ROSE DE CHICAGO ILLINOIS Y EL DESQUICIADO, PERROS QUE ME SIGUEN, MI PADRE DE CRISTAL, JOVEN CON CREMA EN LA CARA,CUERPOS  MUERTOS SOBRE UNA MESA, HOMBRE QUE SE ARRASTRA,LLUVIA INTENSA, ENCUENTRO FUGAZ CON JAVIER.





























La joven Rose baja rápidamente por la escalera de su casa. Su madre va a su encuentro con una taza de café. Rose le dá un sorbo, se despide fugaz y sale…

Ha pasado todo un día y una noche completa. Rose no llegó.

De madrugada su papá busca  nervioso la lista de personas que conocen a Rose. Habla con todos, ninguna le da una respuesta. Encuentra lo que él considera una pista. Un joven llamado Henry. Henry habla como  molesto y evasivo. Le dice que la última vez que vió a Rose fue como a las once de la mañana.

Rose nunca llegó.


Han pasado tres meses de este hecho.

Otra mujer de nombre Teresa  busca un lugar para estacionarse. Son las cuatro de la tarde. La ciudad dónde ella vive es una  ciudad de pocos habitantes. Las calles están solas. Quizá motivado por las altas temperaturas.

Teresa baja del automóvil, acciona un artefacto que hace imposible que alguien pueda robarse su carro. Teresa camina por la banqueta. De pronto un hombre afro camina detrás de ella, la toma por la nuca y con palabras groseras le dice que le entregue las llaves de su casa. Teresa se siente atrapada y presa de pánico abre su bolsa y saca las llaves. Le dice al afro que se puede llevar su dinero. El negro responde que no quiere dinero.  Así pepenada con violencia llegan a la casa de Teresa. Adentro está  la señorita Hamilton, ella comparte  el pequeño departamento con Teresa. La señorita Hamilton escucha que alguien quiere abrir la puerta. Piensa que es Teresa. Se queda esperando ver la cara de su amiga. Quiere suponer que quizá se le olvidó alguna cosa. No es así. El  afro que por cierto le dicen el mastín entra arrojándo a las dos mujeres al suelo. Ellas se engarruñan asustadas. El negro decide que es hora de violárlas. Por la fuerza les baja los calzones y a las dos las penetra una y otra vez. Posteriormente se levanta de encima de Rose, la jala por los cabellos y se la lleva a la bañera. La arroja como si Teresa fuera un cerdo muerto. Se mete a la bañera y la estrangula sin piedad ni miramiento.


Por su parte  la ex señorita Hamilton se levanta, abre la ventana y se arroja al vacío.

Ella cae de rodillas  se las golpea  y se las sangra. Una mujer con aspecto de secretaria toma  un café con leche. Mira a la joven golpeada. Deja el café y se acerca a ella. La ex señorita Hamilton le explica que en su casa está un hombre que acaba de violárla a ella y a su amiga Teresa y  que por favor llame a la policía.

Como a  los diez minutos llegan varias unidades. Suben hasta la casa de Teresa, abren y caminan  por todas las habitaciones. Llegan al baño. Teresa está muerta con golpes por todo el cuerpo. El afro está sentado en la taza habla  como recitándo algunos pasajes de la biblia. Los policías lo esposan y se lo llevan.

El hombre dice que reconoce que mató a Teresa porque es un hombre desquiciado.  Se inician las averiguaciones y se descubre que este individuo mató de igual forma a Rose y a otras nueve mujeres.


Agotado por esta narración  ahora voy con una manada de perros. Un señor que usa un sombrero de palma y un jorongo, me pregunta que sí ya le dí de comer a los animales. Le respondo que afirmativo. El hombre se limita  a reírse y me muestra  sus encías , no tiene dientes  esto lo avejenta.

Entro a  una casa de barrio. A veces pienso  que estas gentes que viven en barriadas son una especie de simios. Miro por una ventana. Afuera husmea mi padre. Pone su cara sobre un vidrio. El vidrio se empaña por el vaho. Me pregunta sí ya le dí de comer a los perros. Le respondo que ya lo hice. ¿También me pregunta qué cuántos perros son?: Son como  veinte. Me  pide que los cuente para estar seguro. Así que con mi dedo comienzo a contar del uno al veinte. La realidad es que son diecinueve.

Mi padre arroja unos billetes por la ventana y se aleja. Intento preguntarle algo más pero él es de cristal. Veo claramete que es lo mismo que con nitidez que se va  despedazando en vidrios brillosos.

Estoy en el pasado. Sé que aquí es Lomas de Plateros. Y lo sé porque yo con mis ojotes ví como construyeron estos edificios. Los edificios no están pintados como los pintaron originalmente. Ahora son todos negros o grises, aspecto que los hace fúnebres.



Un hombre de edad aproximada a la que tenía yo en 1973 me pregunta sí deseo entrar a algún edificio. El hombre tiene crema blanca  untada en la cara. Debe de tener granos pienso yo.

Le digo que voy a entrar justamente al edificio en dónde él está situado.

El tipo me dice que lo piense. Nos dice a mí y a la fría que en este lugar ocurren cosas extrañas. No me importa lo que diga y nos metemos.

Comenzamos a subir la escalera . Es una escalera que sube o baja según  sea el caso pero  en forma de zigzag. Un hombre flaco vestido con ropa negra y de mala calidad  se trepa al pasamanos y comienza a subir sin dar un paso. Cuando lo tengo a una distancia de unos dos metros el hombre nos mira tiene cara de loco. Y además su mirada es turbia. Así que me pongo alerta. Este tipo de personas son capaces de matar.

Llegamos a un tercer piso. Abrimos una puerta. En la recepción  atiende el mismo sujeto.

En la entrada hay una mesa con cuerpos muertos de personas de diferentes edades, algunos muy jóvenes.

El hombre le dice a la fría que para atenderla como ella se  merece debe de  poner su nombre.  La  fría es medio ingenua y  se lo dice hablado. Es ahí que yo interrumpo y le digo a la fría  que no ponga su nombre el ningún papel. Me dice con su cara de boba que ya lo hizo. Miro al individuo y le  insto a que borre el nombre de la fría. Este se niega. Le quito el cuaderno. El hombre se levanta y me grita que me  va a matar. 

Le respondo que esos sucedería sí yo estuviera manco. Nos liámos a golpes. Lo tomo por la nuca y lo doblego. El hombre que mata no me pudo matar. Cuando veo que no tiene movimiento y que su cuerpo entró en  rigor mortis lo  agarro de los pies y lo llevo a la bañera. Lo  meto como si fuera un cerdo muerto. Abro la llave  para que el agua caiga en forma lenta. Salgo y le pregunto a la fría sí ya borró su nombre. Ella me dice que sí, que lo borró con una pluma que pintaba rojo. Entonces vámonos.


Está cayendo un aguacero como nunca se había visto, la fría me toma del brazo. Yo llevo con la mano derecha el paraguas. Le digo que para otra ocasión tenga más cuidado con quién habla o con quién establece contacto. Gente loca hay por todas partes. Ella mueve la cabeza afirmativamente.


Llegamos a la avenida. Como a quince metros viene caminando Javier. Extiende la mano y me dice que acaba  de llegar de Holanda y que ahora se dirige a tomar un camión. Me despido de este no sin antes recordárle que me debe una botella de vino tinto…..


Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra
Nec spe, nec metu
23 de mayo de 2013.
Estados Unidos Mexicanos.


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