LOS PILARES



LOS PILARES


Como una mera insinuación entré por esa puerta de extrañas puntas, como trinches apuntando al cielo .
Detrás de mí , una rata mostraba sus ojillos colorados como si hubiera tenido contacto de ingesta de alguna droga dura.

Así que penetré en silencio intentando comprender el porqué de los sueños recurrentes, habiendo tantas posibilidades como estrellas hay en el firmamento.
En mis manos llevaba una tea que previamente encendí, después esa llama de humo se convirtió en un artefacto de tecnología que con solo apretar un botón comenzaba a titilar una luz azul que era capaz de iluminar cualquier área por grande que fuera .

En unos de los interiores, descubrí la misma casa de todos los sueños, con sus enormes pilares que alguna vez pinté de azul. Todavía recuerdo cuando les pasaba la brocha y ocultaba lo gris de su textura original.

Había un perro blanco con manchas cafés que Vargas Coronel llevó una tarde, lo llevaba en su regazo, y le daba unas galletas también chiquitas que el noble perro comía con rapidez . Pasaba yo , con la curiosidad de saber que ocurría en esos planos y como en las películas de Linch , veía como se desplazaban mis ojos para ver un cuarto con todas las comodidades. Mi hermana Patricia era su ocupante, me mostraba el lugar y yo miraba aturdido las figuras de todos sus hermanos hechas con sus manos blancas. En una se ellas me representó a la perfección . Yo era en ese momento mejor que una fotografía , una estatuilla de cerámica que quedaría allí por los tiempos de los tiempos .

Subí sin precipitarme hasta la azotea que por cierto no tenía escaleras. Había que trepar por los pilares de Doña Blanca. Una vez que hube de llegar , intenté colocar una escalera de caracol que previamente tenía en un lugar . La tomé con mis manos y debido al enorme peso de esta , cayó de golpe dando con su estructura en el techo de la casa . Se oyó un estruendo y al ver el polvo esparcido , intenté con mi lamparilla de luz azul ver hacia debajo de enorme boquete.
En otra de la habitaciones me encontraba yo, escuchándo un tocadiscos portátil con dos bocinitas que se colocaba en las paredes. Me veía ese año 74 , sacándo el elepé se Joan Manuel en donde un joven cantante como iluminado por luces de bengala , y con el pelo crecido . En la parte trasera había la fotografía de un gallo . Se abrió una puerta y entró Lalo , sacó de su cartera veinte pesos y me instó a que me fuera al circo.

En otra de ellas , Herman y Lalo , se meaban en mi hermano, mientras yo me veía tocando unos zapatos de un hombre que entró empapado por la torrencial .

En el lugar donde se guisaba estaba Valdemar contando las historias de su mortífera arma de fuego a la que llamaba la perroda . Valdemar llevaba un pantalón azul acampanado y un suéter amarillo que alguna dama le tejió . En un brazo sostenía a mi hermano Alejandro que para ese entonces contaba con tres años .

Más allá estaba de nuevo yo , me sentaba en el largo patio , encendía un cigarrillo delicado y me proponía a estudiar la guitarra . Aún recuerdo que lo primero que aprendí fue aquella canción argentina en donde Leonardo Fabio explicaba ; que hoy la ví , fue casualidad yo estaba en el bar y la miré al pasar….

En otra entraba Antonio Menéndez llevando consigo una guitarra de la que se hizo , después de haber realizado un embargo . Yo se la compré en doscientos pesos , Antonio abrió la mano y recibió dos billetes de color café que hube de conseguir .
Por momentos la luz se apagó y la casa quedó oscura , ni tea ni lámpara , talle mis ojos y ciertas figuras se paseaban por la casa , mis abuelos , mis padres , mis tíos , primos y toda la gente que llegó a traspasar esa puerta de Claudio Arciniega número 5.

Metí la mano en el chaleco de piel negra que le robé a Gustavo y saqué esa llave en óxido , que abría y cerraba el candado .
Ahora llaves no necesito , con el sólo hecho de cerrar los oclayos , soy capaz de llegar y sin llave ni barrera alguna entrar al pasado que se fue , al pasado que no está….

Original de Alfredo Arrieta Ortega.

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