HOY QUE EL TIEMPO YA PASO
Alfredo zitarrosa
Cantor y poeta del pueblo.
HOY QUE EL TIEMPO YA PASO.
Dicen que Zitarrosa nunca dejó el traje y la gomina, ni siquiera en los días más tristes, y dicen que al terminar cada recital confesaba su determinación de no cantar más. También se cuenta que jugaba muy mal al truco, que le gustaban los pájaros que pesan como un alma, y que gozaba como un chiquilín narrando chistes malísimos. Saltando desde Buenos Aires hacia distintos puntos del mundo pisados por ese hombre y artista de fama, el periodista Guillermo Pellegrino plasmó precisamente una biografía que aparece en el mercado cuando se cumplen diez años de la muerte del cantor criollo. Aunque no es el primer ejemplo de libro dedicado a narrar la vida y la obra de tal artista popular, el nuevo trabajo -a editarse en abril por Planeta- se promueve como el abordaje más completo. Cuatrocientas páginas y más de sesenta fotos, muchas inéditas.
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Guillermo Pellegrino aclara que es uruguayo y que se siente muy uruguayo aunque ha vivido desde niño en Argentina. El deporte, la vida social, la cultura artística y las vacaciones lo han ligado a esta tierra, además de lazos familiares, amistades y colaboraciones periodísticas.
Hoy no recuerda con precisión cuándo fue que escuchó por primera vez a Zitarrosa. Pero sí explica con ganas cómo se dedicó a estudiar su vida y obra.
COINCIDENCIAS
En el año '95 Pellegrino vivía en un apartamento bonaerense de Palermo y trabajaba como freelance para medios de Argentina v de Uruguay, mientras además, dos veces por semana, desempeñaba el magisterio -en calidad de alfabetizador- en una villa marginal conocida como Ciudad Oculta, uno de los lugares más pobres de la Capital Federal.
Ejemplos de música popular latinoamericana, entre otros del propio Zitarrosa, se escuchaban a diario en ese apartamento que Pellegrino compartía con un amigo y colega. Pero las guitarras de Zitarrosa comenzaron también a escucharse un día provenientes de un apartamento vecino, en ese caso ya integradas a una especie de ritual.
Después, otro día, primero de mañana Pellegrino oyó la música de Zitarrosa saliendo del mismo apartamento vecino. A la tarde, cuando ya estaba instalado en el galpón de clases del cantegril, sintió que en una casilla sonaban otra vez las guitarras y un violín, si bien entonces la música emergió más latosa, debido seguramente al pobre equipo de audio que la amplificaba.
A partir de ese repiqueteo -según Pellegrino- fue inevitable para el periodista sustraerse al impulso de investigar la figura que traspasaba fronteras de diversa especie: Santiago Vázquez, Lima, Montevideo, Buenos Aires, Madrid, México, Palermo, Ciudad Oculta.
PAPELES
Desde el comienzo, Pellegrino empezó a buscar materiales para un proyecto que tenía ya cierta intención de abarcar vida y obra de Zitarrosa. Pero aquello que nació como una fuerte inquietud se volvió obsesión, hasta absorber buena parte de cada día, durante tres años y medio. Así fue que a veces Pellegrino debió apelar a su ascendencia vasca, para encontrar por ejemplo una fotografía, un documento escrito o un testimonio tan escueto como quizás imprescindible.
La investigación incluyó el apoyo tecnológico de hoy, (por ejemplo para mandar un fax a Costa Rica y conectarse con Amanecer Dotta, un día socio de Zitarrosa al frente del local La claraboya amarilla). Pero el trabajo se realizó además mediante traslados a distintos puntos del planeta: desde Perú (donde Zitarrosa debutó antes de ser conocido), hasta Córdoba, Madrid o Santiago Vázquez.
VOCES QUE CUENTAN
El círculo que articuló Pellegrino alrededor del fuego de su obsesión supera un centenar de voces. En la lista aparecen locutores de radio y poetas. Hay músicos, directores de teatro, pintores, bailarinas, un psicoanalista, empresarios, publicistas, actores, periodistas, ex compañeros de escuela de Zitarroza, amistades, familiares directos -como ser la hermana- o ligados al entorno de su madre adoptiva.
Entre los nombres de artista más conocidos figuran en el libro, por ejemplo: Rubén Rada, Eduardo Darnauchans, Enrique Estrázulas, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Victor Manuel, o Fernando Solanas.
ENCUENTROS
-¿Qué definición darías de tu libro?
-El que lea el libro se va a dar cuenta de que este trabajo contiene muchas horas de dedicación. Pasé momentos difíciles, sinceramente. Estuve mucho tiempo escribiendo, metiéndome en el personaje y teniendo que resolver un montón de situaciones espinosas.
-¿Cómo te recibió la familia o los amigos de Zitarrosa?
-Cuando vas por primera vez, te estudian. Y es correcto que se pregunten qué quiere uno, qué va a pedir. A algunos amigos tuve que ir a verlos tres o cuatro veces, antes de animarme a pedirles -por ejemplo- una carta. Con Nancy, la esposa de Alfredo, tuve una charla formal, me atendió muy bien. Pero claro, se habrá hecho la misma pregunta: ¿qué va a hacer este hombre?. Cuando el libro se termine, se lo voy a dar a la familia, por una cuestión de ética. De hecho, ellos ya respetaron mi trabajo
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-En esas conversaciones que mantuviste con más de cien personas, ¿te cambió mucho la imagen de Zitarrosa a medida que fuiste avanzando en el trabajo?
-No, lo fui conociendo mucho. Porque yo no tenía una imagen muy definida, tenía más o menos la imagen que tiene todo el mundo. Creo que ahora lo conozco bastante, sin haberlo tratado nunca.
-¿No encontraste un testimonio que derrumbara esa imagen común, o que impusiera un manto de misterio sobre algún aspecto?
-No, porque esto no intenta ser un panegírico de Zitarrosa ni mucho menos. Por más que admire su obra, por ahí saltan algunos defectos que tenía en vida. Yo no los oculto, salen a relucir en este libro, como también por ahí aparecen momentos en los que él no actuó tan bien. En general, además, los testimonios fueron muy coincidentes respecto a distintas etapas de su vida. Por ejemplo, todos me dijeron que su etapa más negra se dio en Madrid.
GUITARRA NEGRA
-Zitarrosa representó a un artista amargo -¿no?- ¿Tenés anécdotas que reviertan ese retrato o que le agreguen otros matices?
-No. Lo que opino es que tenía una gran sensibilidad. Esa postura era toda una caparazón, se cubría para no ser herido, porque quería mucho las cosas. Y aparte tuvo un origen muy complicado, muy difícil en su niñez y su adolescencia. Pero, por ejemplo, le gustaba contar chistes.
Los que lo conocieron dicen que de pronto los chistes eran una porquería. Pero también dicen que su forma de contar esos chistes los hacían morirse de risa
-Hay quienes de pronto asocian con la Muerte a esa figura de cantor que conformó Zitarrosa, tan lúgubre como su Guitarra Negra, de las cosas más tristes que se deben haber compuesto.
-Escribió mucho sobre la muerte. Sí.
-Pero más allá de eso. ¿No te parece que él daba esa sensación luctuosa?
-Bueno, como todos, tuvo sus momentos. Al tener que irse en el '76, la pasó muy mal. Se fue y su familia se volvió.
Se separó de su familia y quedó solo en un apartamento, con sus tendencias depresivas. Después se reencuentra con su familia y está mucho mejor. Son momentos que va llevando. Pero sí, siempre, todo eso ocurrió tras ese origen suyo, muy complicado, cosa que lo hacía poner distancia. Sin embargo, era un tipo muy cálido, que amaba los animales. Llegó a tener un zorrino en su Casa del Prado, por los Setenta, y tuvo perros y gatos y no sé cuantos pájaros.
DE MILONGA Y CANDOMBLE
-¿Apareció en tu investigación algo, "pintoresco", para un relato quizás, pero de difícil confirmación?
-Sí, por ejemplo en cuanto al origen de él. Zitarrosa fue hijo natural, y hubo una versión de quién fue su padre. Pero no la manejé, me pareció que es parte del folclore, nada sustentable. También me pasó otra cosa. Gente que lo vio dos veces dice que fue amigo de Alfredo.
-¿En ningún momento consideraste tu propia imaginación para escribir esta biografía?
-No es una biografía novelada, por más que hay muchos pasajes que pueden dar esa sensación. La vida de él sorprende por sí sola.
-¿No llenaste algún vacío asociando datos?
-Cuando hice eso, también lo dejé dicho. Por ejemplo, supongo que a su vuelta de Perú lo robaron, porque yo recuperé en Lima cosas de él, como ser una nota de prensa firmada por Alfredo, pero que no apareció después en su archivo personal de esa etapa. Y saco esa conclusión porque él era muy metódico en ese tema, guardaba todo.
Algunos han también hablado de un aparente viaje de Zitarrosa por el Norte argentino, con unos antropólogos. Porque es cierto que le interesaba mucho el tema. Pero para mí, nunca hizo ese viaje, quedó en la etapa de planificación.
No tengo ningún documento, ni un testimonio que recuerde eso. También se ha dicho que escribió poesía para una revista de Córdoba. Yo encontré esas revistas de fines de los años Cincuenta, y no aparece ningún poema. Incluso conseguí hablar con quien era el director de la revista, y tampoco recordaba nada.
Tal vez, Alfredo tuvo la fantasía de hacerlo y no pudo. O de pronto dejó dos o tres poemas en la redacción, pero nunca se publicó nada. Más que a la imaginación, apelo entonces al sentido común. Y en eso, el género del ensayo deja puertas abiertas. Puede venir otro ensayista mañana y decir algo más.
AMIGOS Y AMORES
-En tu recorrida fuera de Montevideo: ¿encontraste a alguien que pudieras definir como gran amigo de Zitarrosa?
-Sí, por ejemplo a César Calvo, terrible poeta peruano, gran observador de la vida, un gran lector del alma humana; hay cartas. Otro gran amigo fue Marcelo Bazán, quien lo llevó a Córdoba y antes vivió en Montevideo. Trabajaron juntos en radio El Espectador.
Y también en Córdoba hablé con Mabel López, una mujer de sesenta años, locutora de radio Universidad, que allá lo ayudó mucho a Alfredo, en el '60. Creo que en algún momento estuvo muy enamorada de Alfredo. Pero es sólo una impresión mía.
Esa charla fue muy fuerte. No sabía cómo ubicar a esa persona, pero al final llegué a su casa el día en que ya me iba , a la 10 de la noche. Me contó por ejemplo que le había tejido unos buzos. Alfredo andaba con poco trabajo, comía unos sandwichitos en el bar que estaba abajo de la radio, gastaba poco dinero, y escribía en unas servilletas que el mozo dos por tres le sacaba.
-¿No mereció un capítulo el tema de los amores de Zitarrosa?
-Para mí, el amor de su vida fue su esposa. De hecho, le dio la alianza dos veces, se casó dos veces con ella.
Antes de eso, hay que contar sí que estuvo siete años con Iris Simone, una locutora de radio El Espectador.
Otro gran amor de su vida fue Alma Iralde, hermana de una maestra de escuela suya, cosa que se puede rastrear en su obra. Después, si hay otras cosas que lo conmovieron y eso se ve en alguna canción, lo digo también. Pero lo pasajero, realmente no me interesaba.
-¿Existió Stephanie? ¿Fue algo pasajero?
-Existió; fue una prostituta yugoeslaya que trabajaba en San Pablo. Pero descarto que la haya vuelto a ver. Se dijo que cuando Alfredo fue a actuar una vez a Porto Alegre apareció una mujer, preguntando por él a su representante.
Parece que se presentó como Stephanie. Pero, no sé, creo que la mujer verdadera nunca se enteró de que Alfredo le hizo una canción.
Si uno tuviera un poco de tiempo y posibilidades económicas, quizás se la podría ubicar. Yo sé cuál es el boliche donde la conoció Alfredo. Por otro lado, también hablé con la última compañera de él, con Cristina, arquitecta. Pero no voy más allá de lo importante, de lo que haya cambiado en algo la vida de Alfredo o aportado a su obra. No me interesaba hacer chísmografía.
FINALES
-¿El libro llega hasta la muerte de Zitarrosa y ahí termina?
-Sí; su muerte se precipitó de golpe. La noche anterior estaba de muy buen ánimo.
-¿Había dejado de fumar?
-Creo que en ese momento estaba fumando. Pero sí, intentó dejar, en Buenos Aires. Y también intentó alejarse del alcohol, pero nunca pudo hacerlo del todo.
-¿Ese asunto del alcohol derivó hacia otras historias que se manejen en el libro? ¿Hay algún episodio dislocado?
-Tengo, sí. Hay unas cartas donde él mismo dice que está borracho, y se nota en la letra.
-Y en cuanto a los estados depresivos, mezclados con el alcohol: ¿fueron muy lejos? ¿Llegó al intento de suicidio?
-No llegó a eso por el alcohol. Por lo menos, no lo sé. Pero sí pongo en el libro un tema difícil, un tema que en Uruguay es tabú. Ese tema es el que yo sentí que debía hablar con la familia, con las hijas. Yo no quería soslayarlo, pero tampoco dejar de hablar con Nancy.
Alfredo tuvo un intento de suicidio. No fue un rumor. Lo pude chequear con gente que estuvo en el momento del hecho. Pero no hice con eso una cosa amarilla, lo trato con mucho respeto.
-¿Supiste por qué no quiso nunca editar un disco de tango, cuando ahora se conoce que hizo grabaciones?
-Tengo un testimonio. Parece que alguien le dijo que las guitarras sonaban mal. Se calentó y bueno, no quiso seguir. Los siete tangos que aparecieron son los únicos que habría grabado.
-¿Qué otro Zitarrosa aparece en el libro?
-Aparece su etapa de actor, que después dejó; era muy incostante para ensayar en teatro. Y también pintó y dibujó. Le gustaba mucho la lectura de libros sobre animales y plantas. Coleccionaba caracoles. Viajaba a todos lados con una pelota de Peñarol y un busto de Beethoven.
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