LAS CANCIONES SON LUCIERNAGAS...



ENTREVISTA CON DANIEL VIGLIETTI

Las canciones son luciérnagas
Nirma Acosta y R. A. Hernández • La Habana
Fotos: La Jiribilla

El cantor y compositor uruguayo Daniel Viglietti es uno de los intérpretes latinoamericanos más importantes y reconocidos de la canción popular y de protesta. Sus letras radicales, siempre vinculadas a las luchas sociales de Uruguay y de América Latina, lo llevaron a un forzado exilio de 12 años en el período de la dictadura (1973-1985), que culminó con un concierto de bienvenida en su tierra natal en el que cantó ante 25 000 personas el mismo día de su llegada.
Entre sus canciones más conocidas sobresalen "A desalambrar", "Canción para mi América" y "Milonga de andar lejos". Sus discos han recorrido toda América Latina —como es el caso de A dos voces, grabado con el poeta Mario Benedetti en 1987— y sus conciertos se han escuchado en numerosos países de la región y del mundo.
Fue nombrado Ciudadano Ilustre por la Junta Departamental de Montevideo y la Intendencia Municipal de Montevideo en 2003 como reconocimiento a su labor en pro de la música popular y de la cultura uruguaya en general.
Ahora, en La Habana, participa en las celebraciones por el 80 cumpleaños de Fidel, convocado por la Fundación Guayasamín y por el compromiso de su canto siempre al lado de lo más noble del género humano.
¿Qué expectativas tenía con este coloquio auspiciado por la Fundación Guayasamín y con su participación en este concierto “Todas las voces todas”, un llamado también a la unidad latinoamericana?
El reencuentro con Cuba para mí es siempre muy nutricio. El año que viene se van a cumplir 40 años (¡qué joven estoy!) de mi encuentro con Cuba. Fue en 1967, cuando ya era un cantor que había hecho un cierto camino en mi país y en algunas otras regiones de América Latina, como Argentina, Chile..., y aquel viaje —legendario para mí— fundó una diversidad de conexiones con América Latina a través de la visión cubana, que era una visión revolucionaria. Era una Revolución de siete años de edad, pero tenía ya una experiencia muy fuerte en todo lo que tiene que ver con cambiar la sociedad. Es algo que después se ha seguido buscando en tantas partes de América Latina.
A casi 40 años son muchos los recuerdos que se acumulan, los reencuentros que se producen y los que ya no pueden producirse. Yo recordaba hoy figuras como Bola de Nieve, Carlos Puebla, por citar algunos ejemplos; pero la vida continúa y siguen surgiendo nuevos vínculos con tantos que van naciendo en cada visita, y si bien yo no soy un asiduo visitante, cada vez que me han invitado, he venido. Esta vez tiene un significado muy particular porque es el 80 cumpleaños de Fidel, como a todos nos gusta llamarle allá en Uruguay —incluso hubo hasta una fuerza política que se llamó Fidel, hace mucho tiempo cuando la izquierda uruguaya era un 20 % de su caudal electoral, cuando ahora estamos hablando de un país que tiene un gobierno progresista con un resultado electoral muy favorable.

Ahora se dan dos situaciones: vengo a una Cuba muy estremecida por la crisis que sufrió Fidel, estremecida por su energía, por su capacidad de hacer todo lo posible por sobreponerse. También vengo de un Uruguay diferente, que ya no es revolucionario porque allá no hubo una Revolución; pero sí se ha logrado, dentro del sistema parlamentario, un gobierno progresista que va haciendo una gestión en aspectos totalmente diferenciados de los gobiernos conservadores anteriores. Es un país muy feliz con todo eso, ya saben ustedes lo que significaron los festejos por el triunfo electoral del Frente Amplio del doctor Tabaré Vázquez. Ya se están dando pasos que nunca se habían podido imaginar, auque la capacidad de imaginación siempre la tuvimos, pero ahora se dan pasos concretos.
En materia de derechos humanos, véase por ejemplo la prisión del ex dictador Juan María Bordaberry y su canciller Juan Carlos Blanco, que son solo avances hacia lo que queremos que vaya más allá y que es el final de la impunidad. La impunidad que hemos padecido estos años de democracia de una manera limitada o tutelada tiene que terminar, y por eso estamos pensando muchos —y no solo pensando sino también actuando— en lanzar una campaña para anular la ley de caducidad punitiva del Estado —qué nombre tan perverso—, una ley de punto final que exime de la justicia y de la prisión a los tantos culpables de violar los derechos humanos, desde los que tienen uniforme militar hasta los civiles que ayudaron a los militares y fueron sus cómplices.
Vengo de un Uruguay donde la situación va cambiando. En educación, por ejemplo, se están haciendo muchos debates a nivel nacional porque hay que escribir la historia de otra manera, porque nos han mentido y han llegado a utilizar al propio Artigas, que fue un revolucionario, como mismo fuerzas anticubanas utilizan a Martí. Tenemos que reescribir la historia para que las nuevas generaciones no sigan leyendo mentiras y mutilaciones.
También, se está luchando contra la pobreza a través del plan de emergencia para los más humildes, con una preocupación centrada en los niños. Es un esfuerzo que se está haciendo. Claro que otros vientos soplan, por supuesto que son pasos de una larga caminata que hay que profundizar, hay una ansiedad por los cambios que es explicable...
La música, la canción —desde los Beatles, luego la Nueva Trova…— significaron también una alternativa para los hombres y mujeres del mundo en los años 60. ¿Cómo incidió la caída del “muro” y qué perspectivas vive hoy la canción en este nuevo momento para la izquierda Latinoamericana? ¿Qué caminos se retomarán o andarán?
Sobre todo, la crisis que sufrió todo ese ámbito de países socialistas europeos fue importante para entender los riesgos del camino, las dificultades, hasta los serios errores. Creo que en ese sentido Cuba tuvo la capacidad, y en eso está también implícita la energía de Fidel, de asumir su propio destino, partir de las fuerzas de sí misma. Artigas —jugando a comparar nuestras memorias históricas— alguna vez dijo que solo podríamos valernos de nosotros mismos. Y eso fue lo que tuvo que hacer Cuba: afrontar solita el bloqueo, las sanciones en su contra, las difamaciones... y lo ha logrado. Eso dinamiza el pensamiento revolucionario, le da un nuevo enfoque posible lejos de toda dependencia.
Hoy, con absoluta independencia, Cuba sigue adelante, y creo que eso fue en definitiva una consecuencia positiva en medio de las cosas que se resquebrajaron y cayeron. El cuerpo de Cuba sigue adelante; su cabeza, también; todos sabemos que Fidel representa el esfuerzo de muchos, es una especie de padre rodeado de múltiples hijos e hijas que han aprendido, porque ha sido un maestro en muchos sentidos, y ahora mucha gente está pendiente de su salud. Es tal su energía que a veces sobrepasa todo.
En todo caso, la obra ideológica, ética, política que Fidel nos ha entregado es ya una cosa imperecedera que lo va a perpetuar, y el cariño que sienten los cubanos por él es muy fuerte, se respira en los encuentros que hemos tenido, las alusiones, cuando caminamos por las calles. Es muy difícil encontrar en cualquier parte del mundo un amor así por un dirigente revolucionario, quizá pueda acercarse el ejemplo de Mandela. No estoy hablando solo de los que lucharon e hicieron la Revolución. Es un dirigente muy amado por tantas generaciones en América Latina…, el amor hacia Fidel es muy notorio, sobre todo en este continente.

¿En qué sentido sus canciones y las de otros cantores influyeron en el pensamiento de nuestros países? ¿Tuvieron conciencia de que podían convertirse —de hecho lo hicieron— en un arma contra las dictaduras y las hegemonías que intentaron imponernos?
Nunca pensé que la canción fuera un factor determinante, nunca creí que porque nos conmoviéramos mucho con una canción y la cantáramos a coro, las cosas iban a cambiar. La canción dinamiza, sensibiliza, es un camino hacia la conciencia diferente de la enseñanza, el libro y otros productos culturales; la canción puede llegar al oído en las circunstancias más diversas, a pesar de los bloqueos que padecemos en nuestros países con respecto a los medios de comunicación; pero siempre la canción se las arregla de alguna manera para llegar y afincarse a la memoria de la gente, y pueden ocurrir cosas tan terribles como que hayan asesinado a Víctor Jara, puede ocurrir que se silencie un día a un Alí Primera, o que hayan asesinado en la guerrilla de Tiponte en Bolivia a Benjo Cruz, o que hayan fusilado a alguien que tenía una sensibilidad muy especial para la canción como es Jorge Salermo en Uruguay; pero la canción continúa la supervivencia más allá del cuerpo físico de la gente, la canción está en lo que hace. Esas canciones siguen iluminando un poquito en la oscuridad. Las canciones son luciérnagas y no grandes reflectores, a pesar de que nos ponen grandes reflectores y cantamos a coro y creemos que el mundo va a cambiar cuando termine el concierto; yo nunca lo creí, prefiero pensar que somos luciérnagas.
Recordamos en Cuba aquellas grabaciones de textos con Benedetti y sabemos de su relación entrañable con el poeta uruguayo quien se ha disculpado por no poder acompañarnos en este coloquio Memoria y Futuro: Cuba y Fidel, auspiciado por la Fundación Guayasamín. ¿Qué recuerdos —o nostalgias— le trae este juego de la palabra y la canción que tan excelente acogida tuvo por los cubanos?
Traigo el cariñoso abrazo de Mario Benedetti para Cuba, para Fidel, para la Casa de las Américas —que ha sido nuestra casa en tantos sentidos—, para el ICAIC, que jugó un rol tan importante en la relación con la trova cubana y latinoamericana; para la memoria de Haydée Santamaría, cuya medalla Fidel me puso en el pecho y ha sido para mí un orgullo tremendo. Traigo ese mensaje de Mario quien por las mañanas sigue siempre escribiendo muy activo. No quiere decir que no escriba en las tardes, pero es sobre todo muy mañanero. Sabemos que ha perdido a Luz, su compañera, ha sido un golpe muy duro, pero los amigos tratamos de rodearlo y él es un hombre muy sencillo, de una gran sencillez y muy lúcido. Todos saben el amor que ha sentido siempre por Cuba, donde vivió, trabajó, tomó la guagua como cualquier ciudadano común y nunca tuvo ningún privilegio. Es un ejemplo en un país rico en materia de gentes austeras y espartanas. Un caso muy notorio ha sido, por ejemplo, Raúl Zendic, el “Bebe” Zendic, quien fue rehén como dirigente tupamaru de la época, estuvo años preso, luego salió y mantuvo mucha confianza en el ser humano, en el futuro, y hasta su muerte trabajó en esto.
El Uruguay es un pequeño país que ha dado también, como tantos otros de América Latina, gentes así, tal como El Salvador dio un Roque Dalton; es tan importante toda la obra que dejan creadores como Roque y tantos más. Las nuevas generaciones van accediendo a la canción, a la poesía, al cine —hay escuelas ahora sobre todo en materia de cine, acá ustedes tienen un ejemplo muy importante con la Escuela internacional de Cine y Televisión (EICTV)—, y se sigue afirmando lo que dijo el “bisabuelo” José Martí, que hay que tener cultura para poder tener libertad: “Ser cultos para ser libres” es una frase fantástica, esa capacidad de decir tanto en seis palabras.
Carlos Puebla afirmaba sentirse un “cantor” del pueblo. ¿Se considera Viglietti cantautor, trovador, cantor...?
El problema del término creo que es una cuestión de clasificación de oficio, porque hay cantantes o cantores que escriben sus canciones, en letra y música, en música sola o en letra sola. Entonces, para los que hacen obras, es como una palabra que los diferencia. Digamos, el caso de Silvio, de Pablo, de Noel, gente que han creado canciones, como Violeta Parra o Chico Buarque. Hay otras figuras que son muy buenos cantantes pero no han compuesto, como Mercedes Sosa y otros tantos casos que hay. Por eso se ha buscado una palabra, pero nunca se resolvió bien porque cantautor es una palabra rara, pero sirve un poco. El cantautor canta también su autoría. Yo también soy intérprete de otros, en este caso del que ya hablé, el disco Trópicos, donde interpreto a los cubanos, a Violeta, a Chico, a Jorge Lazaroff, joven uruguayo que ha quedado como símbolo de toda una etapa de resistencia contra la dictadura. En estos casos soy intérprete pero naturalmente me siento muy ligado a la creación y cada vez más a hacer la letra. En una época canté a Guillén, tempranamente cuando empezaban los 60, canté también a Lorca, Vallejo, Alberti, en fin... y trabajé mucho para cantarlos porque también sentía con el paso del tiempo que era un ejercicio de facilismo para ciertos cantores por ahí que de repente se vestían de Lorca y la canción no estaba a la altura. No sé si la mía lo estaba, pero existían ejercicios no muy exigentes con respecto a la poesía con que se abordaba la canción. Al paso del tiempo también aprendí mucho de estos poetas, trabajando sobre ellos, pero me fui dedicando más a mi propia letra y ya ahora prácticamente no escribo sobre poesía, sino que trato de escribir sobre mi propia letra, quizá por eso demoran más mis discos.

¿Cree en otro mundo posible también para la canción? ¿Cuáles son los proyectos que apasionan a Viglietti en estos momentos?
En estos momentos estoy jiribilleando... Pero hay proyectos, sí, claro que sí. En materia de cantor para el año próximo planeo abordar otro disco. El último que saqué tiene un nombre bastante amplio, se llama De-venir, que representa la evolución, la transformación y muchas cosas; ese disco quizá sería interesante ver si un día podría salir en Cuba. Sé que se está haciendo un esfuerzo para ver si se pueden editar y distribuir más discos a la población, y se pueda tener más acceso a ellos.
Ese es un proyecto, un disco nuevo que todavía no tiene nombre ni forma, pero que va a ir naciendo el año que viene; porque además estoy acercándome al medio siglo de trabajo desde que me subí a un escenario y toqué la guitarra y actué. Es mucho tiempo acumulado y quizá lo festeje un poquito, por la influencia de amigos y de mi compañera que me dicen que habría que hacer algo, tal vez prender una velita.
Además, detrás del cantor, del cantautor, del trovador, como quieran llamarle, que es mi tarea principal, también desarrollo la de investigación cultural a través de programas de radio que ya llevan muchas décadas, Tímpano, por ejemplo. Ahora estoy analizando la posibilidad de que este programa sea escuchado en Cuba. También un programa de TV que se llama Párpado, jugando siempre con las esdrújulas, que sería interesante mostrarlo en Cuba, a ver si rompemos un bloqueo que no es el de los yanquis, sino el de nuestros propios países por no encontrar las vías y haber tenido por nuestro lado gobiernos conservadores. Ahora que hay un giro progresista, habría que intentar perforar esa malla y que llegaran productos culturales de allá hasta aquí.
En Telesur ha salido el programa, pero a mí me gustaría mucho que llegara al canal cubano, que pudieran verlo más masivamente.
En todos esos años de crisis de paradigmas y derechización de la izquierda, ¿las canciones de Viglietti se sintieron tentadas a hacer concesiones? ¿Cómo salvar las ideas frente a las leyes del mercado?
No en el sentido de hacer concesiones, porque yo seguí diciendo y cantando lo que pensaba, siempre con el dilema de hacer lo que se dice y lo que se canta, que es más complejo y prácticamente imposible porque las canciones, los poemas, los proyectos muchas veces van más lejos que la realidad posible; pero lo he vivido de una manera natural, y tratando de mantener los ojos bien abiertos, actuar con un sentimiento de vigilia, pensando en todo, viendo cómo evoluciona, evitando los encierros dogmáticos o sectarios que a veces amenazan. También tratando de evitar que nuestras izquierdas, en el momento que son gobierno, puedan tener deslizamientos hacia el centro. Decía con un poco de humor que la izquierda no se mude al centro, como si fuera un barrio... Sabemos que esos peligros acechan, que el FMI es una cadena invisible y no tan invisible, muy siniestro, pero hay que seguir avanzando en los cambios.
Hoy 29 de noviembre estamos celebrando el cumpleaños 80 de Fidel y el 60 de Silvio Rodríguez, el poeta de la generación que nació con la Revolución. ¿Qué reflexiones provocan las coincidencias de estos dos soñadores?
Estoy muy contento con esta coincidencia. Porque para la trova Silvio ha sido un fenómeno muy importante. No voy a decir que lo vi nacer, pero lo pude apreciar en su primera fase; cuando vinimos en el año 1967 prácticamente no se sabía quién era, pero cuando volví en el segundo viaje, en el 72, ya había una presencia de sus canciones. Yo había escuchado ya sus discos, incluso habíamos editado en Uruguay el primer LP de trova cubana fuera de la Isla, que se llamó Cuba va, como aquella canción antológica. Naturalmente, Silvio fue una de las figuras clave en todo este proceso y su compañía, una fiesta en ese sentido.

Me han preguntado qué opinaba de Silvio y siempre subrayo que me parece de los cantores revolucionarios en Cuba, el más poético; tiene una fertilidad letrística muy importante. Esto sin olvidar para nada ni a Pablo Milanés, Vicente Feliú, ni al que tanto extrañamos, Noel Nicola, que no ha sido para nada menos importante que ellos, quizá menos conocido internacionalmente pero no menos importante. Y toda una camada de trovadores más jóvenes: Carlos Varela, Frank Delgado, Santiago Feliú, Gerardo Alfonso..., bueno, tierra fértil de trova esta. Por eso este es un cumpleaños que no es una nota sola, es Silvio pero rodeado de todo ese coro de creadores y creadoras, porque las mujeres también han cantando y han hecho lo suyo aquí.
Yo trabajé con ellos cuando hice mi disco con el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (GESI), en el 72, y mi intención era difundir en nuestro Sur a estos jóvenes cantores que no eran conocidos y también difundir las letras de Chico Buarque, las canciones de Edú Lobo traducidas al castellano; ahora ya se entiende más el portugués en nuestros países, pero en aquel momento estaba más cortada la comunicación. Por eso hice ese disco de dos caras. En esa época los discos no eran tan "sinceros", tenían dos caras, pero este era sincero. En una cara estaba Cuba, con los jóvenes trovadores y en la otra estaba Brasil, por eso en Uruguay lo llamé Trópicos.
¿Cree que el tiempo de los rebeldes pasará? ¿Pasaremos de moda?
¿Imperio o dogma? Imperio porque nos maten y entonces, si estábamos de moda, todo se interrumpa, aunque no creo que la rebeldía sea una moda.
Dogma porque nos vayamos cristalizando en lo que hacemos y la silla, que es un artefacto muy peligroso, nos vaya atando, no dejándonos ser críticos, no dejándonos decir lo que pensamos, dónde puede haber desaciertos; pero cuando se habla desde el corazón, que es un órgano que “casualmente” está situado a la izquierda en el cuerpo —y estoy convencido de que el corazón piensa—, vemos que hay mucha gente brillante e inteligente que sin embargo está en el campo antipueblo y piensan solo con la cabeza, y no saben que el corazón también piensa. Confiemos entonces en él y sigamos repartiendo canciones del corazón —y no es un bolero, aunque me gustan mucho los boleros.
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