Limpiando una iglesia, pegando un pez de azulejo sobre una madera, se le poncha una llanta a esta mujer que me conoce ,manejando un carro blanco, mujer que lava abrigos de lana.

Limpiando una iglesia, pegando un pez de azulejo sobre una madera, se le poncha una llanta a esta mujer que me conoce ,manejando un carro blanco, mujer que lava abrigos de lana.


































Aquí nadie me conoce pero no importa. Estoy mirándo en su esplendor esta iglesia de los tiempos coloniales. La iglesia se encuentra sucia, nada está en su sitio. Bueno Sólo las piedras.

Así que me propongo darle una buena remozada.

Busco enseres domésticos y demás. Procedo.

Lo primero que deberé de hacer es limpiar a los santos y a las santas también.

Después limpiaré los vitrales, y candiles.

También le daré su remozada a los cuadros y candelabros. Y por último limpiaré los pisos que brillan de mugre.

Me doy pués a la tarea.

Ahora estoy de nuevo realizando otra labor.

Tengo un enorme pez de mosaico. Por la parte de abajo lo unto con pegamento.

Debo de colocarlo sobre esta tabla que también barnicé. Esta labor se debe de hacer de manera minuciosa porque de no hacerlo la cola del pez se puede romper . Y ya no quiero verme en este brete de nuevo.

Detrás de mí y en un tránsito vehicular espeso viene esta mujer morena a la que le dí para sus tunas cuatro o cinco años atrás. Me asomo desde mi vehículo . Se le ponchó una llanta. El problema es que la Avenida está inunda. Ella me dice:

Alfredo puedes asomarte a mi carro?

No sé que le paso.

se agachó y ya no quiere andar.

Le digo en medio del agua que se le desinfló una llanta.

Saco mi mano, agarro la defensa del carro de la prieta esta y como sí yo fuera un fuertote lo jalo.

Una vez que lo quitamos del paso de todos los demás. Me bajo con una caja de herramientas.

La morena me pregunta que sí puedo cambiar una llanta?

Sí claro¡

Ni que estuviera tullido¡

Le cambio la llanta por suerte traía una que le quedara.

Una vez resuelto el problema la mujer se sube a su carro.

No sin antes entregarme un sobrecito de celofán con almendras.



Y porque le dejaste manejar el carro blanco a tu enemigo Alfredo?

Me pregunta la fría.

El carro no es mío. Se parece pero no es mío.

Además ese ni a enemigo llega. No tiene las cualidades para eso.

El carro no trae frenos.

Este cuate se acercó y me preguntó sí podría darse unas vueltas.

Entonces me acordé del chiste del perro y el peluquero.

No tengo compromiso con este. Y tampoco responsable sí le sucede algo. No tengo nada que ver.


Esta otra lava unos abrigos de lana. De esos abrigos que usan los campesinos y que son bien calientitos.

Ella me dice que se tiene que apurar. Y lava y lava.

Regreso a la iglesia.

La dejé bien limpia.

Se estaciona un carro de madera, muy lujoso. Una mujer con una pañoleta me pregunta que sí sé quién limpio la iglesia?

Sí señorita yo lo hice¡

Ah sí ¡

La mujer se sonríe , enciende el motor de su carro , saca la mano y también me entrega en propia mano un puñito de almendras.


Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra.
Nec spe, nec metu
3 de Agosto de 2015.
Estados Unidos Mexicanos



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