GALANTE CON LAS MUJERES





GALANTE CON LAS MUJERES






Aún recuerdo aquellos años que fueron los años 68, porque si se sumar yo debí tener tener 13 años .
La zona de México , al sur de la ciudad , se encontraba Patriotismo , sus dos anchos carriles , permitían el paso veloz de los mustangs , y los ford falcon con sus ruedas rápidas y sus estéreos sonando al compás de la cursi paloma negra paloma que entonaba el ex camisa negra .


Las anchas calles , recorrían desde el Río Mixcoac hacia el norte . En ambos lados de la rúa , seguían su curso las vías del tren que decía Primavera . Así pasaba , traca que traca , y traca , y por treinta y cinco centavos de cobre podías subir a su ajetreo , que además tardaba años en llegar a su destino .



Un día que debió ser mayo o junio , una señora llego con mi mamá , habló y habló hasta que pactaron ir por los rumbos de la Jardín Balbuena . Llegó la tarde y yo encaramado en ese tren de ciudad llegaron a una puerta marcada con el número 5,
De sus interiores aparecío una señora pasada en dimensiones . Vestía una bata blanca como de doctora . Las invito a entrar y platicaron las cosas de los adultos.

Por mi edad el aburimiento hizo presa fácil de mi persona , así que decidí salir de esa plática y comencé mi aventura por los pasillos de la casa . De pronto me detuve frente a un tocador que se encontraba repleto de menjurges , cremas para la cara, cepillos del pelo , viles , espejitos , lápices y demás . De entre todas esas baratijas sobresalía un anillo de oro de 17 kilates , en su frente se hallaba grabada un águila negra con las alas extendidas . Miré embebido la apreciada joya y me dije : ¡ el anillo de Kalimán ¡

Sin dar tiempo a la reflexión , lo sustraje en silencio . Después me fui a sentar como no quiere la cosa . No me había dado cuenta de que ese era mi primer robo , lo único que me ganaba el interés era que yo tenía el anillo del hijo de la diosa Kali .

Daban las siete de la noche, tomaba el radio anaranjado de transistores que se llamaba Majestic , buscaba la sintonía y daba con la RCN . Siempre daba con la estación porque ya sabía que al girar la perilla , en el setenta de am, podía entrar a las aventuras por capítulos del mágico personaje : “ Kalimán...., Kalímán... galante con las mujeres , tierno con los niños e implacable con los malvados , así es Kalimán.....

Pasaron los días y ya no dí importancia al hecho . Llegó mi hermano y se me aventó por la espalda para darme mi merecido ., luchamos cuerpo a cuerpo , le daba golpes por todos los lados posibles , y cuando me sentí casi vencido , me acordé de anillo mágico , lo saqué de mi pantalón y me lo coloqué rápidamente , . Mi hermano arremetío con saña , y yo corrí hasta el otro extremo de la casa para colocarme una toalla sobre mi cuello a manera de capa , seguí en la lucha hasta que me venció su fuerza , y de un descontón en la quijada , salí del combate . Comencé a llorar y al grito y sollozo entró mi mamá para saber que había pasado, como ella era demócrata , sacó una manguera verde transparente y a cada uno nos dió una buena ración de azotes .

Fernando traía el anillo de Kalimán , mi mamá lo miró atenta , se lo quitó para colocárselo en su dedo .

Una mañana de marzo 68 , la misma señora volvió para comentarle a mi mamá que la doctora de Balbuena había perdido el anillo de graduación de su esposo , de pronto desapareció . Mi mamá dijo : ¿ No será este el anillo perdido ?. Quién sabe pero el caso es que debemos acudir con la doctora para salir de dudas . Me llevaron y yo presentaba un semblante de color escarlata .

Tocaron a la puerta que aún recuerdo estaba pintada de azul marino . Apareció una señora regordeta con su lentes botella y nos invitó a pasar . Para apresurar la ceremonia de presentación y las disculpas , le mostraron el anillo de Kalimán que para ese momento había dejado de darme poderes suficientes para contener la futura chinga que mi amá me daría .

Ella asintió con la cabeza de manera desconcertada y ... La comadre se quedó en contemplación . Mi mamá sacó su letal arma y comenzó a darme una bola de cuerazos que se entrellaban sobre mi flaco cuerpo . Lloré y lloré , nunca olvidé los verdugones .
Mi cuerpo quedó lleno de cicatrices y lamiéndome como los gatos me repetía una y otra vez : “ serenidad y paciencia querido amigo, serenidad y paciencia ” .

Original de Alfredo Arrieta Ortega.

Material de archivo de Alfredo Arrieta Ortega.
México.
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