EL HOMBRE QUE ENTREGABA BULTOS.

EL HOMBRE QUE ENTREGABA BULTOS.






Viajo en la parte trasera de una camioneta cerrada. El hombre que maneja lleva unos costales. No sé si son bultos de cemento o que cosa. Dice que los debemos de entregar en una clínica de Salud.
Tampoco sé si soy su ayudante. Me trepé en este sueño que tal vez no me pertenece. Es probable que esté en el sueño de otro.

Cruzamos la ciudad en medio del insolente tránsito. Es una tarde fría de enero.
Llegamos. Es un portón enrejado y pintado como las rejas de Chapultepec. Un hombre vestido de café y con insignias que quíen sabe quién se las dió, abre la puerta en silencio. Le dice al conductor que todos debemos de bajar. Con su mano nos indica que también debemos de salir y después volver a entrar pero a pie.

El policía abre la puerta trasera en donde venía yo y de inmediato penetra un perro pastor. El animal comienza a oler. No encuentra nada que altere su olfato , ni siquiera ladra.

Entramos nuevamente y se nos pide que carguemos los costales hasta el interior de una oficina. El señor con quién venía me dice que yo debo de cargar los bultos. Le miro y soporto.



Me echo un costal.


Por fuera tiene un letrero que dice pesar 50 kilos a granel. No sé como lo voy a soportar. Yo peso menos de 60. Sepa Dios.

Subo los escalones. Con mi mano derecha toco en la puerta del segundo piso. Una voz de fémina me dice que pase. Así lo hago. La mujer me mira y me dice que deje el costal en ese sitio. Me pregunta también cuantos subiré. Le respondo que si las fuerzas me acompañan llegaré a lo sumo de 20.

La mujer se queda en silencio.

Bajo los escalones y llego a la camioneta. El señor lee un periódico deportivo. Sin retirar la vista me dice que no me tarde. Tomo otro bulto y le lo echo nuevamente en la espalda.

Cuando llego la mujer no está. Doy una media vuelta y no está. Se abre la puerta del baño y sale. Mis ojos le miran. Esta en cueros. Se acerca y me dice que deje el costal. Me recuesta en una cama, se sube encima de mí y me besa. Mi cara se pone roja de vergüenza, pero ella insiste, sigue besándome, se mueve y me besa….





Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra.
Nec spe, nec metu.
31 de enero de 2012.
Estados Unidos mexicanos.

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