DOS TUMBAS



DOS TUMBAS

" Cuando dos almas se quieren , por más que se alejen no se pueden olvidar"

Cierto día como a las nueve de la mañana me encontraba de paso por la calle de naranjo en la colonia Santa María la Rivera y me detuve para entablar contacto con una mujer como de setenta años. Vestía un delantal verde, sus ojos claros que con el tiempo y el pasar parecía que se desteñían. De azules pasaron a grises, eso es lo que creo.Tal vez me dijo su nombre pero ya lo olvidé , llamémosla Helena. Me dijo sin más parsimonia que la llevara a un panteón situado por la salida a Tacuba. Y así lo hice. Hablé con la señora Helena, y me explicó que iría yo a ese panteón para que limpiara dos tumbas. ¿ Y yo porqué?- ¿ cómo qué porqué ?. Usted pasó por aquí, es entonces que me debe de hacer el favor.

habló de sus padres, de cómo habían vivido, del cambio de las cosas, de las ingratitudes de las personas, de las actitudes animales, del odio y el rencor.
Entramos al campo santo , un vigilante de los muertos nos cedió el paso. Nos dirigimos a un sitio de callejuelas, en los bordes había flores y cruces, y criptas de mármol gastado. Por allá descansaba en tétrico lugar un francés. Es posible que le hayan roto la cabeza algún sacapoaxtla agerrido. Y más acá el cuerpo de polvo de una niña que en vida se llamó Diana. Sujeté a la mujer llamada Helena y le pedí se sentara en una de las tumbas para que yo pudiera hacer el aseo. Ella obedeciendo sento a un lado de la tumba de su papá. Saco un pitillo, buscó la llama y sin más posó su mano en su cara y comenzó a fumar…

Yo por mi parte me encontraba buscando en el techo de la tumba de enfrente de un señor Jones, alguna escoba que me permitiera quitar la hojarasca. Ahí estaba , y la encontré porque Helena, la señora Helena me dijo que siempre había una escoba en el techo o que si no la encontraba estaría con toda seguridad al lado de ese ciprés.
Comencé a barrer mientras escuchaba esas lecciones vida. A lo lejos de un barrio cercano se podía escuchar a Javier Solís cantar y decirle a alguna mujer : llorarás, llorarás mi partida…

Cuando sientas la nostalgia de mis besos, llorarás, llorarás. Llorarás…

Al terminar de un escrupuloso trabajo le mostré mi obra. Que le parece Helena, le dije presto. Helena dio otra fumada a su cigarro que ya estaba a medio terminar. Me ofreció una fumada , pero yo le dije que ese vicio la había dejado desde que me bajó la presión. Y por esos motivos el humo ya no era parte de mí. Utá cabrón ¡ no sabes lo que te pierdes me dijo.

Falta la otra me dijo. Así que le pedi que se cambiara de asiento , dio un giro y comencé de nuevo. Quince minutos más tarde terminé mi labor, Doña Helena me dijo que nos fueramos porque ya amenazaba lluvia y la lluvia solo le provocaba reumas y dolores. Subió al automóvil, intenté encender la radio y ella me callo, me dijo mejor sigamos hablando. Ahora las gentes ya no hablan solo se conectan a su pinche música y nadie habla. Entonces yo complaciente le pregunté por su madre. – Era una santa,- a mí me dijeron que quiso ser monja pero le ganaron las ganas y no hubo modo que se resistiera.

Ya cercanos a los rumbos de la Santa María, me pidió que me detuviera en el mismo sitio en donde ella subió. Hurgo en su delantal y en su mano apareció un billete de doscientos pesos. Tomá nene, me dijo. Esto es por tu atención, las tumbas quedaron limpias. A ver si las puedo vender. ¿ Conoces a alguno que se quiera morir?

Original de Alfredo Arrieta
15 septiembre de 2009
Para elpueblodetierra
Nec spe nec metu.
Estados Unidos Mexicanos.

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