MIGUEL
MIGUEL
Es una tarde cualquiera, sales de tu casa que ahora es una casa en abandono. Alguna ocasión como si fueras un gato llegaste a pedir ayuda.
Tiempo atrás, saliste de aquel cuartucho, su techo estaba construido con laminas negras que son los techos que pueden cubrir a los moradores en pobreza extrema. Se acercó tu madre con el propósito de decirte que había llegado la hora de levantarte.
Acababas de terminar la escuela primaria , la escuela que dicen que te forma y desde aquellos años hasta la fecha descubriste que pocos maestros enseñan la verdad. Como aquél que se llamaba Juan Vega.
Tu madre te dijo que salieras de la cama y después de luchar contra el sueño, buscaste tus zapatos y abrochaste las agujetas. Acto seguido en un cuartucho que hacia las veces de cocina, tu madre sirvió un café que es uno de los sabores más corrientes que hayas degustado.
A los pocos momentos ya te encontrabas en la calle. Solo pasaban los perdedores de las cinco de la mañana , los obreros y albañiles que acudían a ganar salarios mínimos para llenar sus estómagos.
A la distancia se podían percibir camiones destartalados que te llevarían a la construcción.
Subías acompañando a un señor de 36 . Llevabas entre las manos una bolsa plástica que contenía un magro guisado.
Posteriormente trepaban escalones y abordaban camiones .
Una de las cosas que más te enojaban era cuando el de 36 se bajaba súbitamente y sin avisarte te dejaba sin explicación alguna . Entonces tu limpiándote las babas despertabas abruptamente y corrías detrás de él, para no perderte. Sin voltear para atrás el de 36 seguía su marcha, y tú como si fueras uno de esos perritos débiles intentabas caminar a su paso.
Luego llegaban a un edificio en obra y procedían a cambiarse de ropas. Ropas apestadas de yeso, y de alguna humedad impregnada.
Cuando dieron las doce , el 36 te mandó que fueras a calentar los alimentos, tú sin conocer dónde , saliste para encontrarte con un patio en el cual habían más de veinte albañiles , calentaban sus comidas en un comal de amplio tamaño .
Como llegaste tarde decidiste esperar el turno. Los alarifes o paletas hablaban su magros lenguajes.
No habían pasado más de diez minutos cuando una bola de yeso fresco te pegó en la espalda. Tu mano buscó el hombro y el dolor se hizo parte de los sufrimientos a los que deberías acostumbrarte.
El 36 con su cara de enojo procedió a insultarte y fue ahí cuando tú ya no toleraste el trato de animal. Lo buscaste con la mirada para decirle que si volvía a ejercer cualquier tipo de violencia lo matarías. Lo cierto que eso estaba difícil porque tu solo contabas con trece años.
Luego, buscaste tus ropas de vestir y chillando de coraje, saliste a la avenida. De pronto te encontrabas perdido en una ciudad que desde entonces percibias como desconsiderada.
Así caminaste por todos los caminos intentando acudir al llamado de tus raíces. Pasaron más de ocho horas y en esa realidad, te encontraste parado en las vías del tren. Era el antiguo ferrocarril que iba a Cuernavaca hacia el sur. Como eras un niño para no hacer largo el camino, comenzaste a saltar los durmientes del tren, y al ritmo de dos y dos son cuatro , cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho , y ocho dieciséis hiciste menos tediosas las horas.
Al filo de las siete de la noche como si fueras un gato , tocaste en la casa de Arciniega. Esperaste unos momentos y te reconfortaste cuando a través de la reja apareció la cara extrañada de tu tío Lalo.
De inmediato te abrió la puerta y sin más te preguntó que estabas haciendo ahí. Le pediste te llevara con tu abuela y así lo hizo.
Camerina Corral Viuda de Arrieta se encontraba sentada en una silla del comedor. Ahí arrojaba pedacitos de queso Chihuahua a su café con leche. Luego con su cucharilla comenzaba a darle vueltas con una paciencia infinita.
Al ver a tu abuela comenzaste a llorar. Ella trató de consolarte ofreciéndote un pedazo de su queso. Le dijiste lo sucedido y sin más que comentar le ordenó a Lalo te hiciera una cama. Esa noche dormiste mejor que un perrito callejero.
Paso el tiempo y tu abuela se convirtió en padre y madre. Acudías con ella diariamente al mercado de Revolución y Molinos. Aún te acuerdas de cómo se tardaban en ir y regresar. Tu abuela platicaba con todos los que se encontraba. Por último casi al llegar a Claudio Arciniega, hacía un alto en el camino y le entregaba a una dependienta dos zanahorias, ella decía que todos los días se las llevaba a la señorita. Debes de aclarar que la señorita contaba con mas de 60 años.
Para esos tiempos ya comenzabas a saber que las canciones serían para ti como una vida paralela. Buscabas un espejo y hacias gestos y muecas, luego con tus manos tocabas una guitarra imaginaria.
Luego llegó el tiempo de los greñudos, aquellos a los que les decían los hipies . Fernando era uno de ellos, él fue quien te impulso a que aprendieras a tocar ese instrumento.
Así comenzaste tus clases en el patio de la casa. Te sentabas a lo largo y con tu pantalón azul y tu camisa arremangada tocas apenas dos o tres notas. Aún te acuerdas que la primera canción que te aprendiste fue una de Leonardo Fabio. Aquella que dice: Hoy la ví, fue casualidad. Yo estaba en el bar y la miré al pasar. Yo le sonreí, y le quise hablar, me pidió que no que otra vez será….
Estás en 1972 pero no recuerdas de que mes. Llegaste al Palacio de Bellas Artes en la ciudad de México. Deben de haber sido las seis de la tarde. Te encontrabas en este recinto porque ahí vendías dulces, café y tortas en los camerinos.
En la sala principal ensayaban varios muchachos jóvenes. Uno de ellos, tocaba la batería, otro el bajo, uno más la guitarra y otro de los individuos sentado al piano tamborileaba sus dedillos para que de este instrumento saliera el niño yuntero.
Un hombre como de 28 años, apareció vestido de mezclilla, camisa a cuadros, sueter de lana y botas cortas de tonalidades café. El tomó el micrófono y dijo como si de musitar se tratara: Carne de yugo ha nacido, más humillado que bello, con el cuello perseguido con el yugo para el cuello. Nace como la herramienta, a los golpes destinado, de una tierra descontenta y un insatisfecho arado…
Fue ahí cuando supiste de Miguel Hernández el poeta de España.
Posteriormente al trabajo del disco de Joan Manuel, buscaste algún libro que te llevara a las tierras del pensamiento de este señor. Y ahí en los libros supiste que Miguel fue pastor de ovejas y poeta, que su hijo se alimentó de jugo de cebollas y que Josefina Manresa fue su amor.
No sabes si ahora que te enteraste de que el cantor Catalán sacará un nuevo trabajo de este sencillo poeta volvió nuevamente a tu memoria la imagen del hombre que te decía que su casa estaba pintada y no vacía.
Dicen que el trabajo se ha retrasado por cuestiones de derechos que la familia de Hernández reclama, y es entonces que te preguntas. Si el hombre murió en la cárcel de tuberculosis que es la enfermedad del hambre no ves la razón por las que sus herederos reclamen derechos sobre la obra, siendo que ellos no escribieron absolutamente nada.
El caso es que siendo la madrugada de este noviembre de 2009, viajas por una calle que de momento presenta atmósferas parecidas a la neblina del sueño. De momento descubres una puerta de estilo mudéjar que se disimula entre esos arcos y esas paredes. La puerta se encuentra abierta y al voltear hacia la derecha del Dios Padre, descubres a Miguel.
El va vestido con un traje gastado pero le notas la mirada contenta y la boca contenta. Miguel te hace una indicación como para ver quién llega primero a la puerta y tu la aceptas. Así que con la frescura de los muchachos corren gritando de felicidad absoluta. Miguel es el que lo logra. Cuando cruzas ese umbral Miguel se encuentra sentado escribiendo en un cuadernillo amarillo. El sabe que esta muerto y tu sabes que estás dormido.
Miguel arranca una hoja y te la entrega, él no sabe que es un poeta célebre y tú le agradeces por el gesto. Sin mirar el poema o lo que escribió lo guardas en un bolsillo, le extiendes la mano y el como despidiéndose del sueño te dice hasta luego.
Acto seguido te encuentras tocando en una casa. Es una casa a la que nunca habías entrado. Tocas disimuladamente y con el propósito de no molestar a quién se encuentre adentro.
Aparece una cara que te recuerda al Secretario de Hacienda. Solo que este es un gordito más joven, te hace la caravana para que entres y de momento te encuentras con lo que él considera su mundo. Hay una atmósfera de cigarros, huele a ron y otros aromas que no logras identificar.
En las paredes hay muchas televisiones encendidas. Las imágenes que muestran son artísticas. Por ejemplo esa de allá está trasmitiendo un baile de ballet clásico. Esa otra muestra algunos perros feroces que destazan a otro animal. La de aquél extremo está pasando escenas de Terciopelo azul de David Linch, esa otra muestra un reportaje que le hizo García Soler a Juan Rulfo, . Esa de más allá explica la vida de Rubens, y esa otra muestra imágenes de los destrozos que causo la guerra civil en España.
El joven te pide sentarte en una esquina. Atrás va tu hijo que se muestra interesado por lo que está viendo y dejando atrás su carácter hostil comienza a platicar con él de igual a igual. El obeso se queda complacido de que tu hijo sepa de esos temas. Tu sentado en tu silla, comienzas a cabecear para quedarte quieto, con los brazos cruzados y en las profundidades del sueño….
Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra
Para elpueblodeletras.
Nec spe, nec metu
Estados Unidos Mexicanos.
29 de noviembre de 2009
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