Angelitos vivos angelitos muertos, incendio en casa de Echegaray, becas, un hombre que tiene ruedas, mi abuela me pide ocho pesos, manejando un autobús pequeño, carretes.

Angelitos vivos angelitos muertos, incendio en casa de Echegaray, becas, un hombre que tiene ruedas, mi abuela me pide ocho pesos, manejando un autobús pequeño, carretes.




























Este es un bosque. Un bosque tupido. Veo como suben a los árboles una multitud de ardillas. También pasan a mi lado mariposas amarillas.

En un claro puede ver a dos niños que juegan. Ellos van vestidos de blanco, incluso sus zapatitos son blancos, de charol blancos.

La madre de estos infantes está sentada en una piedra. Les acompaña. Su rostro manifiesta alegría. Yo los miro.

De pronto los dos niños caen a una fosa.

La madre se levanta rápidamente.

Y se arroja para rescatarlos.

En el interior de la fosa hay escobros, piedras y pedazos de madera.

La madre llora, dice afligida Jesús María al mismo tiempo que mueve los escombros.

Toma uno de los cuerpecitos y me lo entrega. Yo lo sujeto con ternura. Parece como sí fuera el cuerpo de un pollo flácido. Lo deposito en el pasto y regreso por el otro niño.

Lo sujeto de igual manera. Los coloco a los dos. Luego regreso por la mujer. Le doy la mano y logra salir.
Ella continúa llorando. Es inmenso su dolor. Me dice que hace unos momentos sus hijos era angelitos vivos y hoy son angelitos muertos. Así son las cosas y no hay remedio, la verdad siempre es triste.

Ahora me encuentro en una casa en Echegaray. Esta parece será mi nueva casa. Por donde quiera que mires hay objetos. Un árbol de plástico saca humo. El contacto al que está sujeto echa chispas.La casa se incendia. Salgo pero para salir hay que cruzar un pasillo. En la casa de al lado un hombre saca sus llaves. Le informo del incendio y solo me dice buenos días. Quedo convencido que a nadie le interesa nadie.

Esta es una carretera que tiene doble sentido. Parece la Costa Chica. Eso lo digo por los cocotales. Quien sabe.

Un hombre de overol va acostado. Es un hombre raro porque tiene integradas ruedas. Me pide que lo empuje. Lo cierto es que esta es una carretera peligrosa, los carros se arrojan sin precaución, lo mismo las motocicletas. Le digo que sí lo ayudaré pero al momento que vea las luces intente hacerse al lado derecho para que no vayan a pasar por encima de nosotros.

Voy manejando un carro. Me detengo en la Avenida Revolución en Mixcoac. Mi abueja se baja no sin antes pedirme que le dé ocho pesos con cincuenta centavos. Mi abuela está contrariada. Yo también. Ella me insiste. Entonces le entrego un puño de monedas. Mi abuela las toma y se retira diciendo no sé que cosas entre sus dientes.

Más adelante tengo que quitar este camión pequeño. El camión está muy pegado a otro. Me subo, enciendo el motor y busco la palanca pero no encuentro la reversa.

Hago varios intentos, la palanca truena. Es un lío. Después de varios intentos logro dar con la reversa y salgo. Paso entre dos camiones. Y veo que en la esquina está parada mi abuela. Ella al verme arroja las monedas al parabrisas del camión que llevo. Mi abuela en verdad está enojada..

Soñé de nuevo a Jorge Pineda.

Nos dice que este año a cuatro personas nos dará una beca. Y que espera que ahora sí la sepamos aprovechar porque no dimos buenos resultados. Yo me apeno y le digo que es verdad no sé que pasó pero este año sí me esforzaré¡.
Al decir esto mira para abajo y en un colchón duerme Fernando pero con cuatro años de edad. Y dice: A este niño también lo becaremos.. Si maestro como usted quiera…

Casi al amanecer me encuentro en otro camino.

Siento que debo de salir pero no encuentro la manera. Lo tengo que hacer.

Busco y busco hasta que descubro unos carretes. Le digo a uno que me acompaña que ya tengo la solución para salir de este sitio. Y cúal es?

Con los carretes. Le pido que me ayude a ponerlo a manera de ruedas. Después nos sentamos y comenzamos a rodar.

A veinte metros de nosotros están platicando dos mujeres. Le digo al que me acompaña que me parece mal que las dejemos. Ellas no podrán salir sin nuestra ayuda.

Esta bien vamos por ellas.

Regresamos.

Le digo a una guera de trenzas que se suba , que nos vamos. Ella le dice a la otra de cabello negro que se suba al otro carrete. La mujer de trenzas se sienta al lado mío, me toma por la cintura y me dice que sabía bien que nunca la había de abandonar. Ese era mi sentimiento..

No sé pero los sueños son señales.


Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra
nec spe, nec metu
21 de Febrero de 2015.
Estados Unidos Mexicanos.






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