LEONES
LEONES.
Tuve que pegar una carrera apresurada. De no hacerlo alguno de los leones que me perseguían seguramente me hubieran comido.
Había más allá dos árboles. Le doy las gracias a quién los haya sembrado. Estos árboles me salvaron la vida.
Corrí como les digo a tal velocidad que perdí uno de los zapatos. Los cuatro leones me seguían, desde que los ví noté que estaban hambreados. Corrí y corrí hasta que de un salto ya estaba en lo alto de uno de los árboles endebles. Este se movía. Debajo de mí personas los leones daban vueltas y de vez en cuando uno de ellos pegaba brincos con la intención de alcanzar mi pie. Otro más se aferró al árbol flaco y comenzó a agitarle el león pretendía que yo cayera. Por fortuna el miedo era más fuerte y mis uñas se aferraron hasta el punto del araño.
Como a uno veinte metros pude ver la silueta de un hombre enjuto. Vestía un abrigo negro y un sombrero desgastado. Comenzó a gritarle a los animales y sin desprecio algunos los gatotes corrieron a su encuentro.
El hombre esperó a que los animales estuvieran más cerca y después sacó rápidamente un revolver y sin miramientos le metió dos balazos a una de las fieras. El león número dos se le aventó sumamente enojado y lanzó dos garrazos. También fue abatido. Cayó cerca de mí árbol.
También mató al segundo y al tercero. Ahí estaban los cuatro cadáveres de aquellos que quisieron comerme. El hombre sin mirar atrás guardó el arma entre sus ropas y se marchó.
Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra.
Nec spe, nec metu
Estados Unidos Mexicanos.
15 de enero de 2012.
Tuve que pegar una carrera apresurada. De no hacerlo alguno de los leones que me perseguían seguramente me hubieran comido.
Había más allá dos árboles. Le doy las gracias a quién los haya sembrado. Estos árboles me salvaron la vida.
Corrí como les digo a tal velocidad que perdí uno de los zapatos. Los cuatro leones me seguían, desde que los ví noté que estaban hambreados. Corrí y corrí hasta que de un salto ya estaba en lo alto de uno de los árboles endebles. Este se movía. Debajo de mí personas los leones daban vueltas y de vez en cuando uno de ellos pegaba brincos con la intención de alcanzar mi pie. Otro más se aferró al árbol flaco y comenzó a agitarle el león pretendía que yo cayera. Por fortuna el miedo era más fuerte y mis uñas se aferraron hasta el punto del araño.
Como a uno veinte metros pude ver la silueta de un hombre enjuto. Vestía un abrigo negro y un sombrero desgastado. Comenzó a gritarle a los animales y sin desprecio algunos los gatotes corrieron a su encuentro.
El hombre esperó a que los animales estuvieran más cerca y después sacó rápidamente un revolver y sin miramientos le metió dos balazos a una de las fieras. El león número dos se le aventó sumamente enojado y lanzó dos garrazos. También fue abatido. Cayó cerca de mí árbol.
También mató al segundo y al tercero. Ahí estaban los cuatro cadáveres de aquellos que quisieron comerme. El hombre sin mirar atrás guardó el arma entre sus ropas y se marchó.
Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra.
Nec spe, nec metu
Estados Unidos Mexicanos.
15 de enero de 2012.
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