RAFAGAS ELECTRICAS




RAFAGAS ELECTRICAS.



Como si fueran ráfagas eléctricas el sueño vino a mí persona de una manera tal que por ahora no me es posible recordar. Es que las imágenes llegan tan rápidamente que el cerebro por más esfuerzos que hace no puede archivar tanto y tanto. Por ahora intentaré escribir los que aún están frescos. Si ocurriera que en el transcurso del día las pudiera recordar, entonces las escribiría.


Me encuentro en una casa que alguna vez visité. Es una casa situada en San Luis Potosí. Para accesar hay un pasillo mediano que de inmediato te lleva a una sala. Ahí se pueden ver macetas de ornato descansando sobre los mosaicos de tonos verdes. Hay una pecera que contiene una rara especie que no logro identificar.
Enfrente de mí hay un ventanal que no ha recibido mantenimiento y ya se puede apreciar que el mastique se está cayendo. Sobre una mesa colocada en una esquina descubro un teléfono de los años 40. Intento hacer comunicación con una prima hermana que por los lazos de sangre debería ser muy próxima, sin embargo la relación de esta para conmigo ha sido de dos o tres encuentros por la vida.


Ella se llama Socorro. Una de las primeras veces que la conocí fue
cuando visitó a mi abuela Camerina en su casa de Mixcoac. Ella llegó vestida de manera formal. Era rica pues estaba casada con un ingeniero petrolero que según me acuerdo se llamaba Santiago.

Cuando se estaba despidiendo de mi querida vieja, se acercó para darle un beso a su también abuela cuando de momento el whiski que era el perro de mi tío Lalo se le abalanzó y le propinó una mordida en la mera nalga.

Luego la segunda vez que la miré fue en la Agencia funeraria de Gayosso. En ese año estaban velando a mi papá. Hasta ahí llegó Socorro mejor conocida como Coco.
Ahora se presenta así como así más de 30 años después en mi sueño presente. Tomo la bocina y comienzo a marcar el número de su casa, no sé como lo obtuve, Espero unos instantes y escucho voces del otro lado. Pregunto por Coco. Se hace un silencio. Le explicó que soy primo de ella. De inmediato pone a analizar su cerebro y en un escaneo rápido se topa con la imagen de un chiquillo de pelo rojo y la cara llena de pecas. Ah¡. Ya sé quién eres. Tú eres el hijo de mi tío Alfredo¡. Cuando me identifica comienzo a decirle que me hable de Esperanza, su mamá. Ella ya está muy grande, el doctor dice que le queda poco. Por mi parte pienso que no es posible que le quede poco si no sé quién me dijo que Esperanza estaba difunta.

Al intentar saber más, le digo que nunca me pude explicar como seres de una famila ni siquiera se frecuentan , ni les interesa saber sobre su salud, si viven o mueren, si alguna vez tienen para comer. Pero digo yo. Si no le importa a la familia menos a los extraños.

Ahora a mi voz le ha entrado una ronquera que casi no me escucho, estoy pensando colocarme un collar de limones. Socorro busca hablar. Ella no sabe que yo estoy muerto. Y yo no sé si ella vive. La voz se me apaga y le digo casi para despedirme que es posible que nos encontremos en otras circunstancias.


En la rapidez que te comento, me encuentro parado sobre una barda de piedra volcánica. Es muy parecida a la barda de la casa de Luis Echeverría allá en San Jerónimo. Se presentan tres hombres vestidos de chamarras negras y gafas caras. Dos de ellos se asoman para ver las dimensiones del terreno. Como espectador que soy, les pregunto que hacen ahí. El más mamón, me dice que les informaron sobre un cadavér. Los tres ingresan al lugar y yo lo veo de cerca. No sé como consiguieron las palas para rascar y sacar la tierra. Después de media hora más o menos, se topan con un bulto. Ahí envuelto en una sábana, se encuentran algo que parece ser un niño. Esto lo digo por las dimensiones que tiene. Sin embargo, al destaparlo los policías y yo descubrimos que es efectivamente es un cadáver, pero de un perro.


Continuo para luego aparecer físicamente en una estación de tren. Un hombre le dice a un joven que viene de España sobre los resultados del partido de fut bol. Lo escucho sin que esto me interese. Por eso intento salir por la entrada. Sin embargo alguien nos detiene porque por el puente de arriba está pasando un tren que lleva miles de árboles cortados y puedes sentir la fuerza con que pasa e incluso el peso que este tiene. Eso lo sé porque el puente se estremece y abajo los que estamos parados sentimos que el piso retumba. Miro y notó que la parte de delante de esta máquina inmensa se descarrila. Su cabeza queda pendiente del aire. El puente se caerá. Busco mis pantunflas y comienzo a correr. El tren cae, la gente corre, el tren cae y priva de la vida a muchos que aún no conocía…..

Original de Alfredo Arrieta
Para el pueblodetierra.
Para elpueblodeletras.
Nec spe, nec metu.
Estados Unidos Mexicanos
20 de marzo de 2010.

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