DOS MIL BALAS




DOS MIL BALAS


“ Piedad, piedad para el que sufre. Piedad, piedad para el que llora . Un poco de calor en nuestras vidas. Y un poquito de luz, en nuestra aurora “..



No hay semana que transcurra sin que el dolor este presente. Es como si hoy por hoy la vida debiera de tener ese alimento. Sin ir más lejos los siete días pasan y van dejando su estela de muerte, su canción del dolor.
El viernes pasado unos viles, deciden que las reglas las imponen ellos. Así que en una de las calles de Ciudad Juárez, llegan como los lobos, acechan a los Policías Federales mexicanos . Sus ojos se encuentra rojos de ira y quizá también rojos por la ingesta de cristal.


Los hombres de Genaro intentan establecer la paz en esa localidad que desde hace tiempo se encuentra rota. El estado de derecho se cayó por la barranca. Nadie puede caminar en busca de un helado, ni de disfrutar del calor del medio día, y charlar sentado en un parque.


Ellos, los hombres de azul avanzan en su convoy, a la distancia los depredadores manchados los esperan, cuando los tienen a cuadro, comienzan a dispararles, les meten todas las balas posibles. Aquí no hay tiempo de pensar que los hombres de la ley tienen niños por los que hay que ver, una madre que los espera, o los labios de una esposa.


Los otros los que trasgreden la moral y las costumbres disparan, luego la sangre, y escapan como los lobos de las estepas, después de saciar su odio, y lamiéndose los bigotes y mentándoles la madre a los pinches policías.


Ahí queda la muerte, posteriormente los panteones, algunos llantos, la desolación en las caras, la angustia de los hijos jóvenes de esos policías que se preguntan ¿ qué hacemos?

En esas estamos cuando cuando otros decididos, actúan de igual forma, asesinos por dinero, gente que matan por dinero, gente que odia por dinero. No hay razón más fuerte que el dinero.


No sabe usted si el que dispara, tiene un mínimo de escuela, si tuvo algún maestro, una madre que lo guiara. Si aprendió alguna oración al santo del pueblo, si tuvo la ilusión de tener zapatos nuevos, o un plato con sopa.



Estos decididos esperan pacientes que la encargada de la Seguridad Pública michoacana salga de una exposición y cuando se trepa a su convoy, ya la están esperando. Dicen los medios exagerados que le dispararon más de dos mil balas. Murieron varios, dejaron por allá en el sur más sangre en el pavimento. De nuevo lo desalmado, actuar en contra del poder, la ley la dan las pistolas.


En esta realidad, de situación tras situación nadie da salto sin huarache. Mientras uno intenta robar un teléfono, otro decide, robar un coche, uno más tala un árbol, y otro dicta sus mentiras. Una mujer arroja 400 mililítros de agua a un roble de inmensas proporciones, y en la copa de ese roble pían los pajaros, no se sabe si es de gusto o es de hambre. Luego vuelan y se arrebatan lo que llevan en el pico.
Ese de más allá, decide que es tiempo de arrojar un explosivo, y ese otro saca la cabeza por la ventana del auto e insulta a quién pueda.

Esa mujer de las seis de la mañana, se para y da una fuerte pitada a su cigarro, se puede ver en la noche de la madrugada el círculo rojo que deja su cigarro, luego lo ve, arroja el mentolado al pavimento y se mete a checar tarjeta.
Las putas de Buenavista, tiene los ojos cansados, le muestran las ojeras de la batalla, del jale que te jale, de la mamada a la verga, de las reumas de la más vieja, del fastidio de las caricias de manos que las tocan.
A un lado Beatriz dice mentiras institucionales, y otros más venden licuadoras, ese te ofrece tamales, y aquél se sube al ómnibus y para que no te asalte te dice que cooperes por las buenas.

Luego por el parque de la Condesa viaja un convoy de bicicletas, se ven graciosos el grupo de mariposas, cínicas mariposas.

Otros te lanzan su sonrisa, y descubres a un hipócrita de sangre pesada llamado Nicolás. Luego tirado sobre el piso, descansa el perro de la calle que ya tiene nombre, eso es lo que ganó en vida. Busca comida, levanta la pata y lanza un chorro.




Otro por allá le pone precio a las cosas y aquel te engaña y se dice tu amigo.
Para cerrar la semana en la fiesta del domingo, un feroz y desalmado toro le da su merecido a José Tomás, le mete el cuerno hasta donde alcanza su coraje. José se desvanece y los borrachos que lo miran, ponen cara de piedad para el que sufre. Instantes atrás, aplaudían y gritaban oles, y oles, “al matador”, clamaban la sangre como todas las demás fieras del exterior. Por un momento se acordó de la frialdad que tuvo El Paquirri.

¿ De esta forma serán los que matan con el fuego y las espadas?



Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra.
Para elpueblodeletras.
Nec spe, nec metu
26 de abril de 2010.
Estados Unidos Mexicanos.

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