CANCION PARA MI MAESTRA



CANCION PARA MI MAESTRA

PARA TODOS LOS MAESTROS DE MEXICO...
15 DE MAYO, DIA DEL MAESTRO.

Todas son palabras del maestro, de Serrat.
Las dijo, todas, así, en 1975, en una presentación en
la ciudad donde nací, en Zacatecas. Lo que
sucede es que ahí, aunque no lo creas, al
entrevistarlo para la radio local, previo al
concierto, alguien le dijo en catalán que por
favor cantara la Cançò per a la meva mestra.
Supongo que el detalle lo emocionó (toma en
cuenta que Franco vivía todavía, y que el catalán
era algo desconocido en México). Así que a los
zacatecanos les dedicó la explicación más larga
que conozco, previa a la interpretación de la
canción. La dijo toda de un tirón. Un amigo la
gravó y la trancribió, y desde entonces la
conservo. Lo único que hice, mi único mérito, es
haberla transcrito al ciberespacio (dicen los
cursis). Qué bueno que te gustó.

Edmundo Llamas.


Dijo Serrat (Magister dixit):

"Cuando yo andaba descubriendo el mundo a una
altura aproximada de 90 centímetros. No.
Menos,
menos, por qué les va uno a mentir. Ochenta.
Yo
me enamoré por segunda vez. La primera vez
ya me
había enamorado de la bicicleta de un amigo
mío.
Esta fue la segunda. Ella era una muchacha
rubia, de ojos azules, se peinaba, como
se..., se
llamaba cola de caballo. Y era mi maestra.
Se
llamaba Conchita, y era la hija de la señora
Antonia la lechera de mi calle. Quizás por
este
motivo, por el vecindario ella venía a casa
cada
mañana. Me medio sacaba de la cama. El otro
medio ya lo había hecho mi madre antes ya, y
de
de otra manera, más eficaz, y nos íbamos a la
escuela. Y debo reconocer que pocos paseos he
dado en mi vida tan hermosos como los que
daba con mi
maestra. Ella me contaba cosas... Me
contaba
por qué los árboles se visten en primavera y
se
desnudan en otoño, o de donde venía aquel
tranvía
y a dónde iba. Ella me enseñó a leer en la
calle: ahí donde pone 'Carnicería María'.
Ahí
aprendí a leer. Pero todo lo bello siempre
tiene
un final. Y nuestro final venía a ser la
puerta
de la escuela. Ahí cambiaban las cosas. Ahí
todo se modificaba. No
sabría bien cómo explicarlo sin ofender a
nadie.
Porque a mí, como al 90 por ciento de los
hombres
de mi generación que fuimos afortunados y
tuvimos un lugar en una escuela, a mí también me
tocó una
escuela de curas. Y no era lo mismo, sabe, y
sin
ofender a nadie, no era lo mismo. En ella
había
un espíritu protector que en ellos no había
nunca. Ella era una especia de gallina cueca
que
abría las alas para recibirnos a todos
debajo.
Ella hacía de aquel mundo algo sólido y
maravilloso. Ahí, en aquel mundo donde se
mueven
los lápices de color, en aquel mundo extraño
y
bajito, y un poco loco, solamente ella dio un
sentido a ser niño. Se ponía a pintar cosas,
y
las podía borrar, porque luego volvía a
pintar
otras. Por eso yo hoy, con esta canción para
mi
maestra, me gustaría hacer una prolongación,
y
regalárselas como el mejor regalo que uno
puede
ofrecer a cada uno de estos hombres y mujeres
que
salpican el mundo con la más hermosa y la más
difícil de las profesiones que es la de ser
maestro. A estos sembradores de futuro. A
estos, que seguramente, son los únicos que
estás
sembrando la auténtica riqueza de sus
pueblos.
Porque a uno cuando le preguntan soluciones
acerca de este difícil planeta, y de estas
sociedades complicadas y conflictivas en las
que
nos tocó vivir, uno piensa siempre en las
escuelas como la gran soluciones. Porque a
través del conocimiento es más difícil
engañar al
hombre. Es más diícil engañar a un hombre
que
sabe que a uno que no sabe. A pesar de todo.
Por eso, creo en lo maestros, creo en las
escuelas, y creo en los maestros que hacen
escuelas, porque sólo a partir de ahí podemos
empezar a crear las sociedades del futuro y
las
que les esperan a nuestros hijos. Bueno
perdonen
toda esta plática, pero yo les quería contar
sólo
por que escribí esta canción, y de paso
perdirle
a Dios que de vez en cuando les eche una mano
a
los maestros. Les hace mucha falta. Qué
Dios
los bendiga."

Y se ponía a cantar (en catalán):



Cançó per a la meva mestra

Letra y Música de J.M. Serrat



Temps, fa temps hi havia, vostè, mestra,
i el seu món de tinter i banc,
pissarra i davantal blanc.
Bon dia, de matí, ens deia dempeus,
entre dues i una creu,
una oració i una cançó
i a la galta un petó.

Bon dia mestra...

Però vostè no ha sabut mai, mestra,
que quan volíeu que cantés
que tres per una feien tres
els meus ullets grataven francament
els genolls que púdicament
vostè apretava i apretava
però un número no val

el que una pell rosada...

Malgrat ens feia anar a església
i em prenia la regalèssia
aquell
era un món petit i meravellós,
un món de guixos de colors
que pintàveu vós
i esborràveu vós...
Sols vostè voltada de capellans
donàveu raó per a dir-se
a un món de quatre pams.

I si mai penseu en mi, mestra,
que dels vostres ullets blaus
hi neixi sempre aquella pau
que feia un xic més dolça l'escola
i no s'us faci un nus la gola
dient:
el meu grapat de menuts...»

perquè vós no sabíeu, mestra,

que el món és el mateix...
que l'home és el mateix...
i no és el mateix,
l'olor de vostè,
ai! mestra,
que l'aire del carrer.


CANCIÓN PARA MI MAESTRA


Érase una vez... usted, maestra,
y su mundo de tintero y banco,
pizarra y delantal blanco.
Buenos días, por la mañana, nos decíais, en pie
entre dos fotografías y una cruz,
una oración y una canción
y un beso en la mejilla.

Buenos días, maestra...

Pero usted nunca supo, maestra,
que cuando quería que cantara
que tres por una eran tres
mis ojillos arañaban francamente
las rodillas que púdicamente
usted apretaba y apretaba,
pero un número no vale

lo que una piel rosada.

A pesar de que nos hacía ir a la iglesia
y me quitaba el regaliz
aquél
era un mundo pequeño y maravilloso,
un mundo de tizas de colores
que usted pintaba
y usted borraba...
Sólo usted, rodeada de curas,
le daba la razón de llamarse
a un mundo de cuatro palmos.

Y si alguna vez piensa en mí, maestra,
que de sus ojillos azules
nazca siempre aquella paz
que me hacía un poco más dulce la escuela
y que no se le haga un nudo en la garganta
diciendo: ,
han llevado a mi puñado de pequeños...»

porque usted no sabía, maestra,

que el mundo es siempre el mundo,
que el hombre siempre es el hombre,
pero no es lo mismo
su olor,
¡ay! maestra,
que el aire de la calle.

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