Alberto Cortés, con narcos, aeropuerto, Angélica María, ropa en el suelo, Alberto Vázquez canta olvida, la fría copula conmigo en un cuarto de ese barrio.
Alberto Cortés, con narcos, aeropuerto, Angélica María, ropa en el suelo, Alberto Vázquez canta olvida, la fría copula conmigo en un cuarto de ese barrio.
Es una escalinata. En la escalinata hay juegos de madera de madera bruta, sin pulir.
Debo de bajarla. Alberto Cortez la voz de la amistad me dice que debemos de tomar una copa con cogñac. Le digo que tengo que ir a mi trabajo y que se me hace tarde. Es posible que para otra ocasión sí lo pueda hacer.
Alberto siempre sonríe y decide acompañarme.
Para abreviar el trayecto Alberto canta una canción y me dice que yo debo de acompletar el verso.
Alberto canta: la rana canta por debajo del agua…Glu glu¡
Y la rana canta su canción le digo.
Ecóle¡ eso está bien. Así bajamos..
De momento Alberto no esta. Llegó a un jeep. El jeep tiene escalones. Me subo de pie.
En el interior veo a tres personas no mayores de cuarenta años.
Uno de ellos, el del lado derecho, cuenta un gran fajo de billetes de diez mil pesos. Lo veo claramente. El dinero no lo muestra lo esconde entre sus piernas y lo cuenta sin pausa alguna.
Una vez que termina el que va sentado al volante también hace lo propio y también cuenta dinero. Es una suma muy grande.
El tercero es Antonio. Cuando le toca su turno comienza su conteo. Yo sigo de pie y recuerdo que en mis bolsillos sólo traigo un billete doblado y húmedo de cien miserables pesos.
Antonio saca la mano y me entrega un billete de diez mil que son los usan. Me dice que para que no me quede con las ganas vaya y me compre la botella de cogñac.
Ahora me encuentro en los pasillo de un aeropuerto. Las personas van de aquí pá allá. Otras se detiene, miran los aparadores. Una persona que es mi consanguínea se encuentra hablando con un grupo. Entre estos puedo ver a Angélica María. Ella lo escucha con atención.
Mi familiar se separa del grupo camina hacia mí, me hace una seña y nos vamos al interior.
Pasa además un grupo de hombres y mujeres trepados en monociclos. Todos van vestidos de verde mar.
Una mujer cae a un lado de mí. Tiene las nalgas brillosas. No hago ningún movimiento para ayudarle a levantarse.
Casi para despertar bajo una escalera. En medio de esta hay islas con productos diversos. Uno de ropa con camisetas azules y blancas. En el audio local Alberto Vazquéz canta: Olvida que algún día nos quisimos y que no nos comprendimos, por favor olvídalo… Por favor olvídalo.
Paso por la isla de ropa , las camisetas caen al suelo, tampoco hago nada por recogerlas. Que se queden así.
Este es un barrio que no conozco. Estoy en un cuarto en construcción. Los tabiques son rojos. Enfrente hay una ventana sin vidrios. Hay personas hablando.
El cuarto en donde me encuentro está vacío. Llega la fría. Se acerca a mi persona, me abraza, parece que la esperaba. La fría se mete entre mis brazos, se baja los calzones y en un acto de frenesí caliente le palpo las nalgas, y sin más la penetro.
En esas estábamos cuando sale la gente del otro cuarto, pasan y nos descubren. Que pena. La fría mete su cabeza en mi pecho y yo me quedo también frío. La gente pasa pero nos miran. La fría sigue con el chile adentro.
No sabemos que hacer. La gente desaparece. La fría se sube los calzones y nos vamos. Le pregunto que sí no se le antoja de comer una mojarra frita.
Original de Alfredo Arrieta
Para el pueblodetierra.
Nec spe, nec metu.
23 de febrero de 2016.
Estados Unidos Mexicanos.
Es una escalinata. En la escalinata hay juegos de madera de madera bruta, sin pulir.
Debo de bajarla. Alberto Cortez la voz de la amistad me dice que debemos de tomar una copa con cogñac. Le digo que tengo que ir a mi trabajo y que se me hace tarde. Es posible que para otra ocasión sí lo pueda hacer.
Alberto siempre sonríe y decide acompañarme.
Para abreviar el trayecto Alberto canta una canción y me dice que yo debo de acompletar el verso.
Alberto canta: la rana canta por debajo del agua…Glu glu¡
Y la rana canta su canción le digo.
Ecóle¡ eso está bien. Así bajamos..
De momento Alberto no esta. Llegó a un jeep. El jeep tiene escalones. Me subo de pie.
En el interior veo a tres personas no mayores de cuarenta años.
Uno de ellos, el del lado derecho, cuenta un gran fajo de billetes de diez mil pesos. Lo veo claramente. El dinero no lo muestra lo esconde entre sus piernas y lo cuenta sin pausa alguna.
Una vez que termina el que va sentado al volante también hace lo propio y también cuenta dinero. Es una suma muy grande.
El tercero es Antonio. Cuando le toca su turno comienza su conteo. Yo sigo de pie y recuerdo que en mis bolsillos sólo traigo un billete doblado y húmedo de cien miserables pesos.
Antonio saca la mano y me entrega un billete de diez mil que son los usan. Me dice que para que no me quede con las ganas vaya y me compre la botella de cogñac.
Ahora me encuentro en los pasillo de un aeropuerto. Las personas van de aquí pá allá. Otras se detiene, miran los aparadores. Una persona que es mi consanguínea se encuentra hablando con un grupo. Entre estos puedo ver a Angélica María. Ella lo escucha con atención.
Mi familiar se separa del grupo camina hacia mí, me hace una seña y nos vamos al interior.
Pasa además un grupo de hombres y mujeres trepados en monociclos. Todos van vestidos de verde mar.
Una mujer cae a un lado de mí. Tiene las nalgas brillosas. No hago ningún movimiento para ayudarle a levantarse.
Casi para despertar bajo una escalera. En medio de esta hay islas con productos diversos. Uno de ropa con camisetas azules y blancas. En el audio local Alberto Vazquéz canta: Olvida que algún día nos quisimos y que no nos comprendimos, por favor olvídalo… Por favor olvídalo.
Paso por la isla de ropa , las camisetas caen al suelo, tampoco hago nada por recogerlas. Que se queden así.
Este es un barrio que no conozco. Estoy en un cuarto en construcción. Los tabiques son rojos. Enfrente hay una ventana sin vidrios. Hay personas hablando.
El cuarto en donde me encuentro está vacío. Llega la fría. Se acerca a mi persona, me abraza, parece que la esperaba. La fría se mete entre mis brazos, se baja los calzones y en un acto de frenesí caliente le palpo las nalgas, y sin más la penetro.
En esas estábamos cuando sale la gente del otro cuarto, pasan y nos descubren. Que pena. La fría mete su cabeza en mi pecho y yo me quedo también frío. La gente pasa pero nos miran. La fría sigue con el chile adentro.
No sabemos que hacer. La gente desaparece. La fría se sube los calzones y nos vamos. Le pregunto que sí no se le antoja de comer una mojarra frita.
Original de Alfredo Arrieta
Para el pueblodetierra.
Nec spe, nec metu.
23 de febrero de 2016.
Estados Unidos Mexicanos.
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