LA RADIO Y LOS COMIENZO DEL CANTOR



La radio, y el comienzo del cantor


Por Jorge Migliónico

"En lo que tiene que ver con lo que es mi instrumento de trabajo, tuvo mucho que ver un entrañable amigo, que infelizmente ya no está entre nosotros, me enteré de eso hace muy poco. El murió en la Navidad pasada, antes de que yo volviera a Uruguay; él era Juan Carlos Borde, el querido Pucheto Borde, fue él quien me enseñó el oficio de locutor. Allá por el año 54, comencé a trabajar en Radio Ariel, cuando estaba allá por atrás de El Gaucho. Me hicieron una prueba por iniciativa de un amigo de mi madre; llamado Herrera de apellido. El me conoció por teléfono y cuando me vio personalmente se mostró sorprendido por la voz que tenía siendo tan joven. Borde me tomó la prueba y en cosa de dos semanas me enseñó a trabajar la voz correctamente. Comencé a trabajar como locutor. Luego Hugo Milton Infantino, otro entrañable amigo, me tomó otra prueba para El Espectador que resultó positiva y comencé a trabajar allí. Estuve como diez años haciendo de todo, tanto pasaba tandas como relataba un radioteatro.


El canto estuvo en mí desde niño, desde chico me gustó cantar. Cuando tenía seis años mi madre me llevó a visitar a los vecinos para que les cantara, me exhibían un poco. En cuarto año de primaria tenía una maestra, Esmeralda Iralde, un ser maravilloso, que me quería mucho y lo mismo me enseñaba biología como me estimulaba para escribir o comprarme un microscopio para estudiar citología. Por esos años cantaba porque me gustaba, tenía una vocecita bien afinada y formaba parte del coro y eventualmente hacía el solo en el Himno Nacional o en Mi Bandera. En mi casa se escuchaba mucha radio, allí llegué a conocer el repertorio romántico de los músicos mexicanos de la época, también la música española de la época del franquismo, como el caso de Angelillo a quien llegué a conocer personalmente en la casa de una prima hermana de mi madre, donde él estuvo de visita, ella era una mujer muy rica, recuerdo que los presentes, entre los que estaba yo, le pidieron que cantara y él dijo que el contrato se lo impedía. Son experiencias que uno recuerda y que me hizo formar en el trabajo profesional. A cantar profesionalmente comencé de una forma poco casual. En el año 59, el Municipio de Montevideo me discernió un premio de poesía inédita a través de un jurado, donde formaba parte un amigo personal; un poeta de los grandes que no tenía por aquellos años y hoy aún no lo tiene, el relieve, que merece; don Vicente Basso. El era editorialista de El Espectador por esos años; ya había acontecido la Revolución Cubana; dígase año 60. En el 61, falleció, —quisiera no equivocarme en el año—. A raíz de su muerte yo publiqué una carta abierta, diciendo las circunstancias de su muerte en el semanario Marcha. A partir de ahí comencé a ser mal visto por la dirección de la emisora y terminé siendo despedido; no obstante lo cual la dirección me propuso como forma de reconocimiento a mi capacidad profesional —supongo que por eso—, pagarme una indemnización, cosa que ingenuamente acepté. Hablo de los tiempos del escribano Marta y del señor Elena, representantes de los intereses de la General Electric. Luego hay otra carta apoyando lo que yo había escrito y agregando datos sobre la disputa existente en esos años por la obtención de un canal de televisión entre Radio El Espectador y Radio Carve; la persona que escribió esa carta la firmó Marta Elena y creo que fue esa la razón que produjo mi despido. Repito, no sé quien la mandó, la que yo escribí iba firmada por mí.

Este dinero más el premio del Municipio de Montevideo, sumaban los pesos necesarios para hacer un viaje que me había propuesto hacía tiempo, y me fui al Perú. Allí trabajé como periodista y como locutor en radio Radioprograma del Perú, en el lugar que había dejado vacante el famoso Guerrero Martineis, que ya andaba por el sur como buen parlanchín, y sigue siendo un parlanchín. Hice muchos amigos, muchos poetas como Reinaldo Naranjo, César Calvo, Gonzalo Rose, Manuel Scorza y Chabuca Granda y otra gente vinculada al arte, como César Duran que fue quien me indujo a cantar en forma profesional. El tenía una agencia de publicidad, yo me había quedado sin trabajo y pensaba hacer un viaje a Cuba por las mías, por ese entonces yo era anarquista y creía que tenía que llegar por mis propios medios. Intenté juntar para llegar a México, donde podía recibir un pasaje de Aerolíneas Cubanas a través de un amigo uruguayo que estaba allá. Pero no pude.

Duran me metió en un programa de televisión y canté con un trío de guitarras que dirigía Martín Torres, yo tocaba algo la guitarra, rascaba un poco, pero ahí resolvimos que me acompañara el trío. Canté tres canciones y me pagaron cincuenta dólares, yo precisaba 280 y no los pude juntar para hacer el viaje.
Pasados dos o tres meses de ese debut, resolví volver. Estando en Uruguay me reinserté otra vez en la radio. Trabajé en Radio Ariel, Radio Centenario, Radio Sarandí, fui locutor de cabina de Canal 4. Estando en Radio Centenario hice dos amigos: Quito de Lena, actual copropietario del sello La Batuta y Bebe Pisoronti. A Américo Rodríguez Roque se le ocurrió grabar un disco conmigo en el sello Tonal; eso era por el año 63 o 64. Ahí incluí tres temas míos y una canción que aprendí en Bolivia; mis canciones eran Milonga para una niña, Recordándote y Mire amigo. La canción boliviana era El Camba, que la había aprendido esperando un avión que no llegaba nunca, estaba detenido en Santa Cruz porque no habían pago a la Esso Standart la nafta que se había gastado en el trayecto Montevideo-Santa Cruz-Lima. Nos tuvimos que quedar una semana y fue ahí que aprendí esa canción. Esa grabación fue un acontecimiento para el Uruguay, no soy yo quien debe decirlo pero Milonga para una niña tuvo muy buen éxito en muy poco tiempo, tanto que la gente decía que yo era argentino y que era un viejo desilusionado de la vida. Sin ser argentino, a mí se me escuchaba como un cantor representativo de la música del sur, es un tema que creo que es bueno.

En esos años ya se habían grabado las primeras ediciones de los discos de Daniel (Viglietti), Los Olimareños y creo que también Marquitos Velazquez ya había grabado. El Sabalero llegó un poco después. Estos discos vienen a ser como la prehistoria de la discografía nacional, que se inicia con la venta del sello Tonal a Palacio de la Música. A partir de allí se comienza a editar a los cantores nacionales porque se abrió un mercado. Ya no se trataba de escuchar a los cantores argentinos, ni siquiera a Los Beatles; recuerdo que mi primer long play competía con ellos. Los compañeros de la imprenta competían entre las offsetts a ver quién imprimía más tapas de disco. En aquel momento contábamos con el apoyo de la gremial de trabajadores de radio que pasaba nuestros discos al margen de la programación establecida, lo que fue muy útil para la difusión de nuestro canto. Yo fui de los cantores que como Los Olimareños actuamos en toda clase de lugares, en los tablados de carnaval hasta en el Teatro Solís. Luego tomamos la iniciativa de formar cooperativas como De Cojinillo o la Claraboya Amarilla en Montevideo y después en Punta del Este. Allá fuimos para levantar deudas contraídas acá. Comenzamos siendo 36 artistas en un local para cien personas; terminamos siendo 42 y pasé cuatro años pagando deudas, pero mi camino como cantor ya estaba abierto y ya por el 68 tenía seis discos grabados".


Fuente : Zitarrosa la memoria profunda

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