus objetivos políticos para después de la lucha, más que en la idea de la justicia social vagamente expresada.
En medio de la grave situación política, entre los cuadros del Ejército Constitucionalista, el 12 de julio de 1914, el general Domingo Arrieta retornaba a Durango y al día siguiente el general Victoriano Huerta, sin tener esperanza de estabilidad en el poder, renunciaba a la presidencia de la República. La usurpación había sido derrotada.
En agosto, las pugnas de poder se desatan. Villa no está de acuerdo con el gobernador Rouaix en Durango. Carranza apoya a Arrieta y lo impone en la gobernatura durangueña. El mismo Carranza remueve a Rouaix y lo ubica en la Secretaría de Fomento, en la ciudad de México.
El 20 de agosto, los villistas triunfantes entran a la ciudad de Durango y Villa, sin considerar a Carranza y desconociendo la autoridad de Arrieta, nombra gobernador y comandante militar al general Máximo García, el último día de agosto de 1914, poco antes de partir a la Convención de Aguascalientes.
En una situación tirante, los hermanos Arrieta se sostienen fieles a Carranza y controlan la capital del estado, mientras que los villistas desalojan la ciudad de Durango, en movimientos de reabastecimiento en sus zonas naturales del noreste del estado.
El 22 de septiembre de 1914, Villa desconoce abiertamente a Venustiano Carranza como primer jefe del Ejército Constitucionalista y hace una nueva invitación al general Arrieta para que lo secunde. Sin dar el sí, Arrieta pide a Villa explicaciones sobre el rompimiento de la unidad revolucionaria del Ejército Constitucionalista y al no recibir respuestas satisfactorias para él, decide dar la negativa a la invitación de Villa.
Ante la situación, Villa ordenó a los generales Contreras, Ceniceros y Urbina la ocupación de la ciudad de Durango. Considerando a su compañero de armas, el día 26, Calixto Contreras parlamenta con el general Domingo Arrieta y éste decide evitar la guerra evacuando la ciudad y manteniendo intacta su fidelidad a Carranza, como primer jefe del Ejército Constitucionalista.
Dos tercios de los efectivos de la División Durango se unían a las fuerzas villistas, mientras los arrietistas fieles desalojaban la ciudad, dirigiéndose a sus terrenos de la Sierra Madre Occidental.
En 47 días como gobernante carrancista, Arrieta había expedido un decreto agrario y la Ley de Instrucción Primaria del Estado.
V.- El Rompimiento. La Hegemonía Carrancista
La Convención de Aguascalientes, de octubre de 1914, definió las nuevas facciones y gobiernos como convencionistas y constitucionalistas.
A fines de 1914 y principios de 1915 la División del Norte, convencionista, resintió serios reveses en diversas batallas en el centro del país, sobre todo en Celaya y Trinidad y su estrella declinó.
En medio de la debacle de la División del Norte, asegurando sus zonas de abastecimiento de granos y metales, para la compra de armamentos, Villa impuso en el Gobierno de Durango al general Severino Ceniceros, a fines de 1914, mientras que el depuesto general constitucionalista Domingo Arrieta, desde septiembre de 1914, había iniciado una activa campaña en contra de las fuerzas convencionistas villistas estacionadas en Durango.
El 6 de diciembre de 1914, Arrieta fue atacado en su campamento de San José de la Boca, cerca de Tepehuanes: Los arrietistas consiguieron rechazar a la columna villista de agresión y luego, su jefe Domingo, decidió avanzar sobre Tepehuanes, población que era guarnecida por el general villista Petronilo Hernández y, con unos 300 hombres de lo que fue la División Durango, Arrieta consiguió apoderarse de Santa Catarina de Tepehuanes, el 11 de diciembre.
Con la suerte a su favor el jefe constitucionalista durangueño decidió avanzar sobre Santiago Papasquiaro, sosteniendo combates en Corrales y Pascuales. El día 14 de diciembre, sin embargo, Francisco Villa había ordenado al general Tomás Urbina que asegurara sus territorios en el norte del estado y, ante la presencia de los reductos de la División del Norte, los miembros de la División Durango se vieron obligados a replegarse hasta Topia.
El Raid Arrietista
El 13 de agosto de 1915, de manera sorpresiva, las tropas de la División Durango del Ejército Constitucionalista, bajo las órdenes de los generales Domingo y Mariano Arrieta y con pertrechos que don Venustiano Carranza les había hecho llegar desde Veracruz, a través de Sinaloa, atacan y ocupan la capital del estado, ciudad que, en esos momentos, estaba defendida por las tropas villistas del general Severino Ceniceros.
En Ciudad Juárez, Chihuahua, el general Francisco Villa se enteró de la ocupación arrietista de Durango y del hecho de que, su compadre, el general Tomás Urbina, no había apoyado al general Petronilo Hernández, en su defensa de la vía ferroviaria de Tepehuanes a Durango, por lo que Arrieta y su División Durango aprovecharon para arribar sin contratiempos a La Perla del Guadiana.
Ante las inobjetables evidencias, Villa no tuvo más remedio que reconocer que su estimado compadre, el general Tomás Urbina, había traicionado al Ejército Convencionista, a la División del Norte y lo peor del asunto, a él, su propio compadre.
Aunque fuera su compadre, Villa no podía tolerar la traición de Urbina y personalmente se dirigió a hacer justicia a Durango. El 23 de agosto de 1915, la División del Norte irrumpía incontenible en la tierra de los alacranes y, ante la fuerza del embate, los arrietistas se retiraron hacia Llano Grande, ocupando la siempre inconclusa vía del ferrocarril de Durango a Mazatlán.
En su travesía por la sierra, la División Durango soportó el ataque de la columna del general convencionista Rafael Buelna quien, a su vez, se encaminaba hacia Durango para reunirse con la División del Norte. El combate fue adverso para los arrietistas, quienes se vieron obligados a dispersarse por las quebradas de la sierra. En su peor momento, las tropas de la División Durango, diezmadas por las enfermedades y el hambre arribaban a la ciudad de Tepic, Nayarit.
A su manera, Villa ajustició a su compadre Urbina, creó la Cámara de Comercio de Durango y puso en la gubernatura estatal al general Máximo García.
El Ataque Desconocido
A mediados de octubre, Durango sufrió el ataque de una partida arrietista, presumiblemente dirigida por los generales José Cangas y Miguel Canales y esta acción ha sido objeto de múltiples confusiones, en tanto sus fechas, facciones y protagonistas. Sin embargo, de manera afortunada, Lorenzo Parra Durán disipa las dudas sobre el misterio del ataque desconocido y, en su papel de actor protagónico de los hechos, nos da su versión del asunto:
Cuando menos lo esperábamos, un día del mes de octubre, a las dos de la tarde, fueron sorprendidos los puestos de Los Remedios y de la Garita del Sur y muertos los soldados que descansaban en esos momentos en (...) que, ochocientos arrietistas se lanzaron por las calles de la ciudad disparando sus armas y llegando hasta la Jefatura de la Guarnición, establecida en el palacio de la familia Gómez Palacio, donde hicieron irrupción destruyendo máquinas, muebles y papeles.
El general García se encontraba en esos momentos en un céntrico bar, charlando con un grupo de amigos; los comandantes de sus fuerzas no estaban en sus cuarteles y los soldados, fuera de los que componían las guardias, también andaban francos, así es que la más espantosa confusión se produjo, viéndose por todas las arterias citadinas el ir y venir de los individuos de tropa que, tras de recoger sus armas, se dirigían precipitadamente al norte de la población (...).
La vertiginosa y alocada carrera de los hombres de Arrieta continuaba... estaban a cien metros de nosotros... iban a aniquilarnos, pues numéricamente eran superiores; pero en aquel angustioso momento, cuando ninguno de nosotros, excepto el general García creía en su triunfo, nuestro jefe hizo señales para abrir el fuego, y las cinco coconitas iniciaron su labor causando muchos muertos a nuestros enemigos, que se detuvieron vacilantes. Aprovechando ese momento de indecisión, los cien hombres de la escolta salieron de su madriguera y se lanzaron valiente, ardorosa, resueltamente sobre los carrancistas, y ese rasgo de audacia los hizo retroceder; se internaron en la ciudad, perseguidos por aquellos, y sintiendo ya sobre sus espaldas el terror de la muerte abandonaron la plaza, siendo perseguidos hasta las márgenes del Río del Pueblito, donde se lanzaron al agua sin pensar en el peligro que ofrecían aquellos remansos traidores.
Según se ha podido cotejar en diversas fuentes, este poco conocido ataque a la ciudad de Durango tuvo lugar el 19 de octubre de 1915.
Las pinzas de presión de los constitucionalistas comenzaron a apretar sobre la plaza de Durango, con los 5,000 efectivos de tropa del general Murguía acuartelados en la Región Lagunera y los repuestos arrietistas de la Sierra Madre Occidental, de manera que, sin poder resistir lo tupido de la metralla, los poderes del Gobierno Convencionista del general Máximo García, junto con su sustento militar abandonaron la capital del estado. Terminando así el año del Gobierno Villista en Durango. El destino de los villistas era el noroeste de la entidad y el sur de Chihuahua, con itinerario indefinido por la constante persecución de los constitucionalistas, arrietistas y murguiistas.
De inmediato, la División Durango de Domingo Arrieta, leal a Carranza, ocupaba la capital del estado y, dando legitimidad a su mandato, Mariano Arrieta había establecido poderes en Ciudad Lerdo y Domingo Arrieta asumía la gubernatura del estado, de manera provisional, del 1 al 11 de noviembre, siendo substituido por su hermano Mariano, a partir del día 12.
Una vez que las fuerzas murguiistas y arrietistas ocuparon la Perla del Guadiana. A partir del 1 de enero de 1916, Mariano Arrieta tomaba la investidura de jefe del ejecutivo durangueño por la facción constitucionalista.
Las acciones militares contra los convencionistas se multiplicaron y asolaron el estado. Ahora la guerra era la peor calamidad para los pacíficos.
En medio de la huida villista, el 2 de noviembre de 1915, los guerreros de Domingo Arrieta lograban derrotar a los villistas del general Emiliano G. Saravia y Máximo García, en Pinos, municipio de Canatlán, la sangría del encuentro fue de 100 bajas convencionistas. Una vez desmantelado el Gobierno Convencionista, el 4 de noviembre, de 1915, los 5,000 carrancistas del general Francisco Murguía hicieron su entrada de ocupación a la ciudad de Durango, controlada por los hombres de Arrieta. Como era de esperarse, los de Arrieta se vieron desplazados en el poder militar y limitados en el poder político, por lo que en esa situación se iniciaron las fricciones entre los carrancistas de Murguía y los de Arrieta. Los constitucionalistas de otros estados tomaban un poder hasta entonces sólo ocupado por los revolucionarios estatales de la sierra y el comportamiento de los constitucionalistas foráneos fue muy diferente al de los serranos.
A Detener la Invasión
En 1916, como consecuencia de la incursión villista a Columbus, Nuevo México, Estados Unidos, el gobierno estadounidense organizó la persecución de la guerrilla villista, con la Expedición Punitiva y los arrietistas se aprestaron a detener la invasión. Arrieta se opone al avance de los estadounidenses estableciendo cuartel en Bustillos, Chihuahua, entre junio y agosto de 1916.
VI.- La Era de La Villada
De septiembre a noviembre de 1916, la ciudad de Chihuahua, Río Florido, San Isidro, La Concepción y Santa Rosalía de Camargo, en el estado de Chihuahua, son los escenarios de los combates de los arrietista contra las guerrillas villistas, entonces conocidas regional y genéricamente como La Villada. Los hombres de la División Durango combaten a los villistas en Torreón, Coahuila el 22 de diciembre de 1916 y participan en la recuperación de la plaza Lagunera el 2 de enero de 1917.
En febrero, Carranza promulgaba la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y el constitucionalismo ganaba en legitimidad política. Cinco diputados durangueños participaron en la redacción de la Carta Magna.
Los Gobernadores de Carranza
Entre 1916 y 1917, cuatro incondicionales carrancistas no oriundos de Durango: Arnulfo González, Fortunato Maycotte, Gabriel Gavira y Carlos Osuna ocuparon el máximo cargo oficial del estado. La intención de Carranza era que sus gobernadores militares pacificaran el territorio villista de Durango. Además de cumplir sus funciones militares contra las pertinaces guerrillas, cada gobernador carrancista, durante su mandato, dejó huela y señal, a veces no muy afortunada, de su gestión. Así, el general Arnulfo González, argumentando que el Clero y sus seguidores estaban en contra del gobierno de Carranza, en actitud jacobina, ordenó el cierre de los templos y la limitación de los cultos. Por su parte, el general Fortunato Maycotte se dedicó más al combate del villismo y se mostró indiferente a otros grupos de poder, mientras que el general Gabriel Gavira, haciendo énfasis en el respeto a las Leyes del Culto Externo, ordenó la clausura de colegios católicos y cambió la faz del centro de la ciudad de Durango al ordenar la demolición del templo de San Francisco y otros edificios.
Haciendo a un lado los límites académicos, el primer día de agosto de 1917, por la vía electoral, el general Domingo Arrieta León ocupó la silla principal del Palacio de Zambrano y, al siguiente mes, la XXVI Legislatura del Estado, promulgaba la nueva Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Durango, apegada, por supuesto, a los lineamientos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Si bien, Arrieta tenía el control político de manera nominal, el general Francisco Murguía ejercía el poder militaren los estados de: Durango, Coahuila y Chihuahua, exceptuando algunos municipios como El Oro, Indé y Mezquital en los que el dominio de las guerrillas villistas no permitía la hegemonía de los leales a Carranza, mientras que los sangrientos combates continuaban sobre todo en el noroeste del estado de Durango en donde los guerreros de la División Durango no tenían descanso, guiados por oficiales arrietistas como Teodoro Areola o Ismael Lares.
Con la finalidad, parcialmente militar, de conectar más rápidamente a la ciudad de Durango con el centro de la República, el famoso ferrocarrilero canatleco Felipe Pescador, dirigente de la empresa Ferrocarriles Constitucionalistas, puso todo su empeño en la construcción del ramal Cañitas (hoy Felipe Pescador) – Durango, del Ferrocarril Central y aún cuando la situación bélica de la región no era la más propicia para las labores del tendido de las vías, el 21 de mayo de 1918, el primer tren que viajó de Durango a Cañitas silbaba en La Breña, estrenando su nueva vía.
La empresa estatal Ferrocarriles Constitucionalistas también produjo y publicó la cartografía ferroviaria del estado de Durango, levantada por los ingenieros: Carlos Patoni y Pastor Rouaix, mientras tanto, las guerrillas villistas se multiplicaban y, a principios de 1918, la burocracia y poca funcionalidad del Gobierno Constitucionalista, además de minar la lealtad de los carrancistas facilitaba las operaciones de las guerrillas villistas.
Para contrarrestar tal situación, el gobierno carrancista estatal del general Domingo Arrieta levantó fuerzas municipales, policías locales y rurales y autorizó la organización de Defensas Sociales, no sólo contra las guerrillas villistas, sino también en contra de las numerosas partidas de delincuentes comunes que asolaban el estado. De esta manera las solicitudes para arar Defensas Sociales se multiplicaban para enfrentar a villistas y bandoleros, ante la ausencia de las fuerzas federales.
El colmo para las sufrida población pacífica de Durango se presentó en septiembre de 1918, cuando se declaró la mortífera epidemia de influenza española que diezmó por igual a villistas, carrancistas y pacíficos. El impacto de la influenza y el tifo no dio tregua a la guerra y las acciones bélicas continuaron.
La epidemia es incontrolable en: Gómez Palacio, San Juan del Río, Tamazula, Topia, Cuencamé, San Dimas y Durango y obliga al cierre temporal de escuelas, templos, teatros, cines, y demás lugares públicos. La peor mortandad se suscita durante la primera decena del mes de octubre. Los fallecimientos a causa de la epidemia de influenza no son límite para que la guerra continúe y sólo las Defensas Sociales se oponen a las guerrillas villistas.
Para ese momento la Revolución sin sentido había modificado los cuadros del poder local de la Región Lagunera y se había generado un nuevo grupo empresarial basado en el arrendamiento de las haciendas o de fracciones de ellas para su explotación. Es en este periodo también cuando surge un nuevo grupo de poder alterno, el Agrarista, conformado y organizado en la Comisión Local Agraria y el Sindicato Agrario confederado del Estado de Durango, dirigido por el diputado constituyente Alberto Terrones Benítez y afiliado a la Confederación Regional Obrera Mexicana, CROM, la cual, en su sección durangueña, era dirigida por el ex gobernador Severino Ceniceros.
El Año del Hambre
En los pensamientos de los últimos sobrevivientes de la época revolucionaria, se recordaba con gran amargura al de 1918 como El Año del Hambre, llamado así por la terrible escasez de producción y distribución de alimentos, lo que provocó la inanición y la desnutrición y que, junto con la mortandad que ocasionaron las epidemias de influenza, tifo y viruela, la constante guerra entre villistas y carrancistas, así como el incremento del bandidaje, hicieron de 1918, el peor año de la Revolución.
El Último Jalón
En el segundo semestre de 1919, Villa lanzó su última gran campaña para ocupar la ciudad de Durango. tomando previamente Canatlán , el 28 de agosto, Villa arribó a la hacienda de Huichapan y ordenó a sus fuerzas dispersas que se concentraran para atacar a Durango el 6 de septiembre. Algunas partidas villistas estaban en el entendido de destruir las vías férreas de acceso a la ciudad, en las estaciones de Pedriceña y Cañitas. Sin embargo, los carrancistas evitaron el levantamiento de los rieles y el general carrancista Manuel M. Diéguez se apresuró a enviar tropas para combatir el nuevo brío guerrero de Pancho Villa.
Merced a los movimientos de defensa de los carrancistas, el general Gavira, guardián de la plaza de Durango, recibió oportunamente los refuerzos del general Cesáreo Castro desde la ciudad de Torreón, Coahuila, y de las tropas carrancistas del estado de Chihuahua.
El combate fuerte por Durango, se trabó en Labor de Guadalupe, donde los soldados revolucionarios villistas, en virtud de la resistencia de los carrancistas, desistieron del intento de ocupar la capital del estado. Sobre el combate de 1919 por La perla del Guadiana se destaca el relato de José María Jaurrieta incluido en su libro: Con Villa (1916-1920), Memorias de Campaña.
Hasta ese momento, la actuación de las guerrillas villistas había imposibilitado el establecimiento de autoridades carrancistas en algunos municipios como: Rodeo, Coneto de Comonfort, Villa Ocampo, Hidalgo, Indé y San Bartolo, mientras que diversas partidas actuaban en otras latitudes de la entidad.
Los arrietistas-carrancistas de los generales Ismael Lares y los hermanos Eulogio y Tranquilino Mendoza, entre otros, junto con las Defensas Sociales organizadas en los poblados atacados por la fuerza de La Villada fueroin nuevamente quienes, ante la ausencia de los federales carrancistas, opusieron resistencia.
Las Nuevas Facciones
Al momento de la Rebelión Militar del Grupo Sonora con el Plan de Agua Prieta, contra el gobierno de Venustiano Carranza, a principios de 1920, los militares durangueños están indecisos. Primeramente se declaran afiliados a Carranza y, en el momento de la caída del llamado Rey Viejo, reconocen y apoyan incondicionalmente al Grupo Sonora.
Los duranguenses adictos al Plan de Agua Prieta, nombran al general Jesús Agustín Castro como candidato a la gubernatura y a su vez, es apoyado por los diputados locales y las fuerzas militares.
Por su parte, el general Domingo Arrieta, manteniéndose fiel a su facción, a pesar de la caída y la muerte de Carranza no cambia de chaqueta y se mantiene contra el Grupo Sonora.
Los Motivos de Arrieta
Carrancistas sin Carranza, defendiendo su posición política, sus intereses y lo que para ellos significaba el orden y la legalidad personificada en la figura del también llamado Varón de Cuatro Ciénagas, los hermanos Arrieta insistían en su desavenencia con los militares emergentes del triunfante Plan de Agua Prieta. Ante el arribo de los adeptos al Grupo Sonora, Mariano Arrieta fue despojado de su poder militar y Domingo Arrieta no tuvo más remedio que entregar la gubernatura estatal al general Enrique R. Nájera, a partir del 5 de mayo y este, a su vez, el 16 de septiembre entregaba la banda del poder ejecutivo estatal al general Jesús Agustín Castro.
Tras el asesinato de Venustiano Carranza, el triunfo del Plan de Agua Prieta puso en la silla presidencial a don Adolfo De la Huerta, en la cobertura del interinato preelectoral. En actitud pacificadora, el presidente De la Huerta envió propios para entrar en pláticas de rendición con Francisco Villa, quien tenía precio sobre su cabeza en los Estados Unidos y en Chihuahua. Poco después, el Centauro del Norte entregaba las armas en Tlahualilo y se retiraba a la hacienda de Canutillo.
Atosigados por los hombres del Grupo Sonora, los hermanos Arrieta vuelven a empuñar las armas en noviembre de 1920, con sus tradicionales e incondicionales seguidores serranos de: Topia, Canelas y Tamazula. La bandera de esta nueva rebeldía arrietista no tiene más justificación ni plan que el de la oposición al gobierno de Adolfo De la Huerta y posteriormente al de Álvaro Oregón.
Al cumplirse diez años de guerra constante en el estado, las cosas empeoraban y el terror se enseñoreaba en las calles de las poblaciones durangueñas. Durante la segunda semana de 1920, las autoridades sanitarias declaraban la alerta ante una nueva propagación de la epidemia de tifo.
La rebeldía arrietista, aunque tiene contingentes muy pequeños, va incrementándose con adeptos incondicionales como Dámaso Barraza, quien el 15 de febrero de 1921, atacaba el poblado de san Francisco de Mezquital, enfrentándose a la Defensa Social que dirigía Julio Chávez. Dos meses después, varios arrietistas mezquitaleños eran fusilados por las tropas del general Martínez.
En Canelas merodean los arrietistas del jefe Juan Galindo y el 21 de abril, el propio Domingo Arrieta ocupaba Tepehuanes, sin encontrar resistencia. El ya conocido cuento de las persecuciones volvía al escenario estatal. La guerra de Arrieta tuvo dos regiones de apoyo: una en el centro y noroeste del estado y la otra en el extremo sur, precisamente en los municipios de Durango y Mezquital.
Los arrietistas del noroeste fueron dirigidos por jefes como: Porfirio Monarrez, Mucio Rodríguez, Luciano Rodríguez, Pafnuncio Martínez y Toribio Martínez, alias El general Huarache. Los encuentros de los arrietistas del noroeste, entre mayo y diciembre de 1921, se suscitan en: Tepocatita, cerca de Otaez; en Arroyo Chico, en Tepehuanes; en las cercanías de Santiago Papasquiaro, también en Tejamen, Promontorio, Canatlán, Potrero de Campa, la hacienda de Torres (hoy Emiliano Martínez), Las Ciénagas, Las Iglesias y estación Cacaria. A lo largo de sus correrías, los arrietistas son rechazados por Defensas Sociales y soldados regulares dirigidos por el general Anacleto Guerrero y por el coronel Muñoz.
Sin haber tenido acciones de relevancia, los arrietistas de Porfirio Monarrez y Mucio Rodríguez fueron fusilados y olvidados. Sin lograr apoyo popular para su rebelión, sin vituallas, sin oportunidad de lograr nada en lo militar y sin una bandera o plan definido, el general Domingo Arrieta suspendió su guerra el 24 de diciembre de 1921 y entregó las armas al gobierno, personificado en la figura del general Juan Andrew Almazán, jefe de operaciones militares de la Región Lagunera. Sin embargo, poco después Arrieta volvería a alzarse.
En el primer semestre de 1922, extrañamente, el estado gozó de una relativa calma, aunque en la sierra y en el noroeste, diversas gavillas sin bandera atacan: Cañas, municipio de Topia, La Zarca, La Cuchilla, Ciudad Lerdo, Otinapa, Otaez, Pánuco de Coronado, Indé y Promontorio. Las acciones son dirigidas por los jefes: Florentino Martínez, Juan Pablo Marrero, Juan Galindo y Domingo Arrieta.
Para Arrieta sigue un periodo en el que secunda las fallidas rebeliones militares de los generales Francisco Murguía y Juan Carrasco. Ante el fracaso, Arrieta se autoexilia en San Antonio, Texas.
En 1923, Francisco Villa recibía las alas expansivas que lo quitaban como sospechoso de ser un estorbo para el ejercicio del poder del Grupo Sonora. En 1924, uniendo las inquinas nacionales Adolfo De la Huerta hizo su propio plan y se lanzó a la rebelión y de inmediato se le unieron los inconformes, relegados y enemigos del Grupo Sonora. En Durango, son los ex villistas y los arrietistas quienes ya contaban de nuevo con su jefe Domingo Arrieta.
Los ex villistas delahuertistas durangueños tienen acciones en las poblaciones de: San Juan del Río, El Oro, Guadalupe Victoria, Indé, Guanaceví, Chinacates, El Toboso, Triana, Tepehuanes, hacienda de La Noria, Canutillo, Patos, Canatlán y Francisco I. Madero.
El general Domingo Arrieta León, en circunstancias adversas y coincidiendo con las inquinas y las enemistades de los delahuertistas y ex villistas olvida los rencores contra el difunto Centauro del Norte y une sus fuerzas a la nueva rebelión y juntos: ex villistas y arrietistas delahuertistas ocupan Santiago Papasquiaro, por espacio de 20 días.
Soldados regulares e irregulares agraristas auxiliares son ocupados por el gobierno para terminar con la Rebelión Delahuertista en Durango y, para dirigir la campaña, se comisiona a los generales: Eulogio Ortiz, Marcelo Caraveo, Jesús Agustín Castro, José Gonzalo Escobar, Miguel Valle y Antonio Michel, pero los ex villistas y arrietistas son pocos, están desarmados, carecen de fuentes de abastecimiento y a su bandera le falta la fuerza de la convicción, por lo que, paulatinamente, cada jefe va entregando sus limitados pertrechos a la hegemonía del gobierno del Grupo Sonora
Así: Domingo Arrieta y Petronilo Hernández se someten el 7 de mayo, e Hipólito Villa aguanta alzado hasta el 8 de agosto. Domingo Arrieta y sus últimos 28 leales quedaron fuera del servicio militar y el gobierno del Grupo Sonora no le reconoció su bien ganado grado al general Arrieta. Fue hasta el 27 de noviembre de 1931 cuando la maquinaria burocrática reconoció las acciones del jefe durangueño y Arrieta reingresaba al Ejército recobrando su grado de general de brigada y los mandos militares acordaron neutralizarlo poniéndolo a disponibilidad en la ciudad e Durango, en previsión de que se le ocurriese alzarse de nuevo a sus 57 años de edad.
Conocido por algunos de los ex arrietistas que, a entre 1926 y 1941 dirigieron las Dos Rebeliones Cristeras durangueñas, en los municipios de Durango y Mezquital, Arrieta intentó, de manera infructuosa, pacificar las ansias guerreras de las tropas de Cristo Rey y estableció algunas comunicaciones con los cristeros que, a la larga, producirían algunos de los documentos que explicaban los motivos de la guerra de Cristo Rey.
Fue hasta la caída del Maximato de Plutarco Elías Calles cuando Arrieta, tras entrevistarse con el presidente, general Lázaro Cárdenas, pudo actuar en la política y se desempeñó como Senador de la República, por el estado de Durango, de 1936 a 1940. En 1941, Arrieta recibía el grado de General de División y para 1944, merced a su avanzada edad, se le concedía el retiro forzoso.
Domingo Arrieta León recibió otros reconocimientos como: la Medalla al Mérito Revolucionario, fue electo Presidente Honorario del Consejo Ejecutivo Estatal de Veteranos de la Revolución y, fungiendo como Comandante de la Legión de Honor en el Estado falleció el 18 de noviembre de 1962.
A partir del 18 de noviembre de 1965, el nombre del general Domingo Arrieta León está escrito con letras doradas en el recinto oficial del Congreso del Estado de Durango y, desde el año de 1989, los restos del general Arrieta se encuentran en la Rotonda de los Hombres y Mujeres Ilustres de Durango.
El movimiento revolucionario arrietista serrano de Durango puede enmarcarse como el alzamiento regional más importante de la historia del oeste del estado. Si bien, las diferencias de facciones desbarataron un posible proyecto de desarrollo estatal que nunca llegaría a consolidarse.
Como protagonista de su época, en su ámbito regional, el general Domingo Arrieta León, respondió a los avatares y movimientos políticos, de acuerdo a sus personales conceptos de la lealtad, la justicia y la legalidad, en un violento proceso que, de múltiples maneras, modificó las relaciones sociales, económicas y de poder, así como los usos y costumbres de la vida de los durangueños.
ANTONIO AVITIA HERNANDEZ.
Comentarios
Esta es una historia muy interesante, y de verdad me gustaría saber un poco más a cerca de los Hermanos Sergio y Matías Pazuengo; que aparecen en la historia, pero de hecho había un tercer Hermano llamado Alberto, que el no se menciona, no sabe si el participó? O sabe donde puedo obtener más información?
Es que he estado buscando información y esto ha sido lo único que he encontrado.
Le agradecería mucho que mandara su respuesta a este mail: andrea13131@hotmail.com
Muchas gracias por adelantado!