Objetos anaranjados, visita a la
casa de Lizbeth en el centro de México.
En la banca de un parque citamos
a la viuda de Cantinflas. Se le citó a
la señora para hacerle saber que basados en la historia de este cómico un
creativo diseño varios objetos que servirán para comercializarlo en masa.
Considerándo que debe de haber una publicidad de por medio agresiva ya que
miles de mexicanos actuales no saben ni quién carajos fue este señor..
La viuda llegó hasta el lugar. Mi
socio la saludó de mano igual que yo. Después se les comento sobre los objetos.
Uno de ellos era una bolsa bien diseñada, bastante llamativa y sobre todo
elegante. La mujer la miro con agrado, parece que le gustó mucho. Después unas
agendas del mismo color, así como una pequeña maleta que aceptó gustosa. Nos
dijo que por su parte ella no tiene ningún inconveniente y que sí decidimos
vender masivamente estos objetos seguramente tendremos éxito.
Una vez que terminamos la
situación le dije a mi socio que me tenía que retirar. Debo hacer un viaje y el
trayecto no es muy corto.
Me despedí de este subí a un
carro gris y agarré la carretera.
Llegue hasta una enorme puerta.
Parecía una de esa haciendas que
remozaron y las dejaron con acabados finos.
Una mujer que era la encargada de la casa y de
expresión amable me dijo que ya me
estaba esperando. Me pasó a una sala. La sala es magnífica, las paredes
pintadas en tonos pastel, muebles mexicanos, una lámpara de vidrio café alumbraba
dos cuadros de caballos.
Me llamó la a atención la altura
de los techos. Fácilmente cabría de pie un gigante. La mujer me invitó a
sentarme. Me ofreció un vaso de agua de chia y me dijo que la Señora Lizbeth
Carolina estaba en Avándaro, que le
llamó para que me atendiera en cuanto
llegara.
Le dije que no se preocupara que
yo esperaría el tiempo que fuera necesario.
La mujer salió y yo me quedé
admirándo la decoración de la sala.
A unos metros de mí hay un
comedor. En el centro tiene un gran platón con manzanas. Veo que debajo de una silla hay muchos papeles en
desorden. Me levanto, tomo uno de ellos. Es una carta dirigida a Lizbeth que
viene de Francia.
Hay además un programa de mano
que seguramente le fue entregado cuando asistió a ver un concierto con la
Orquesta Sinfónica .
Decido quedarme con el programa. Me agacho
pero al agacharme piso una especie de palanquita, se acciona un mecanismo
y la pared comienza a bajar. Intento
parar esto pero no sé cómo hacerlo.
¿Es en ese momento que llega un maestro de Ciencias Políticas y me
pregunta que pasó?.
Le explico que la pared comenzó a
bajar.
¿Y no sabes porque? No, es mi respuesta. Ni modo que le diga que porque me estaba robando el programa de la Sinfónica.
Me pide que le acompañe. Bajamos. Hay un
sótano. Buscamos algún tablero pero no vemos ninguno. Le digo al profesor que
hay una palanquita. La encontramos, la
pared vuelve a subir lo hace lentamente. Subimos de nuevo, yo me siento, el maestro me pide
que le diga a Lizbeth que no le pudo llevar los camarones porque ahora que
estuvo en Guaymas había veda, luego sale.
La mujer encargada de la casa de
Lizbeth me dice que ya le habló, que ya viene en camino. Que tuvo que
suspender su viaje a Avándaro porque necesita hablar con usted. Me pregunta que
sí quiero de comer. Le digo que sí me puede hacer unos tacos de carne de
puerco. ¿Ella me dice que la señora Lizbeth no consume ningún tipo de carne.
No? .
No. Ella es vegetariana ciento por ciento. ¿Usted
sí come carne?. Yo como de todo con tal que pueda satisfacer mi hambre.
¿ Que le parece que le haga unos
huevos rancheros, un jugo de naranja, tortillas recién hechas, y un café de la
olla?.
Me parece perfecto.
La mujer sale rumbo a la cocina.
Pienso que le caí bien a esta muchacha.
Después de una sabrosa comida le
digo que voy a salir a dar una vuelta.
Ella me dice que aproveche para ver la iglesia. La iglesia también es de la señora
Lizbeth.
¿Compró la iglesia?.
La iglesia es parte de todo esto.
Camino por una hermosa Plaza, me
llama la atención la limpieza del lugar. Entro. Un padre está dándo misa, la
misa que me sé, la que siempre escuche. Me siento en una de las bancas largas.
Entre la gente veo a Lizbeth, ella está sentada siete bancas más adelante. No
entiendo porque dijo que estaba en
Avándaro y está sentada en esa banca.
Lizbeth
lleva puesta una gabardina guinda. No sabe que ya la ví. No diré nada. Regreso
a la casa. La mujer lleva un canastito con galletas, le digo que me abruma su
atención. Es mi deber. Usted es invitado de la señora Lizbeth.
¿Le pregunto sí ya llegó? No,
todavía no llega. Posiblemente más tarde…
Me quedo dormido. Escucho una voz
que preguntan por mí. Es Lizbeth, me levanto apresurado cosa que no me gusta
mucho. No me gusta levantárme apresuradamente. Pienso que las personas que lo
hacen puede sufrir un infarto. Me dirijo
hacia dónde escuché la voz. Sale de la cocina la mujer, le pregunto
nuevamente por Lizbeth, me dice que sí vino pero que se tuvo que ir de nuevo. Que usted no se
preocupe que está en sus casa.
Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra
Nec spe nec metu
24 de agosto de 2013
Estados Unidos Mexicanos.
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