HAY CIENTOS DE PERROS

HAY CIENTOS DE PERROS

Ando por una escalera que baja hasta las profundidades del oceáno mismo . Me sumerjo en los abismos de lo negro , pasan peces fosforescentes . Yo , intento respirar pero me encuentro en una especie de asfixia del mar. Cuando me arrojé en esa aventura , dispuse de mi traje azul marino, ese traje que he usado hasta ahora que llevo a cuestas al paso de los tiempos.

Mis manos están ajadas por el agua , y se me aparece una luz , en ella viaja una mujer que a decir verdad está de maravilla, intento como cualquier latino explorar su redondo culo , pero ella no está para esos menesteres sino para salvarme la vida . Extiende sus manos delicadas y parece que me llama , nunca imaginé que la muerte tilica fuera a ser como ella . Sus ojos son azules también , de un azul pacífico , de agua marina , de esa agua de Costa Rica.

Abro los ojos y la verdad es que me apena no continuar el sueño de ayer…

Miro una fotografía de una virgen que llora , de sus ojos sale una discreta lágrima . Quiero pensar que es un milagro porque en la parte trasera del papel no hay nada más . No cabe la posibilidad de colocarle un aditamento de mangueras con alguna pintura escarlata . No hay nada más . Debo pensar que los milagros son reales y que es verdad que alguna vez soñé con la pepa de la muerte .

Ahora mismo voy en busca del sustento y miro a cientos de perros por todas partes . El de hoy llevaba chamarra negra y un gafete que lo identificaba como inspector perro . En un intento por robarme se paró enfrente de mí y me exigió que me detuviera , ni lo miré , de su hocico de perro se podían percibir sus filosos colmillos de perro extorsionador.

Ya no sé quién dice la verdad sí la muerte puta o el Dios de los gitanos. Caigo en la confusión del sueño y en una especie de borrachera etílica , me encuentro en un solar . Pasan dos gatos de angora y otros dos de ojos rasgados . Una piedra me molesta un zapato me acuerdo de Zedillo , descanso mi pie en la banqueta , comienzo a sujetar la agujeta , me rasco los guevos y echo a caminar nuevamente . Enciendo un cigarrillo que llevo oculto en la chamarra , tiene más de tres años que lo llevo conmigo , es de un tabaco negro de España .

Lejos de la noche inferior , escucho una canción sonora que intenta sofocar a quién la escuche, , es como una cumbia híbrida del grupo marrano , de los barrios sórdidos de por allá de los suburbios de Nuevo León donde habitan los olvidados por Dios.

Original de Alfredo Arrieta Ortega.

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MÉXICO.






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