LA SANGRE EN EL ATAUD


LA SANGRE DEL ATAÚD.

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Voy en navegación lenta , empujo un remo sin prisa pero sin pausa. En el medio ambiente del mar del sueño se perciben una cierta neblina que todo lo hace gris . En un recodo se encuentra parado un esqueleto , en su mano lleva una llave de las consideradas maestras. . Hace una señal para entregármela , estiro el brazo y la alcanzo .

Coloco la llave en mi cuello y sigo en ese inmenso mar de nada .

Para la nave que no es otra cosa que una jangada , me mira además un saurio , le arrojo un zapato y lo traga como si de carne humana se tratara .

Bajo , pongo mis pies y se acaba el agua , ahora es una calle de piedras , de esas piedras que arrojó alguna el volcán Xitle . Se acercan dos señores como de treinta años , van vestidos con unos trajes de unos cuadritos de mucho estilo y finura . Los individuos me dicen que son mis tíos , y yo no entiendo que pueda tener unos familiares del más allá .

Abro con mi llave una puerta que más bien es un portón , se asoma Lalo que se frota insistentemente el pelo para sacudirse la caspa , abre y me indica el acceso libre a la casa de Arciniega . Pienso que estoy zafado porque este tío ya está muerto . Pero luego entonces porque converso con él . Se aleja hasta un escritorio , se sienta y empieza a escribir un ensayo sobre Alfonso Reyes , me dice que si después lo puedo leer . Muevo mi cabeza afirmativamente pero la verdad de las cosas es que Alfonso Reyes me importa un pito .

Miro por los laterales y en el fondo del pasillo hay un ataúd de modelo reciente, está lustroso, brilla debido al fino barniz que le fue puesto . Lalo voltea a través de sus lentes y me dice que debo llevarlo al panteón , que en su interior hay dos cadáveres de otros parientes . Le hago caso y llamo a los hombres de traje a cuadros , se acercan y entre los dos levantan el féretro de una manija de plata . Después yo colocado en el otro extremo intento levantar la parte que me toca y al realizar el esfuerzo , de una orilla de la caja brota un hijo consistente y espeso que no es otra cosa que la carne putrefacta del caldo humano . Miro el charco y lo piso con mi zapato no me importa que este apenas lo haya comprado .

Original de Alfredo Arrieta Ortega .

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alfredoarrieta@terra.com.mx

México.


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