EL CUADRADO DEL QUE NO PUEDO SALIR
EL CUADRADRADO DEL QUE NO PUEDO SALIR
Remedios Varo.
No sé como empezar a platicar lo que soñe anteayer. No eran unos vampiros que chupan la sangre, ni tampoco sanguijuelas inmorales.
Mucho menos los maldosos del FMI, o la Secretaría de Hacienda que te roba impune, o el ladrón despiadado que te roba los espejos del automóvil, y después de dice quienes fueron los pillos.
Mi sueño no significa el uso de anfetaminas, ni la posiblidad de contemplar el poniente de los colores del LSD, de los años 60 , ni los periódicos de hace muchos años en donde los colibríes vuelan libando las mieles que después se escurren al suelo y los osos golosos, la lamen fácilmente .
Esta vez , debían de haber sido las tres y cuarenta, y mi ilusión ya no viajaba en el tranvía, ni por las calles melancolías de Joaquín Sabina. Mis gatos se apreciaban entre las sombras de los espejos. No tenía amor de nadie, ni menos un cuchillo para desarmar al vigía de esos mismos rápidos trenes, aquellos ferrocarriles de humo a la izquierda, con su traca- traca, y sus rechinidos . Los trenes no eran veloces, eran violentos como el aire del huracán.
Quería largarme con mis zapatos, usar nuevamente mi guitarra despintada pero sonora, la que me compró mi papá. Una mañana, le hable por teléfono y él era un funcionario mayor de este asqueroso país, me dijo con su voz dura de miedo y sometimiento que iría como a las 9 para darme los centavos, y me dió cien pesos cafés de Miguel Hidalgo , el padre de la patria. Mi guitarra era de la casa la madrileña, tenía unas cuerdas anexas para cuando tronáran las otras, un trapo rojo y un amplificador de sonido que nunca pude conectar a nada. Quería encajarme los pantalones y dirigirme a Guerrero , a la laguna de las Cascadas, donde una vez un vigía de botas y miliciano me preguntó que qué chingados hacía ahí , en cuclillas, intentando un fuego, mirando correr las ardillas, sintiendo el frío de esas madrugadas. Ahí estaba intentando el desayuno, mientras miraba como el Sally y Fernando se alejaban para buscar yesca que ardiera a pesar de lo mojado por la lluvia. Crujió la rama, llegó la muerte, me indicó con su mano zurda , los huesos que tenía, le dí un kilo de tortillas, que tomó sin gesto alguno, despareció tomando la mano de una niña.
No era un sueño en los que giro, en que los remolinos y los rehiletes me dictan que se aproxima un ciclón, que se despeña una vaca, que pasa veloz un caballo, que lloran los viejos de más de 50, que se desvela mi corazón , en donde las lenguas y sus salivas empapan las bocas de los infames, en donde los niños fuman mariguana y beben activos los señores, y en donde los bailes invitan al pecado de los vicios. No era un sueño absoluto , donde la ternura es de nadie y el pinche comunismo es una vil mentira.
Tampoco es un sueño en donde las cabras dan cajeta de inmediato, y donde las fresas se convierten en dulce. Giran las estrellas pero se ven tan lejos, de las dictaduras y los pastos en donde me tiraba a descansar, después que salía de la escuela . Mi sueño no era Dios , ni un comercio virtual , que te castiga a medida que los daños sean mayores, e irregulares.
Me tapé con mi cobija que una vez compró mi esposa en el Sindicato a plazos. Tiene un cisne de color café, pero yo prefiero gatos no cisnes.
Porque el gato sube por todas partes, es promiscuo y libre.
Mi pegaso volaba y volaba comiendo un poco maíz, yo le daba besos, y el animal me conocía y seguía volando.
Me tapé con mi cobija, y quedé encerrado en ese cuadrado, de no menos de un metro, y me estiraba y me estiraba, la incomodidad de antier no me permitía el sueño posible, absoluto, inmediato.
En ese cuadro caía la lluvia la podía ver entre los cristales, la húmedad mojaba los poros y los tapetes.
Lloré de dolor, commovido que pena y lloré y lloré . Compongo una canción para Daniel pero la virtud desaparece porque no tengo la impresión del canto, ni el conocimiento de Federico García Lorca, ni de Nicolás Guillén. Las cuerdas se rompen en constante sucesión y ya no tengo más euros para adquirirlas . Así que mi canción y mis sueño acaban, eso lo sé porque de mis ojos salen lágrimas de polvo, y no sal , y no sal.
Murió la verdad, el alma, mi hogar se hayan como cuando se inunda un barco, pero yo abusivo lo sostengo y me lo llevo mas allá del espacio, hasta esos lugares que hablaba Sagan,y los oscuros de la edad media, los magos y su varas mágicas.
Mi hambre me está comiendo, estoy acalorado por la postergación de todas las cosas, de los alimentos primarios, de los trapos que se acaban, de los huaraches desgastados, de los machetes sin filo, de las manos cansadas de la caña sin azúcar. Ahora la verdad esta por los abismos, no hay amistad , ni causas justas , ni palomas sobre Montjuich y Barcelona , ni Juanito me anima, ni los cantos de Alfredo o los míos. Estoy seco y cansado, porque mi hambre me está comiendo, yo mismo me estoy comiendo, qué hambre desde siempre, desde aquellos días de sol anaranjado, de cuando LEA era el presidente, y sus nombre se pintaba de blanco en los cerros.
El cuadrado se está cerrando para dar fin al nuevo principio, para dar paso a las cosas de quién me quiere, de mi hijos y mis gatos, de mi esposa deportista. De las flores que me quieren, de la paciencia de los pueblos, de la posible explosión que nunca llega. Y me aprieta, poco a poco, para dar paso a lo negro de la luz, a la luz que brilla, a la pupíla dilatada, al pulmón con cáncer, a la ruta de los camiones,y las aves de mal agüero, a las cruces de los panteones y sus placas y floreros, a la muerte que espera con paciencia a la mirada de quién te admira, a la indiferencia de los toreros, a la asutucia de quién recoje hortalizas en los mercados.
Que no haya porvenir ni sombras, los caballos se van al galope, no estará nadie al partir, quien sabe si lo que aprendí en la vida, será suficiente, ni siquiera supe abrir una cocacola, ni asar una carne que siempre terminaba en carbón que nunca supe hacer diamante, a lo mejor si empezara de nuevo y el cuadrado me apretara como cuando aprieta una corbata, y me faltara el aire, y comenzara a ponerme violeta, y dejara en un sobre un testamento en donde no dejo nada, ni riquezas ni premios.
Ni nada, ninguna pista para conocerme, ni un dato cautivo, ni una línea que conduzca a nada. Ni rastro de ningún camino, ni música árabe o celta, nada nada....
Original de Alfredo Arrieta Ortega.
11 de agosto de 2005.
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México.
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